Se nota que el juicio del caso Mazan va alcanzando momentos críticos, porque la víctima principal, Gisèle Pelicot, mostró por primera vez signos evidentes de nerviosismo. Caracterizada por su calma frente a las cámaras, su coraje y su dignidad, Gisèle llevaba desde el inicio del juicio soportando en silencio los testimonios y defensas de sus violadores: 50 hombres están acusados de haberla violado a lo largo de 10 años, mientras su marido Dominique, que también la violaba, la drogaba para que estuviera inconsciente.
Pero algo cambió cuando se proyectaron algunas de las fotos comprometedoras que su marido sacaba durante los abusos. Estas imágenes, según la defensa, intentaban sugerir que Gisèle había consentido en los hechos de los que se le acusaba a su exmarido, Dominique Pelicot, y a decenas de hombres implicados en los abusos.
Las imágenes en cuestión fueron tomadas sin su consentimiento, algo que Gisèle reiteró durante el juicio. «Es humillante, totalmente degradante», exclamó con visible angustia frente al tribunal.
Estas fotos formaban parte de los archivos de Dominique Pelicot, quien las hizo sin que ella lo supiera, y fueron utilizadas por los abogados de la defensa para intentar argumentar que sus clientes habían sido engañados al creer que Gisèle era una participante activa en los actos sexuales. Gisèle, por el contrario, insistió: «Entre “he atraído”, “he fingido”, “estaba borracha”, ahora quieren hacerme pasar por culpable. ¿Quién es la culpable en esta sala?».
La situación escaló cuando uno de los abogados de los acusados llegó a sugerir que las fotos demostraban que Gisèle estaba consciente durante los hechos. En respuesta, ella relató cómo, durante años, su exmarido la drogaba con ansiolíticos sin su conocimiento, lo que le provocaba episodios de confusión y pérdida de memoria. «Pensé que tenía un tumor cerebral o alzhéimer. No recordaba nada», explicó, rechazando rotundamente cualquier insinuación de consentimiento.
El consentimiento imposible de Gisèle
A lo largo de su intervención, Gisèle se ha enfrentado con firmeza a las preguntas y acusaciones, defendiendo su dignidad y su verdad. En medio del interrogatorio, su exmarido, Dominique Pelicot, también tomó la palabra para confirmar que las fotos fueron tomadas sin su consentimiento. Sin embargo, su respuesta a cómo logró capturar esas imágenes en secreto provocó un momento tenso en la sala. «Deme un móvil y le digo cómo lo hice», osó bromear Pelicot, lo que causó risas entre algunos presentes, mientras que Gisèle permanecía impasible.
La defensa, liderada por la abogada Nadia El Bouroumi, trató de desestabilizar a Gisèle con una serie de preguntas agresivas y repetitivas. A lo largo de varios minutos, la letrada se dirigió a gritos a la víctima, insistiendo en que ella había permitido que esas imágenes fueran presentadas en el juicio. Gisèle, sin embargo, no se dejó intimidar y respondió con calma, asegurando que había tomado esa decisión para que el proceso fuera lo más transparente posible, pero que en ningún momento había dado su consentimiento para los actos de los que se le acusaba a su exmarido y a los otros hombres implicados.
El ambiente en la sala se tornó cada vez más tenso. Pelicot afirmó repetidamente que la totalidad de las fotos fueron tomadas sin que Gisèle lo supiera y que nunca se habían publicado en Internet para atraer a otros hombres, sino que las había guardado para su «placer personal». Pero a pesar de estas declaraciones, varios de los acusados argumentaron que pensaban que Gisèle estaba participando de manera consensuada en juegos sexuales, creyendo que formaba parte de una pareja liberal.
La violación, por definición
Uno de los momentos más impactantes ocurrió cuando Gisèle respondió directamente a estas afirmaciones: «No hay ‘violaciones y violaciones’. Solo hay un tipo», dijo en referencia a un abogado que había intentado minimizar las intenciones de algunos acusados. Con esta declaración, Gisèle dejó claro que no había espacio para justificar o suavizar lo que había sucedido, reafirmando que nunca consintió ni participó voluntariamente en los abusos.
Durante el juicio, Jean-Pierre M., uno de los coacusados, también admitió ser culpable y pidió una «dura condena». Aunque no estaba acusado de agredir sexualmente a Gisèle, Jean-Pierre reconoció haber replicado con su esposa el mismo patrón de abuso que Dominique Pelicot había implementado con Gisèle. Esto solo añadió más peso a las acusaciones contra Pelicot, quien era el cerebro detrás de los abusos.