Frágil, más conservador y desigual. El nuevo Gobierno que se presenta este martes ante la Asamblea Nacional francesa andará sobre la cuerda floja por su dependencia parlamentaria del partido de Marine Le Pen. Compuesto en gran parte de macronistas y republicanos -derrotados en las legislativas de julio y las europeas de mayo- los ministerios más importantes han recaído en manos de hombres y no habrá una ministra de Igualdad, ahora rebajada a una secretaria de Estado.
Pese la paridad cuantitativa casi plena (nueve ministros hombres y ocho mujeres, si no se cuenta el primer ministro Michel Barnier), los hombres gestionarán las carteras de Interior, Economía, Justicia, Defensa y Exteriores. “La paridad que interesa es también la cualitativa”, afirmó a Artículo14 Elisabeth Nicoli, copresidenta de la organización Alliance des Femmes. Es decir, no basta que los representantes tengan un proyecto para las mujeres, sino que sean también las propias mujeres a elaborarlos y decidirlos.
La igualdad no es prioritaria
El síntoma más claro de que los derechos de las mujeres no parecen ser una prioridad del nuevo Gobierno encabezado por Michel Barnier es el cambio de estatuto de la ministra de Igualdad. Aurore Bergé, hasta entonces ministra adjunta del primer ministro, ha sido sustituida por Salima Saa, ahora secretaria de Estado. Su gabinete estará subordinado al ministro Paul Christophe (Solidaridad, Autonomía e Igualdad). A diferencia de España, no hay un ministerio de pleno ejercicio para el tema de la Igualdad.
Una de las únicas personas del Gobierno sin haber sido antes parlamentaria o otro tipo de representante elegida, Salima Saa hizo carrera como empresaria. Fue directora comercial de la multinacional Veolia y próxima al expresidente conservador Nicolas Sarkozy. En 2020, Macron la nombró delegada del Gobierno del departamento de la Corrèze, cargo en el que estuvo dos años.
Los derechos de las mujeres
En plena efervescencia mediática por el caso de violación sistemática por sumisión química sufrido por Gisèle Pelicot, el arrinconamiento de los derechos de las mujeres a una secretaría -con menos posibilidad de coordinarse con los ministerios y sin gozar de un presupuesto a su altura- preocupa a decenas de organizaciones de la sociedad civil. En un documento recientemente publicado, ellas piden una ley integral contra la violencia sexual que cuente con medidas más efectivas de prevención, educación, policiales y penales.
“En materia de derechos de las mujeres, no esperamos nunca nada de nadie. Todo lo conquistamos luchando, y no será diferente ahora”, alerta Nicoli, que se dice preparada para ocupar las calles. Que el Gobierno sea conservador no le preocupa a priori. Al final, Simone Veil, legendaria ministra de Sanidad en el gobierno de Valéry Giscard D’Estaing y promotora de la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo, también lo era.
Ministras mujeres
Aunque cuenten con menos poder que los hombres, entre las ministras de rango más elevado, figuran la de Educación (Anne Genelet, próxima del ex primer ministro Gabriel Attal), la de Trabajo (Astrid Panosyan-Bouvet, de la ala macronista menos conservadora), la de Cultura (la conservadora Rachida Dati, quien repite en el cargo) y de Territorios y Descentralización (Catherine Vautrin, del partido de Macron).
El reparto desigual del poder ya se había verificado en la formación de la Asamblea (208 mujeres contra 369 hombres). En las elecciones anticipadas convocadas por Emmanuel Macron tras la disolución de la Asamblea el pasado junio, las candidaturas de mujeres eran en menor número (41%) y se presentaban en regiones con poca posibilidad de éxito.
El poder de Le Pen
Si no hay una mujer a ocupar un puesto clave del nuevo gobierno, sí que lo hay en la oposición. Se llama Marine Le Pen. Su partido Agrupación Nacional (RN, antes Frente Nacional), pese ganar en las europeas, salió en el tercer puesto en las legislativas, tras la creación de un frente republicano gracias a un pacto entre izquierdistas y macronistas. Pero será ahora juez del Gobierno Barnier.
Con sus 126 asientos (142 contando con sus aliados de la corriente de Éric Ciotti) y 11,5 millones de votos (el partido que más votos obtuvo en las urnas), el RN juega con presentar una moción de censura al primer ministro en el caso de que Barnier no sea lo suficientemente duro contra la inmigración y no invierta más en seguridad. La respuesta de Barnier ya ha sido clara, al optar por una composición todavía más conservadora que la precedente y abrazar demandas típicas de la ultraderecha.
Mientras tanto, Marine Le Pen comienza a responder ante la Justicia francesa por un esquema de contratación de asesores parlamentarios fantasmas que recibían su salario del Parlamento Europeo pero, en la práctica, trabajaban en París para el RN (antes Frente Nacional). Si le tocara la condena más dura, esta aspirante a presidenta podría verse inelegible en las elecciones de 2027, en las que parte como favorita.
Por todo ello, cuando este martes presente su Gobierno en la Asamblea, Michel Barnier -que todavía acapara el apoyo de los sectores financieros y de los grandes medios de comunicación- tendrá la difícil tarea de avanzar en un terreno hostil en el que cuenta con el apoyo de 212 diputados, lejos de la mayoría absoluta de 289 representantes. A la izquierda, el Nuevo Frente Popular, primera fuerza política en número de diputados y cuya candidata a primera ministra, Lucie Castets, fue descartada por Macron, ya ha anunciado que presentará una moción de censura, sin concretar la fecha. Este mecanismo de destitución del Ejecutivo sólo podría funcionar si, además de la izquierda, los lepenistas también votasen a favor de esta moción.