Henrietta Lacks y un legado invisible: sus células inmortales curaron el mundo

Las células de Henrietta Lacks curaron el mundo, pero durante décadas su nombre no figuró en ninguna parte. Hoy, su legado sigue vivo

Henrietta Lacks - Internacional
La impactante historia de Henrietta Lacks
Science Photo Library

La historia de Henrietta Lacks comienza mucho antes de su nacimiento, en una plantación de Virginia a mediados del siglo XIX. Benjamín Lacks, un terrateniente blanco, tuvo dos hijos con una de sus esclavas negras, y durante tres generaciones, su descendencia vivió y trabajó en ese mismo suelo.

Henrietta Lacks, heredera de esa genealogía cruzada por la violencia y la tierra, decidió en 1942 cambiar su destino. Se mudó con su esposo y sus hijos a Baltimore, atraída por las oportunidades laborales que la Segunda Guerra Mundial generaba en las ciudades industriales.

A sólo diez kilómetros de su nuevo hogar, el doctor George Gey llevaba décadas intentando una proeza científica: cultivar células humanas fuera del cuerpo. Hasta entonces, todos sus intentos habían fracasado. Las células morían al poco tiempo, como si la muerte reclamara su última palabra incluso en el laboratorio.

Un hallazgo envuelto en dolor

El 1 de febrero de 1951, Henrietta Lacks acudió al hospital John Hopkins con un sangrado inexplicable y un dolor abdominal persistente. El ginecólogo Howard Jones nunca olvidaría lo que vio: un tumor púrpura, inusualmente agresivo, que sangraba al mínimo contacto.

Henrietta Lacks fue diagnosticada con cáncer cervical. Murió en octubre de ese mismo año, a los 31 años. Fue enterrada sin lápida, en las ruinas del campo que la vio nacer. Su nombre, como el de tantas mujeres negras, pareció destinado al olvido.

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Una señal narrando la historia de Henrietta Lacks plantada cerca de donde nació y donde está enterrada
EMW

Pero las células extraídas de su tumor siguieron vivas.

Las primeras células humanas inmortales

Contra todo pronóstico, las células de Henrietta Lacks no sólo sobrevivieron en el laboratorio, se multiplicaron con una vitalidad nunca antes vista. Gey les dio un nombre: HeLa, por las dos primeras letras de Henrietta Lacks. En 24 horas, se duplicaban. Y, lo más extraordinario, nunca morían.

Estas células inmortales permitieron, por primera vez, que los científicos pudieran experimentar directamente sobre tejidos humanos vivos. Henrietta Lacks se convirtió, sin saberlo, en el pilar de la biomedicina del siglo XX. Sus células viajaron al espacio, soportaron explosiones atómicas, probaron cosméticos y ayudaron a desarrollar tratamientos contra el cáncer, el VIH, la leucemia y otras enfermedades devastadoras.

La vacuna de la polio, que salvó millones de vidas, fue posible gracias a las células HeLa.

El olvido y la ignorancia de una familia

Henrietta Lacks no dio su consentimiento para que sus células fueran usadas en investigación. Tampoco su familia supo nada hasta más de veinte años después, cuando en 1973 un equipo de genetistas los localizó en Baltimore para estudiar su ADN. La noticia fue desconcertante.

David Lacks Jr., uno de los hijos, recordaba cómo les dijeron que sus muestras de sangre eran necesarias para entender si “lo que su madre tenía” era hereditario. No sabían que las células HeLa se vendían ya en todo el mundo, generando ganancias millonarias.

Henrietta Lacks y un legado invisible: sus células inmortales curaron el mundo
Una fotografía de archivo de las células HeLa
Science Photo Library

El desconcierto se convirtió en indignación cuando supieron que Henrietta Lacks había sido transformada en un activo biotecnológico sin su conocimiento ni consentimiento. La ciencia había prosperado, pero a costa del silencio y la marginación de una familia negra que nunca vio un solo centavo.

Henrietta Lacks fue, durante décadas, una presencia invisible en los laboratorios. Mientras tanto, sus células eran multiplicadas, distribuidas y estudiadas sin descanso. Su caso puso sobre la mesa una cuestión ética fundamental. ¿A quién pertenece el cuerpo después de la muerte? ¿Dónde está la línea entre el avance científico y el respeto por la dignidad humana?

La lucha de la familia Lacks no fue por el dinero, sino por el reconocimiento. Querían que el nombre de Henrietta se dijera en voz alta, que su contribución fuera reconocida no como un accidente, sino como una entrega, aunque involuntaria, al progreso de la humanidad.

La inmortalidad, por fin, con nombre propio

La campaña de la familia Lacks tuvo eco. En 2013, más de seis décadas después de su muerte, lograron que los científicos tuvieran que solicitar autorización para acceder al código genético de las células de Henrietta Lacks. Además, se les reconoció el derecho a aparecer en los estudios derivados de su uso.

Henrietta Lacks, aquella mujer pobre, negra, madre de cinco hijos, sin estudios ni recursos, se convirtió en uno de los pilares de la ciencia moderna. Sus células, vivas todavía, han protagonizado más de 70.000 estudios científicos. Hoy, ella es símbolo de la deuda histórica que la ciencia tiene con los invisibles, con aquellos cuerpos anónimos que han sostenido los avances médicos sin que nadie se lo agradeciera.

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