La división ha contaminado la primera semana de la cumbre sobre el clima, COP-29, celebrada en Bakú, Azerbaiyán. Por encima del propósito único de combatir el calentamiento global han primado las tensiones geopolíticas, los efectos de la elección de Donald Trump, las retiradas abruptas de la delegación de Argentina y Francia o la clara desconexión entre el foro organizado por Naciones Unidas y la corriente más activista que lucha contra el cambio climático. Esto último ha quedado plasmado con la ausencia de la sueca, Greta Thunberg.
La paradoja es inevitable. Si el objetivo permanente de la cumbre es “reducir las emisiones de forma drástica (…) sin dejar a nadie atrás”, lo cierto es que se han quedado rezagados hasta los adalides más proactivos de la batalla climática. Los interesados ya no hablan la misma lengua y la Torre de Babel se ha derrumbado por culpa de los decibelios de un ruido que ha desviado la atención.
“El sonido que oyen es el tictac del reloj”, sostuvo el martes António Guterres refiriéndose a la urgencia para no llegar al fatídico incremento de 1,5 grados centígrados. El segundero sigue sonando pero el chirrido de los cuchillos ha puesto el foco en el desacuerdo, no en el debate, y mucho menos en las soluciones.
Ante las escisiones surgen cuestiones difíciles de evitar: ¿deben anteponerse los principios sobre el objetivo último de reducir las emisiones? ¿Es obligado pasar por el aro con tal de salvaguardar el único foro de influencia real para combatir el calentamiento global? Y la que quizás es la cuestión más básica, ¿por qué se ha celebrado el COP-29 en Azerbaiyán?
La activista sueca va por libre
Thunberg ha dejado clara su prioridad. En una intervención a comienzos de semana durante una manifestación en Tiflis, Georgia, la activista calificó al país anfitrión como un “petroestado autoritario”. A partir de esa premisa, elaboró su argumento este jueves en un foro paralelo titulado: ‘El impacto de la agresión de Azerbaiyán sobre los derechos humanos y la protección del medio ambiente’, que organizó la Universidad Americana de Azerbaiyán (UAA). Allí, acusó al país caucásico de ser el responsable de la limpieza étnica contra los armenios en el Nagorno-Karabaj y de ser una de las naciones más activas en la extracción de minerales.
“Es repugnante que la COP-29 se celebre en este país”, prosiguió en su intervención. “Esto es hipocresía y duplicidad. Azerbaiyán no sólo comete estos crímenes sin que se le exijan responsabilidades. Además, se le da una plataforma para legitimar la limpieza étnica. El mundo permanece en silencio y se lo consiente. Los activistas azerbaiyanos viven como en una cárcel, privados de sus derechos. La limpieza étnica de la que es responsable Azerbaiyán, las privaciones y el sufrimiento que han padecido muchos armenios debido a su agresión militar, las torturas y los desplazamientos forzosos, los prisioneros y rehenes, las atrocidades físicas y psicológicas que ha sufrido la gente son categóricamente inaceptables”.
Un conflicto que sigue latente
El conflicto reciente en el Nagorno-Karabaj data de la época de Joseph Stalin, y representa el auge y el ocaso de la Unión Soviética. Oficialmente, el territorio forma parte de Azerbaiyán y así lo defienden los azerís (de credo musulmán) aunque para los armenios (cristianos) se trata de un estado independiente de facto bajo dominio azerí desde poco antes de la caída del Muro de Berlín. Fue entonces cuando la población de mayoría armenia quiso adherirse a la República de Armenia, mientras que Azerbaiyán se negó. En 2023, la lucha armada vivió su momento álgido. Durante el mes de septiembre de aquel año, Azerbaiyán realizó una incursión militar para recuperar la región. Aquella fue la última batalla duradera y miles de armenios se vieron obligados a abandonar sus hogares tras la ofensiva azerí. Se trató del último episodio de un conflicto que entre 1988 y 1994 dejó más de un millón de refugiados y 30.000 civiles fallecidos. En la actualidad, hay más de 300 presos políticos en las cárceles del país anfitrión de la COP-29.
“El mundo guarda silencio sobre todo esto”, continuó Thunberg. “Permite a Azerbaiyán maquillar de verde estos terribles crímenes, y esto es inaceptable. También es inaceptable que los países sigan comprando minerales a Azerbaiyán”, añadió.
Thunberg visitó el complejo conmemorativo del genocidio armenio de Tsitsernakaberd y el Museo del Genocidio Armenio. Allí escribió el siguiente mensaje: “Gracias por vuestro incalculable trabajo. Ahora es el momento para que todos nosotros continuemos expandiendo un mayor conocimiento y demandemos justicia. Nunca más para nadie”.
El adiós de Francia y Argentina
Todo esto sucedía mientras la cumbre COP-29 vivía su propia guerra interna. Francia y Argentina decidieron retirar a sus principales negociadores. Los europeos, porque el presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, -afín a Vladimir Putin y quien dijo que el petróleo y el gas son un regalo de Dios– acusó a su homólogo francés, Emmanuel Macron, de “matar brutalmente” a civiles durante las protestas recientes en Nueva Caledonia, territorio que junto a otros describió como colonias. Aquellas palabras son fruto del apoyo histórico de los galos a Armenia en el conflicto armado. Agnès Pannier-Runacher, ministra francesa de Medio Ambiente, decidió no asistir a Bakú, tras calificar los comentarios de Aliyev de “indignos”. Ante la no presencia de altos cargos, el encargado de asistir a las reuniones ha sido el embajador francés para el clima.
Además, Argentina retiró a sus negociadores el miércoles por orden de su presidente, Javier Milei. El mandatario argentino comulga con Donald Trump, quien ya ha señalado en varias ocasiones que se retirará de la Cumbre de París. Ambos mantuvieron una conversación un día antes de la retirada de la delegación argentina. El todavía presidente estadounidense, Joe Biden, tampoco asistió a la cumbre, como no lo hizo la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, el presidente de China, Xi Jinping, el primer ministro de India, Narendra Modi, o el mandatario de Brasil, Lula da Silva.
Azerbaiyán depende del gas y del petróleo
Y así, entre achaques y ausencias, la conferencia más relevante para paliar los efectos del cambio climático ha celebrado este viernes el Día de la Paz. Justo cuando Israel lanzó otra ofensiva mortal contra Gaza y el Líbano.
Entretanto, el ruido está eclipsando la conferencia. Los activistas medioambientales contrarios a la celebración de la cumbre en Bakú, exigen que Azerbaiyán reduzca su dependencia del petróleo y el gas, sectores que financian cerca del 60 por ciento del presupuesto gubernamental. El descontento que encarna Thunberg es generalizado y la división de la COP-29 es aguda.
“La COP29, que debía ser una plataforma abierta e integradora para la acción climática, se está convirtiendo en todo menos eso”, ha declarado a la BBC Bashir Suleymanli, defensor de los derechos cívicos en Azerbaiyán.
Aún queda una semana más de cumbre climática para saber qué conclusiones se sacan para alcanzar el neto cero de cara 2050 que paliaría los efectos del calentamiento global.