Cuando Donald Trump acusó a Kamala Harris de ser “el zar de la frontera” del presidente Joe Biden sabía lo que hacía. Las encuestas revelan que la inmigración irregular es una de las principales preocupaciones de los votantes y que la mayoría de ellos creen que Trump la manejaría mejor de lo que lo ha hecho Harris como vicepresidenta.
El candidato republicano caracteriza a Harris como una “holgazana” incompetente, responsable de lo que los republicanos llaman “caos” en la frontera sur de Estados Unidos, porque es consciente de que esos ataques pueden darle réditos en las elecciones de noviembre. La migración se ha convertido en uno de los principales frentes de ataque en un Trump que busca recuperar la iniciativa perdida desde que Harris reemplazó a Biden como candidata demócrata el mes pasado y que estos días la ve recibir el calor de unos demócratas revitalizados en la Convención Nacional que celebran en Chicago.
Harris también sabe que el de la inmigración es uno de sus puntos vulnerables y ya se ha lanzado al contraataque. Su candidatura contrató la emisión de un anuncio televisivo en el que se afirma que como presidenta “contrataría miles de agentes fronterizos y se pondría dura con los traficantes de fentanilo y personas”. Su campaña ha empezado a poner el énfasis en la idea de que como fiscal en California, Harris tomó numerosas medidas y llevó muchos casos contra las bandas criminales que operan en la frontera con México.
Otro mensaje que los demócratas repiten estos días es que Trump no está interesado en resolver el problema migratorio porque intenta rentabilizarlo políticamente. Harris recuerda en sus actos de campaña que la última propuesta de la Administración Biden para endurecer el control fronterizo encalló en el Congreso por las presiones de Trump a los legisladores republicanos que se habían mostrado dispuestos a apoyarla. Según los demócratas, el veto de Trump solo buscaba impedir que Biden se anotara el tanto y su gobierno pudiera contar con más medios para poner orden en la frontera.
Harris recalca que como fiscal fue implacable en su persecución del crimen en la frontera, pero lo que la lastra más es que Biden le encargó al poco de tomar posesión que pusiera freno a la inmigración clandestina desde México y Centroamérica abordando la raíz del problema en los países de origen. Lo intentó sin los poderes absolutos que los republicanos le atribuyen cuando la comparan con los zares de Rusia. La misión de Harris entraba más en el campo de la cooperación y la diplomacia, y consistía, según la describió Biden entonces, en trabajar con los países centroamericanos para que “aceptaran migrantes retornados y mejoraran la aplicación de las leyes” en sus fronteras.
Harris asumió la tarea, nada fácil, y en 2021 y 2022 realizó sendos viajes a México y Centroamérica. En uno de ellos paró en Guatemala, desde donde lanzó su mensaje más firme y recordado a los migrantes: “No vengan; serán enviados de vuelta”. Junto al lenguaje firme, Harris reconoció la complejidad y el coste humano del asunto, y apostó por convencer a grandes empresas estadounidenses para que invirtieran en Guatemala, Honduras y El Salvador, de donde procedían en aquellos años la mayoría de los migrantes, para crear allí empleos que animaran a la gente a quedarse.
A instancias de Harris, gigantes como Nestlé, Meta o Visa prometieron más de 5.200 millones de dólares de inversiones, aunque no está claro cuánto de ese total llegó realmente a desembolsarse.
Los expertos señalan que el origen de la migración se ha desplazado en estos años y las entradas ilegales de centroamericanos han caído notablemente, mientras que cada vez llegan más venezolanos, chinos y gentes de otras nacionalidades. No obstante, se cree que factores internos, como el éxito de la guerra del presidente Nayib Bukele contra la delincuencia, que ha logrado reducir la tasa de homicidios en un 70% en El Salvador, han tenido un impacto mayor que las inversiones alentadas por Harris.
Sea como sea, el problema para Trump es que el flujo de entradas ilegales ha disminuido considerablemente. Si bien es cierto que en los primeros años de gobierno de Biden se dispararon y llegaron a alcanzar niveles récord en 2022, cuando las autoridades estadounidenses interceptaron a más de 2 millones de inmigrantes clandestinos en la frontera con México, este año se ha registrado un descenso sostenido y significativo. El mes pasado fueron poco más de 50.000 los interceptados, una cifra inferior a las de los últimos meses de la presidencia de Trump, por mucho que él repita que dejó “la frontera más segura que nunca”.
Pese a la realidad de las cifras, el republicano insiste en explotar la inmigración irregular como su gran arma electoral. Harris ha dicho recientemente que está más que dispuesta a contrastar sus resultados en política migratoria con los de su rival. Si logra convencer a los estadounidenses de que, también en esto, Trump les miente, habrá dado otro paso hacia la Casa Blanca.