El trayecto de los palestinos rescatados por España desde una Franja de Gaza sitiada, cruzando el umbral de Egipto, se despliega no como una simple travesía, sino como una narrativa de supervivencia y pérdida tejida a través de incontables desplazamientos forzados por los bombardeos israelíes. Sus casas, repletas de memorias, risas compartidas y los rostros de sus seres queridos plasmados en fotografías, quedaron atrás justo antes de que fueran reducidas a escombros y cenizas. Llegaron a Madrid 39 palestinos, niños, mujeres y hombres, que poseían pasaportes y residencias españolas, después de que el Gobierno español los evacuara en un avión militar en diciembre.
Mientras se inicia una nueva evacuación de decenas de miles de personas en Rafah, ante un ataque inminente israelí en el sur de Gaza, en Artículo14 entrevistamos a algunas de las mujeres evacuadas que intentan rehacer su vida en España. La mayoría ve con horror lo que sucede en la Franja. “Lo que está ocurriendo en Rafah es triste y doloroso, pero soy optimista sobre un próximo y real alto el fuego”, auguran sobre el futuro.
Dunia: “Vimos la muerte con nuestros propios ojos a cada segundo”
“Mi vida era feliz con mis hijos, y aunque Gaza no es el paraíso, es el querido hogar donde nací y viví”, explica Dunia a Artículo14, quien ahora reside a las afueras de la capital española. “Pero cuando comenzó la guerra, intenté adaptarme como el resto de los vecinos a las difíciles condiciones como la escasez de alimentos y los constantes cortes de electricidad“. Dunia vivió 40 días seguidos bombardeo continuo: “Vimos la muerte con nuestros propios ojos a cada segundo”. La gazatí reconoce que huyó con sus parientes varias veces “para salvar nuestras vidas, pero en pocos días perdí a 80 miembros de mi familia. La peor pesadilla fue la pérdida de mi propio hijo Haitham“, lamenta Dunia.
“España nos sacó de Gaza y durante todo el viaje estuve en un estado de desmayo”, reconoce. “Todo en mí murió después de dejar Gaza”, asevera, no sin antes confesar que “sí, físicamente estoy aquí en Madrid, pero dejé mi corazón allí en Gaza, donde la muerte acecha en cada rincón”.
Shaima Shihdeh: “Quería salvar a mis hijos de la muerte”
Cerca de Dunia está Shaima Shihdeh, una farmacéutica y madre de tres hijos. Shaima describe la odisea de su salida con su esposo e hijos, portadores ellos de la nacionalidad española. “Nos vimos obligados a partir bajo un diluvio de bombas y las condiciones inhumanas que habíamos estado soportando desde el inicio de la guerra”.
En cuanto al posible reconocimiento del Gobierno español a Palestina, Shihdeh manifiesta que “es un paso importante y justo. Estaría muy feliz si se lograra en un futuro cercano. Espero que el Gobierno cumpla su promesa de reconocimiento, ya que la justicia de establecer un estado palestino independiente es uno de los elementos más importantes para lograr la paz y la estabilidad”.
Shaima Shihdeh indica que la “decisión de partir, de dejar nuestro país, nuestra gente, nuestra casa y toda nuestra vida, no fue una decisión nuestra”. Y es que tras “pasar 50 días en guerra, quería salvar a mis hijos de la muerte”, admite la farmacéutica.
Shaima Shihdeh se queda sin palabras para describir lo que vio: “Salimos de nuestra casa el primer día de la guerra, a medianoche, solo con nuestra ropa, sin dinero, sin comida, sin nada. Salimos en la oscuridad buscando un lugar seguro. Nos refugiamos esa primera noche en una tienda vacía sin electricidad ni agua, donde dormimos en el suelo”.
Sus noches eran “terroríficas”, sin saber “si veríamos el amanecer de un nuevo día. La muerte y la oscuridad estaban en todas partes”. La gazatí explica que “siempre abrazaba a mis hijos, no porque ellos estuvieran asustados, sino porque yo estaba más asustada que ellos”.
Agradecida, da el motivo de su supervivencia. “Sobrevivimos a la muerte porque mi esposo y mis hijos tienen la nacionalidad española”. Recuerda que cuando salió de Gaza, “mis sentimientos eran encontrados. Por un lado, estaba feliz de haber podido salvar a mis hijos, no podía creer que habíamos escapado de esa pesadilla y que estábamos a salvo. Pero esa pesadilla todavía me persigue, estoy asustada y preocupada por mi familia y mis seres queridos que dejé atrás bajo los bombardeos y el asedio”.
Con todo, Shaima Shihdeh confiesa que echa de menos su “vida sencilla anterior, era tranquila y pacífica, esperando a que mis hijos regresaran de la escuela. Éramos felices en nuestra casa y con nuestra gente, éramos felices en Gaza. Somos afortunados de que España pudiera salvarnos y estamos agradecidos con este hermoso país y su gente amable que nos acogió”.
Sobre su día a día en España dice que, “por supuesto, nos enfrentamos a la barrera del idioma que no conocemos y una nueva cultura extraña para nosotros”. Es más, a veces se sienten “perdidos y no podemos comunicarnos con la gente a nuestro alrededor, pero haremos nuestro mejor esfuerzo para adaptarnos e integrarnos”. La gazatí confía en que aprenderá la lengua española y con la oportunidad de empezar de nuevo, “deseo una vida mejor para mis hijos, segura y sin miedo, que puedan soñar como los demás niños”. “Espero que tengamos un mañana más hermoso aquí en España”, augura.
Amelia Sayáns: “La peor guerra que he visto en todos los años que pasé en Gaza”
Hablamos también con Amelia Sayáns, una española que dejó España y vivió en la Franja durante más de 40 años. Tras su primera visita a Gaza, se enamoró “de esta ciudad hermosa, llena de árboles y vida en aquel entonces”, que le recordaba a paisajes de Valencia y de España, lo que hacía que su sensación de estar lejos de casa fuera menos intensa. Amelia Sayáns “vivió los mejores años” de su vida en Gaza. A pesar de las guerras y dificultades, construyó allí una casa y una familia, y vivió felizmente con sus hijos y sus nietos.
Al preguntarle sobre su travesía para salir de Gaza, asegura que “esta última guerra fue terriblemente peor de lo imaginable”. En su opinión, “fue la peor guerra que he visto en todos los años que pasé en Gaza”. Recuerda que desde el principio, “el consulado español en Jerusalén se puso en contacto con nosotros para ayudarnos a salir”. Con el aumento de los bombardeos, “abandonamos nuestra casa, dejando atrás todas nuestras pertenencias, todo lo que conocíamos y nuestros recuerdos”. Los primeros meses de conflicto bélico, estaban “sin comida, sin gas, sin agua, sin electricidad y sin medicinas”.
Confiesa que pasaron “momentos aterradores. Mis hijos tenían que salir a buscar comida y agua para nosotros”. Se desplazaron varias veces dentro de la Franja en busca de seguridad hasta que “finalmente el consulado español pudo ayudarnos a llegar de Khan Yunis a Rafah y luego cruzar la frontera de Egipto para venir a España“.
Una vez en España, Amelia Sayáns supo por sus amigos allí que su casa había sido quemada y destruida en un bombardeo israelí con misiles que dejó todo su barrio completamente desolado. Sobre un hipotético futuro, admite que no saben “cómo la situación en Gaza podría volver a ser como antes, cómo la vida podría regresar a este lugar después de toda esta destrucción. Los asesinatos y la destrucción en Gaza continúan”.
La brutalidad de la guerra se mantiene constante, ajena a quién la inicia y quién la sufre. Habituados a las imágenes de desolación y mortandad en Gaza. Más de 200 días de conflicto se han cobrado más de 34.000 vidas, entre ellas las de más de 14.000 niños, sin que nadie ponga fin a esta tragedia. La guerra ha dejado tras de sí 25.000 huérfanos y ha arrasado la mayoría de los centros de educación, sanidad e infraestructuras vitales. Quienes lograron esquivar la muerte aún enfrentan el tormento de sus recuerdos. Ante este panorama, surge la interrogante: ¿lograrán estas valientes mujeres trazar un nuevo comienzo y reconstruir sus vidas en la paz de España, lejos del estruendo y la devastación?