Ya quedan unas fechas para que el pueblo estadounidense acuda a las urnas y decida si se inclina por la sonriente y progresista Kamala Harris o por el adusto y retrógrado Donad Trump. Las espadas están en todo lo alto. Las encuestas, encabezadas ligeramente por la demócrata, anticipan que todo puede pasar, pues el sistema de elección americano posibilita que al final los llamados swing states, aquellos que por un puñado de votos eligen republicano o demócrata, vuelquen la balanza en un sentido o en otro. Y nadie duda de que la agenda económica de ambos candidatos, con los impuestos y los aranceles como ejes, pesarán en el voto de muchos americanos. Una encuesta reciente de la Universidad de Michigan y Financial Times indica que un 44% confía más en Trump para gestionar la economía, frente a un 43% que lo hace por la candidata demócrata. Asimismo, un 45% señaló que Trump les dejaría en mejor situación financiera y un 37% pensaba que sería Harris la preferida.
Fivethrirtyeight.com cuida como nadie las encuestas. En su media, obtenida sobre treinta y cuatro realizadas en las últimas semanas, establece una exigua ventaja de 1,4% para Kamala, quien se impone en diecinueve, mientras Trump lo hace en nueve y en seis se registra un empate. Pero las diferencias son tan exiguas, mínimas que todo puede pasar.
En estas páginas de Artículo 14 hemos analizado la oferta económica de ambos candidatos. Ahora vamos a enfrentarlas para dimensionar el impacto de las políticas de unos y otros.
La locuacidad atrevida de Trump presenta así su propuesta económica: “ofreceremos impuestos bajos, regulaciones bajas, costes energéticos bajos, tipos de interés bajos e inflación baja, para que todo el mundo pueda permitirse comprar alimentos, un coche y una bonita casa”. Sería el sueño cumplido de cualquier americano medio. Harris, siempre menos atrevida en sus expresiones, se ha presentado a sí misma como “una firme defensora de los trabajadores y de los sindicatos” y una política que “cree en los mercados libres y justos y en la colaboración entre el gobierno y el sector privado”. La receta demócrata clásica.
La agenda económica del líder republicano es conocida como Maganomics y aparece como más populista y radical que la que le condujo a la presidencia en 2016. Harris, por su parte, ha suavizado la política económica de la presidencia Biden. Posiblemente, impuestos y comercio exterior son las dos piedras de toque de la campaña. Trump aspira a cubrir con aranceles la caída de la recaudación fiscal. No se puede olvidar que su planteamiento populista se fundamenta en que las importaciones de productos baratos de China provocan la pérdida de millones de puestos de trabajo.
- Impuestos. Kamala propone una subida de impuestos para financiar el gasto público, dejando fuera a los hogares que ingresen menos de 400.000 dólares – con un tipo del 44%- y extender los recortes fiscales a las economías domésticas modestas. Plantea ayudas mediante créditos fiscales de 3.000 dólares por hijos y de 6.000 por recién nacido. Aumentaría la carga fiscal en sucesiones y los patrimonios de 100 millones de dólares cotizarán por plusvalías no realizadas. Por su parte, Trump propone una amplia rebaja fiscal con tipos mínimos para la renta. También es partidario de créditos fiscales para familias y para recién nacidos. Es favorable a aumentar las exenciones para sucesiones y de reducir o eliminar los impuestos sobre plusvalías o patrimonio. Abandera la idea de no tributar por las propinas, tan extendidas en restaurantes.
- Sociedaes. Kamala propone subir el impuesto de sociedades del 21% al 28% y de aumentar el umbral del 15% al 21%. Trump quiere rebajar del 21% al 20% y no descarta que su opción final sea dejarlo en un 15%. También quiere deducciones para innovación e inversiones de capital.
- Comercio exterior. Kamala mantendría los aranceles fijados para las exportaciones chinas en acero, coche eléctrico y aviación. Cree que de esta forma se protege el empleo doméstico. Muchos más agresiva con China que con Europa. Trump, por su parte, quiere reforzar su enfrentamiento comercial con China y Europa elevando las barreras comerciales. Defiende un arancel del 60% para los productos chinos en una larguísima lista de productos. Para el resto del mundo, el arancel se movería en un 10% y un 20%, pero siempre con disponibilidad para endurecer las condiciones.
- Energía. La lucha contra el cambio climático y la agenda verde es un punto fuerte para la demócrata, siempre partidaria de ayudas para nuevas energías. Ha suavizado mucho su oposición al fracking, pues muchos estados tienen importantes proyectos al respecto. Trump no cree en el cambio climático; al contrario, apoya la producción de petróleo. Se opone a las ayudas a los coches eléctricos y está dispuesto a acabar con toda la política que favorezca la agenda verde.,
- Precios. Kamala ha lanzado una atrevida propuesta para controlar los precios y combatir la supuesta especulación en su formación. Considera que la inflación es consecuencia de un exceso de codicia empresarial y, por eso, pretender aumentar la regulación bancaria. Trump considera que la inflación no se combate solo aumentando el precio del dinero. También es partidario de desregularizar la banca.
Estados Unidos no es que no sea una excepción, es que se ha convertido en estos últimos 15 o 20 años en el paradigma de la polarización política. Poco queda de aquel país unido que lideró el mundo con un modelo de capitalismo eficiente y una sociedad innovadora y progresista, que representaba un acicate para muchos ciudadanos del planeta. Hoy en día se encuentra dividido por la mitad con dos modelos y dos concepciones antagónicas que se miran con recelo. La agenda económica es uno de esos puntos de confrontación en que las dos visiones chocan frontalmente. Pronto sabremos qué modelo de los dos gestionará la economía del dólar.