Hadas Jaoui-Kalderon salía de la casa de su madre tras celebrar el último día del Sucot, paradójicamente la fiesta judía que conmemora el alcance de la tierra prometida tras 40 años de travesía por el desierto. Aún perduraban los olores de los guisos y la jalá entre las viviendas. Pero no fue eso lo único que se introdujo en el cuerpo de Hadas. Un negro viento que llegaba desde Gaza la sacudió. Entre los vecinos del kibutz Nir-Oz, a 2 kilómetros de la franja, se hablaba de cierto movimiento extraño en las vallas. Apartó los pensamientos de su mente.
Sus dos hijos mayores no estaban con ella, y los pequeños se encontraban en casa de su ex marido, Ofer. Hadas se fue a dormir sin saber que horas más tarde comenzaría a saber lo que significa la palabra infierno. En lo que ella define como un milagro, consiguió sobrevivir al ataque del grupo terrorista de Hamás.
La franco-israelí había convertido la mamad –el búnker de seguridad en las casas- en su lugar de trabajo como terapeuta: una camilla, aceite, música relajante… que aquel día viró como lugar de mayor estrés y pánico de toda su vida. “Al.lahu-àkbar! ¡Al lahu-àkbar!” Cuando los asesinos entraron en su casa, ella puso todo su cuerpo contra la puerta y consiguió bloquear el mecanismo de apertura del picaporte durante horas. “El dolor de mis manos fue el mejor aliado frente al terror”.
Su ex marido marido e hijos pequeños no corrieron la misma suerte. Hadas no cejó en su lucha por sacarlos de las garras de Hamás. El destino de Ofer y su hija Sahar fueron los túneles, y Erez cayó en manos de una familia gazatí. Fundó el movimiento Mom Force, y llegó a entrevistarse hasta con el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y el de Francia, Emmanuel Macron.
Sus hijos entraron en la lista de los elegidos en el primer intercambio de rehenes entre Israel y Hamás. Ofer sigue cautivo en los túneles de Gaza. 52 días sin ellos (Ed. Nagrela) es el desgarrador testimonio de esta madre que sólo la esperanza de tener a sus hijos de nuevo con ella le hizo no tirarse desde lo alto de la torre del Centro Azrieli, donde fue acogida.
Lo primero y más importante, ¿Cómo están sus hijos?
No están bien, viven inmersos en el trauma que les dejó su secuestro. Y no se encontrarán mejor hasta que no vuelva su padre.
¿Qué últimas noticias hay de él?
Hace tiempo que sí tuvimos una prueba de vida, pero actualmente no sabemos nada. Mantenemos la esperanza de que esté vivo.
¿Por qué escribir este libro?
No dejé de luchar cuando volvieron mis hijos. Simplemente he cambiado mis medios, ya no puedo estar fuera todo el tiempo. Las entrevistas y este libro es una manera de que la historia llegue a mucha gente para que lo que sucedió no caiga en el olvido. Una editorial francesa contactó conmigo y acepté.
En su libro habla de que notaba en la atmósfera que algo malo iba a suceder. ¿Puro presentimiento o estaba fundamentado en algo?
Sentíamos que había grupos haciendo cosas fuera de la normalidad habitual, pero nos dijeron que no nos preocupáramos, que eran entrenamientos normales.
¿Quiénes les transmitieron ese mensaje? ¿Las autoridades israelíes?
Los responsables de la seguridad de la zona. En el kibutz había una persona de seguridad, que estaba en contacto con todas las autoridades del país, y toda la información que recibían era de normalidad.
¿Qué ejercicios de entrenamiento veían que hacían?
No veíamos los ejercicios, se efectuaban al otro lado de la verja. Mucha población se acercaba a la valla y la zarandeaban, pero no pasaban de ahí. Más adelante, a través de informes, entendimos que eran ejercicios de entrenamiento para ese día.
En su libro aborda el hecho de que el Ejército israelí tardó en llegar. ¿Dónde cree que estuvo el fallo?
No sé qué ocurrió. Sólo sé que tardaron muchas horas interminables. Es evidente que más adelante tendrá que haber comisiones de investigación para esclarecer los hechos.
Describe atisbos de humanidad entre los terroristas. Uno dejó que su hija visitara a su padre en los túneles. ¿Cómo se explica en salvajes que a la vez quemaron a gente viva?
(Diez segundos de silencio, calibra la respuesta) La mayoría fueron muy agresivos. También los gazatíes que tuvieron rehenes en sus manos. Mi hija vivía en el miedo constante porque la mataran, torturaran o violaran. Pero hubo una persona en la que vio un pequeño rayo de humanidad e intentó conseguir más seguridad. En el momento del ataque no venían a conquistar, venían a masacrar. Cuando pasaron del terrorismo a ser guardianes de los presos, la adrenalina bajó y estuvieron en otro modo.
Habla en su libro de que atacaban con música techno a todo volumen. ¿Se creían que estaban en un videojuego?
Totalmente. La primera frase que me dijo mi hijo es que había vuelto del juego Fortnite. La mayoría estaban drogados y la música era como un elemento que les empujaba a seguir adelante. A medida que escuchabas el sonido más fuerte sabías que se acercaban.
¿En qué condiciones vivía su hija dentro de los túneles?
Vivía 60 metros bajo tierra, sin casi oxígeno. No sabía si era de día o de noche. No vieron la luz durante toda su cautividad. Tenían raciones de comida mínimas, no sabía si al día siguiente iba a tener, por lo que siempre guardaba un poco. Muy rara vez les dejaban asearse. Ella suplicaba para tener más comida o una ducha. Las condiciones eran duras para todos, pero en mayor o menor medida según el vigilante.
¿Cuidados médicos? De alguna manera tienen que asegurarse secuestrados vivos.
A pesar de ser una moneda de cambio, no todos tenían medicación. Muchos ancianos tenían las enfermedades crónicas de corazón, colesterol, etc, por lo que algunos de mi kibutz murieron en los túneles. Incluso a los que trataban en los hospitales lo hicieron en condiciones deplorables, como operarles sin anestesia. Hay gente que ha vuelto con discapacidades producidas por los tratamientos practicados allí.
Hay informes que vinculan la UNRWA con Hamás, el dinero que envía la ONU va a parar a terroristas que se convierten en multimillonarios… ¿Qué replanteamiento deben hacer los organismos internacionales?
No hicieron lo que tenían que hacer en el ataque del 7 de octubre. Nadie ha visitado a los rehenes, ni la Cruz Roja, ni Unicef… Toda la financiación que se le dio a la UNRWA fue destinada a otro propósito y los organismos internacionales no lo controlaron. Los miembros de esa agencia tuvieron a rehenes en sus propias casas, apuntados con armas. Lo sé porque mis hijos lo escucharon. Y lo que imparten en los colegios, incluso de infancia, es el odio y la santificación de la muerte.
¿Por qué cree que el feminismo está silenciado con las mujeres israelíes violadas y torturadas?
Nos hemos sentido muy solos porque el mundo no se posicionó violentamente en contra tras el 7-O, cuando es lo que tenían que haber hecho por lo que pasó, no por a quién le pasó. Fue muy difícil leer los informes sobre las agresiones sexuales, pero me obligué a hacerlo.
¿Qué opina acerca de la solución de los dos Estados por la que aboga el Gobierno español?
Ha habido muchas oportunidades de llegar a esa solución y no las aceptaron. Con todos los millones que han recibido podían haber desarrollado industria, turismo… Y no les interesó. Aún así creo que debe ser una solución política.
Donald Trump ha amenazado: Oriente Medio arderá en el infierno si el día de su investidura no están todos los rehenes en casa. ¿Va a ser un elemento de presión real?
Hace un año que no hay ningún movimiento para liberar a los rehenes. La llegada de Trump es una esperanza de que algo pueda evolucionar. No sabemos qué hará, pero seguro que será un elemento de presión potente en un acuerdo para el retorno de los rehenes.