La Convención Nacional Demócrata, que Kamala Harris cerró con un discurso en la noche del jueves, debía servir para proclamarla oficialmente como la candidata demócrata a la Casa Blanca, pero su efecto ha ido mucho más allá de eso. La encendida y aplaudida intervención de Harris puso el colofón a cuatro días de optimismo demócrata desenfrenado en la ciudad de Chicago y confirmó que la política estadounidense entró tras la retirada de Joe Biden en un nuevo ciclo en el que es Donald Trump el que va a remolque.
La candidata aprovechó el gran escaparate del discurso final de la Convención, ante decenas de miles de enfervorizados partidarios en el United Center de Chicago y millones de espectadores por televisión para hacer un llamamiento a la unidad nacional y presentarse como la líder que puede ofrecer al país “una nueva ruta hacia adelante” para “superar la amargura, el cinismo y las batallas divisorias del pasado”.
Si los oradores que la precedieron se centraron en apelar a los demócratas convencidos de las opciones reales de victoria en las elecciones de noviembre y la necesidad de movilizarse para conseguirla, Harris adoptó un tono presidencial y apeló a todos los votantes. Lo hizo presentándose como una figura capaz de cerrar las heridas de la división que desde hace años supuran en la política nacional. “Quiero que sepan que seré una presidenta para todos los estadounidenses”, prometió.
Todo, en contraste con un Donald Trump al que presentó como un peligro para la democracia. “Donald Trump es un hombre poco serio, pero las consecuencias de poner a Donald Trump de nuevo en la Casa Blanca”, dijo de su rival, al que acusó de que “quiere ser un autócrata”. Harris alertó de la concentración de poder en manos de Trump que se produciría si resulta elegido ahora que cuenta con una mayoría de jueces conservadores y a su favor en el Tribunal Supremo, pero, sobre todo, intentó plantear el duelo entre ambos como el pulso entre la mujer fiscal y el millonario convicto, el prisma por el que su campaña lleva semanas apostando y a que a tenor de la evolución de las encuestas parece estar dándole resultado.
Harris también reivindicó su carácter y su biografía como hija de inmigrantes criada en vecindarios de clase media de California y otros estados. A eso, a la clase media, dirigió algunos de sus principales mensajes. “Sabemos que una clase media fuerte siempre ha sido fundamental para el éxito de Estados Unidos, y construir esa clase media será un objetivo definitorio de mi presidencia. Esto es personal para mí. La clase media es de donde yo vengo”, llegó a afirmar.
Consciente de que la gestión migratoria es uno de sus puntos débiles frente a Trump, que no deja de presentarla como la principal responsable de lo que califica como “caos en la frontera”, Harris reivindicó su acción contra los traficantes de drogas y personas en California. “Los perseguí y gané”, afirmó.
También prometió que aprobará la ley de refuerzo de la seguridad fronteriza impulsada por Biden y que fracasó después de que los congresistas republicanos que habían decidido apoyarla cambiaran de opinión tras conocer que Trump estaba en contra.
No fue su única promesa. También prometió una ley para asegurar el acceso al aborto en todo el país, ahora restringido en muchos estados por la ofensiva republicana y una histórica decisión de un Tribunal Supremo dominado por jueces conservadores. “¿Por qué no confían en las mujeres?”, les preguntó a sus rivales republicanos. “Nosotros sí confíamos en las mujeres”.
Entre la multitud que siguió las palabras de Harris estaban su marido, Doug Emhoff, y otros miembros de su familia, Su hermana Maya tuvo un papel destacado al intervenir pocos minutos antes de que ella tomara el escenario.
Entre todos los asistentes se respiraba un clima de optimismo que algunos compararon con el vivido con Obama en la campaña de 2008 y que pocos imaginaban cuando a finales de junio vieron a su presidente y entonces candidato fracasar estrepitosamente en el debate televisado que lo midió a Trump. Menos de dos meses después, muchos creen que su sustituta está en camino de convertirse en la primera mujer en alcanzar la Casa Blanca y en la convención de Chicago demostró que está más que capacitada para el cargo.