La campaña de la ultraderechista Marine Le Pen a las elecciones presidenciales de 2022 está siendo investigada por presunta financiación ilegal, anunció este martes la Fiscalía de París.
La investigación se abrió por seis posibles delitos, entre los que figuran malversación de fondos por personas que ejercen una función pública, falsificación de documentos y aceptación por un candidato en campaña electoral de un préstamo de una entidad, detalló la Fiscalía.
Otros posibles delitos investigados son préstamo de una entidad a un candidato en campaña, fraude contra una persona pública y uso de documentos falsificados.
La investigación se abrió el pasado 2 de julio y ha sido encargada a la brigada financiera de la Policía, que trabaja bajo la supervisión de un juez instructor.
La Fiscalía tomó la decisión tras evaluar un informe que le transmitió la Comisión Nacional de Cuentas de Campañas y de Financiaciones Políticas (CNCCFP).
Por ahora, ni Le Pen ni su partido, la Agrupación Nacional (RN), han reaccionado al anuncio de la investigación.
Las elecciones presidenciales de abril de 2022 dieron un segundo mandato a Emmanuel Macron, que ganó de nuevo en la segunda vuelta a Le Pen, a la que ya había batido en los comicios de 2017.
Sin embargo, en esa ocasión el margen de victoria de Macron fue apreciablemente más estrecho (17,1 puntos porcentuales, frente a los 32,2 de 2017).
Rompecabezas político
Con la Asamblea Nacional francesa convertida en un rompecabezas político y la izquierda en cabeza pero muy lejos de la mayoría absoluta, los partidos buscan un primer ministro capaz de recabar el apoyo suficiente para poder gobernar sin ser tumbado con una moción de censura.
Por la cámara desfilan este martes para recoger sus acreditaciones buena parte de los diputados elegidos el domingo en el Nuevo Frente Popular (NFP): el Partido Socialista (PS), la más radical La Francia Insumisa (LFI), los ecologistas y el Partido Comunista Francés (PCF).
La coalición de izquierdas insiste desde que el domingo se supo que iba a ser el primer grupo de la Asamblea en que el nuevo primer ministro tiene que salir de sus filas y ha prometido proponer un candidato esta semana.
Pero afronta dos grandes dificultades: una interna por el equilibrio de poder entre sus distintos componentes para decidir de dónde saldría el primer ministro; y otra externa por la necesidad de recabar apoyos para gobernar y sobrevivir a potenciales mociones de censura.
La mayoría absoluta se encuentra en 289 diputados, muy lejos de los 182 logrados por el NFP, a los que se podrían añadir varios diputados independientes de izquierda.
El bloque macronista se quedó con 168; la ultraderecha y sus aliados con 143; y los conservadores de Los Republicanos e independientes de derecha sumaron 60.
A éstos se suman algunos escaños de otros partidos menores o independientes diversos.
En ese contexto, el NFP ha asegurado por boca del socialista Boris Vallaud (uno de los nombres que más suenan para liderar el Gobierno) que “muchos” se sienten identificados con las medidas de “urgencia social” que recoge el programa conjunto que la izquierda fijó en el inicio de campaña, incluidos quienes están en el campo del presidente, Emmanuel Macron.
En declaraciones al canal BFMTV, Vallaud ha explicado hoy que “el Nuevo Frente Popular puede gobernar para tomar esas medidas”, con el respaldo de una Asamblea Nacional que haga valer el espíritu de “frente republicano” contra la extrema derecha.
A su juicio, las decisiones urgentes que tomaría la coalición de izquierdas, como elevar el salario mínimo o medidas para mejorar el poder adquisitivo de los franceses, no deberían provocar una moción de censura.
Entre los ecologistas, su secretaria nacional, Marine Tondelier, ha defendido que es más importante sacar el programa adelante que la cuestión de quién ocupa qué cargo.
Hay nombres de socialistas como el de Vallaud o el del primer secretario, Olivier Faure, que suenan con más posibilidades de generar respaldos para el puesto de primer ministro que un aspirante de LFI. Pero el NFP se enfrenta al dilema de que la familia más numerosa en la Asamblea es precisamente la del LFI.
Rechazo a La Francia Insumisa de Mélenchon
En el campo macronista, sin embargo, la resistencia a apoyar un Gobierno que incluya, y más todavía que pueda estar liderado, por La Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon, es muy alta.
“No queremos trabajar con La Francia Insumisa, que durante años ha mostrado que prefiere hacer que la Asamblea no funcione, en lugar de que funcione. Hay fuerzas en todo el arco político republicano que pueden trabajar juntas”, ha señalado este martes Roland Lescure, secretario de Estado de Industria y Energía.
En el mismo sentido se ha pronunciado la ministra de Transición Energética, Agnès Panier-Runacher: “La coalición se sitúa muy probablemente entre la derecha razonable y la izquierda responsable”.
Vallaud replicó al macronismo que los insumisos renunciaron a candidaturas para favorecer a aspirantes macronistas en las circunscripciones electorales donde lideraba la ultraderecha de Le Pen.
“Si queremos unir al país -ha advertido el líder del grupo socialista en la Asamblea- no podemos excluir”.
Pero Mélenchon es una figura muy controvertida incluso dentro del NFP. Y aunque él mismo tampoco se ha descartado definitivamente como primer ministro, prometió “ser parte de la solución y no del problema”, en una entrevista anoche con la televisión LCI.
Eso sí, dejó claro que LFI propondrá nombres para ocupar Matignon (residencia del primer ministro), como podrían ser la jefa del grupo en la Asamblea, Mathilde Panot, o el coordinador del partido, Manuel Bompard.
“Exigimos que Emmanuel Macron respete el voto popular optando por nombrar a un primer ministro del Nuevo Frente Popular”, ha insistido Panot al llegar este martes a la Asamblea.
Por su parte, figuras del macronismo procedentes de la derecha conservadora como el ministro de Interior, Gérald Darmanin, han asegurado que la apuesta debe ser diferente, más hacia la “derecha republicana”.
Aunque por esa parte del arco parlamentario tampoco dan las cuentas para lograr una mayoría absoluta sin incluir a la ultraderecha de Marine Le Pen.