Esta semana, todos los ojos se han centrado en una remota isla de apenas 60.000 habitantes: Groenlandia. Sus elecciones generales han sido las más seguidas de la historia, después de que el presidente estadounidense Donald Trump, haya expresado su interés en adquirir y controlar la isla. Una inédita obsesión que volvió a hacer pública delante del mismísimo secretario general de la OTAN este jueves.
El partido proempresarial Demokraatit, de centroderecha y defensor de una independencia gradual de Dinamarca, emergió como la fuerza política más votada, obteniendo el 30% de los sufragios. Le siguió el partido Naleraq, que aboga por una independencia inmediata, con el 25% de los votos. Los partidos tradicionales, Inuit Ataqatigiit (IA) y Siumut, sufrieron una notable disminución en su apoyo, alcanzando el 22% y 15% respectivamente.
La independencia de Groenlandia, el tema principal de las elecciones
La independencia se convirtió en el tema central de la campaña en las elecciones del martes tras la reiterada insistencia de Trump en que Groenlandia es vital para la seguridad nacional de Estados Unidos y acabará formando parte de su país. Algo que el líder de Demokraatit, Jens Frederik Nielsen, calificó de “amenaza para nuestra independencia política” las palabras de Trump.
Groenlandia es considerada parte de Dinamarca desde 1953, y ha estado en vías de independencia desde 2009, cuando el Gobierno de Copenhague reconoció su derecho a la autodeterminación en virtud del derecho internacional. Ahora, tras los resultados finales de las elecciones y la reconocida victoria del partido Demokraatit, Nielsen declaró que “la gente quiere un cambio”. “No queremos la independencia mañana, queremos construir una buena base”.
La obsesión del magnate
Trump pone el foco en Groenlandia debido a su ubicación estratégica a lo largo de importantes rutas aéreas y marítimas en el Atlántico Norte, además de albergar la Base Espacial Pituffik de Estados Unidos, clave para operaciones de vigilancia espacial y alerta de misiles. Además, la isla cuenta con grandes yacimientos de tierras raras, esenciales para la producción de dispositivos electrónicos y tecnologías de energía renovable.

Un montaje con Donald Trump y, al fondo, el mapa de Groenlandia
Durante su reunión con Mark Rutte, Trump afirmó que “Dinamarca está muy lejos” de Groenlandia y cuestionó si ese país aún tenía derecho a considerarla parte de su reino.
“Un barco llegó allí hace unos 200 años y afirman tener derechos sobre la isla”, comentó Trump. “No sé si eso sea cierto. De hecho, no lo creo”.
¿Cómo viven las mujeres en Groenlandia?
La población en Groenlandia tiene ascendencia diversa, con influencias indígenas y europeas. Con una población de 57.000 habitantes, Groenlandia ha sido habitada originalmente por pueblos inuit provenientes del Ártico norteamericano, la isla también recibió a vikingos de regiones nórdicas e Islandia. Actualmente, aproximadamente el 87% de la población es nacida en Groenlandia, mientras que el 13% proviene de Dinamarca y otras partes de Europa.
Curiosamente, a diferencia de países como España, el 53% de la población son hombres y el 47% mujeres.
Alta tasa de fertilidad
Las mujeres groenlandesas suelen hablar tanto groenlandés como danés. La tasa de fertilidad es relativamente alta, con un promedio de 2,45 hijos por mujer.
Las ciudadanas groenlandesas han logrado avances notables en los ámbitos educativo y político. Según datos de Statistics Greenland, una de cada cinco mujeres inicia estudios superiores, en comparación con uno de cada diez hombres. Este progreso se refleja en la representación política, donde tres de los cinco municipios de Groenlandia son liderados por alcaldesas, y diez mujeres ocupan escaños en el Parlamento.

Las inuit de Groenlandia, Ataqatigiit, celebran una fiesta electoral
Las groenlandesas mantienen vivas muchas tradiciones culturales. En ocasiones especiales, visten el traje nacional de Groenlandia, caracterizado por un cuello alto y patrones bordados, siendo la versión femenina más colorida que la masculina. Las “kamik”, botas altas tradicionales, son de color rojo para las mujeres casadas y blancas para las solteras. Son reconocidas por su laboriosidad e independencia.
Aunque la prostitución es ilegal en Groenlandia, históricamente, algunas tradiciones inuit incluían la “prostitución hospitalaria”, donde los anfitriones ofrecían a sus esposas a los huéspedes, aunque estas prácticas ya no son comunes en la isla más grande del mundo. Además, Groenlandia enfrenta una de las tasas de suicidio más altas del mundo, superando los 80 suicidios por cada 100.000 habitantes, en contraste con la media mundial de 9.
La violencia reproductiva
Entre las décadas de 1960 y 1970, miles de mujeres inuit fueron sometidas a la inserción de dispositivos intrauterinos (DIU) sin su consentimiento, como método anticonceptivo obligatorio. Esto formó parte de una política de control de la natalidad implementada por las autoridades danesas. Este acto de violencia reproductiva ha dejado cicatrices profundas en la comunidad y ha sido objeto de recientes investigaciones y demandas.

Una mujer inuit
La política danesa de anticoncepción forzada tenía como objetivo frenar lo que Copenhague percibía como un número excesivo de nacimientos fuera del matrimonio en Groenlandia, además de reducir la tasa de natalidad en la isla. En una entrevista con DW, Henriette Berthelsen recuerda cómo ella y sus compañeras de clase fueron enviadas a salud pública sin que sus padres lo supieran. “Muchas chicas se pusieron a llorar en la sala de espera. Éramos muy jóvenes y nunca habíamos tenido contacto con chicos. Los DIU que nos pusieron eran grandes, estaban hechos para mujeres adultas. Todavía recuerdo el terrible dolor”.
Berthelsen, junto con otras mujeres afectadas, demandó al gobierno danés el año pasado, exigiendo una indemnización y una disculpa oficial. La política de anticoncepción forzada no solo dejó secuelas físicas, sino también profundas heridas emocionales en quienes fueron sometidas a este programa sin su consentimiento. “No recibimos ninguna ayuda psicológica del estado. Y si la buscamos, tenemos que pagarla nosotras mismas”, concluyó Berthelsen.