Mientras miles de padres israelíes vivían con el corazón en un puño la orden de reclutamiento enviada a sus hijos para ir a combatir a Gaza, un sector de la población seguía mirándolo de lejos.
“Sin la Torá, el pueblo de Israel no tiene derecho de existir”, se leía en una pancarta de un manifestante jaredí (ultraortodoxo) en Jerusalén. Frente a él, otro ciudadano ataviado con la bandera nacional y eslóganes exigiendo el alistamiento igualitario de toda la población, le recriminaba sus privilegios.
En Israel, un país habituado a crear estatus-quo para postergar debates existenciales, la burbuja jaredí amenaza con estallar. En un dramático dictamen de la Corte Suprema, se ordenó a principios de abril que los jóvenes ultraortodoxos mayores de 18 años deben ser reclutados por las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF), tal y como ocurre con la mayoría de los jóvenes israelíes. El máximo ente judicial del país, que pretendía ser debilitado por la “reforma judicial” impulsada por el “premier” Benjamin Netanyahu, no aceptó más demoras solicitadas por el ejecutivo.
Un pacto obsoleto
Probablemente, David Ben Gurion, el padre fundador del estado judío, no calculó la magnitud del pacto con el Rabinato en 1948, cuando se decretó una exención para que unos 400 estudiosos de la Torá se dedicasen únicamente a aprender contenidos religiosos judaicos. Tras la práctica aniquilación de la judería europea durante el Holocausto nazi, se concibió la medida como una garantía para proteger la tradición. No obstante, el estatus-quo generó un círculo vicioso, aprovechado por los ultraortodoxos para erigir una sociedad paralela al margen del nuevo estado secular.
Las yeshivás, instituciones educativas centradas exclusivamente en el estudio de la Torá, se multiplicaron para formar a las nuevas generaciones del sector de la población con más tasa de fertilidad. De esos 400 “sabios” protegidos, los ultraortodoxos han pasado a formar un 13% del total de la sociedad, y se estima que en 2042 alcanzarán el 21%. No estudian ni matemáticas, ni inglés, ni por supuesto cómo manejar un rifle. Solamente unos pocos integran al batallón “Netzaj Yehuda”, integrado exclusivamente por religiosos y manchado por casos de abusos contra civiles palestinos en los territorios ocupados de Cisjordania.
Enfrentamientos con las Fuerzas de Seguridad
“Jamás me uniré al Ejército”, clamaban manifestantes jaredíes en Mea Shearim, el barrio ultraortodoxo más radical de Jerusalén. Estas calles, que evocan a los guetos judíos europeos del siglo XIX, albergan a facciones antisionistas minoritarias, contrarias a la propia existencia del estado de Israel.
Pese a que muchos se benefician de subsidios económicos estatales, no reconocen a las autoridades del país y se enfrentan habitualmente a las Fuerzas de Seguridad. La máxima autoridad religiosa sefardí, el rabino Yitzhak Yosef -hijo del líder espiritual del partido Shas-, amenazó que “si nos forzáis a ir al Ejército, nos mudaremos al extranjero”.
Netanyahu, contra las cuerdas
La histórica resolución de la Corte Suprema pone a Netanyahu contra las cuerdas, ya que se le acumulan frentes abiertos. Los familiares de los 133 rehenes que siguen cautivos en Gaza le acusan de torpedear el acuerdo para su liberación; la extrema derecha le amenaza con implosionar el gobierno si renuncia a arrasar Rafah; las tensiones con la Casa Blanca, que insiste en cerrar el alto al fuego en Gaza, amenazan con aislar a Israel a nivel internacional; y ahora los políticos jaredíes le chantajean con dimitir si implementa el dictamen que obliga a sus jóvenes a ir a la mili. Por otra parte, miembros seculares del “gobierno de emergencia” creado tras el 7 de octubre presionan al “premier” para reclutar de inmediato a los ultraortodoxos.
No aceptarían mezclarse con militares mujeres
La gran incógnita pendiente es cuándo y cómo se implementará la medida judicial. Analistas militares de Israel alertan de las complejidades operativas que supondría un reclutamiento masivo de jóvenes jaredíes. Acostumbrados a seguir exclusivamente las consignas de sus rabinos y con un estilo de vida radicalmente diferenciado al del resto de la juventud israelí -muchos rechazan usar internet o ver la televisión-, su integración en la estructura militar no sería nada fácil. Por ejemplo, no aceptarían servir en unidades mixtas con mujeres.
Pese a ello, desde los sectores liberales del país les exigen alistarse, dado que los retos de seguridad de Israel exigirán máxima alerta y nuevos reclutamientos. Tras el ataque de Hamás, más de 360.000 reservistas fueron movilizados, en la movilización más masiva desde la Guerra del Yom Kipur (1973). “En el pasado era debatible, pero ahora es evidente que necesitamos más soldados”, exigió Yoaz Hendel, ex parlamentario llamado a filas.
Unos 13.000 mayores de edad al año
Los líderes ultraortodoxos temen ahora que los recortes en los subsidios para sus yeshivás dinamiten su sistema educativo segregado, primer paso para fomentar la entrada de jaredíes a las FDI. Según datos judiciales, unos 60.000 jóvenes religiosos reciben ayudas para estudiar la Torá. Cada año, unos 13.000 alcanzan la edad de alistamiento obligatorio (18 años).
La Corte Suprema ha dado margen al Gobierno para aplicar la nueva ley hasta el 30 de junio. Pese al jarro de agua fría, a los partidos ultraortodoxos les interesaría seguir sosteniendo a Netanyahu, ya que ante unas elecciones anticipadas que coronen a un hipotético líder centrista y secular, sus intereses podrían quedar aún más dañados.
La ebullición de las protestas por la “reforma judicial”, así como la masacre del 7 de octubre y los eventos posteriores, han acrecentado el choque entre los dos Israel, el liberal y el religioso. Muchos jóvenes que retornaron del barro gazatí, dejando atrás sus familias y trabajos, se cuestionan porqué deben arriesgar sus vidas mientras una parte de la sociedad no contribuye a la economía y la seguridad nacional. Pero para Ephraim Luff, veterano estudiante de una yeshivá en Bnei Brak, “el Ejército supone el último paso de la educación israelí para crear seculares desconectados de su legado judío”.
Voluntarias jaredíes
Cuando el pasado noviembre una veintena de mujeres jaredíes se presentaron voluntarias para alistarse a las FDI, el liderazgo espiritual ultraortodoxo entró en cólera. Hasta ahora, las mujeres han sido vetadas del servicio militar, y en el seno de sus comunidades amenazan con boicotear a quienes den el paso.
Por otro lado, un colectivo de madres israelíes escribió un llamamiento a las madres jaredíes, demandándoles que convenzan a sus hijos para unirse a filas: “Durante la historia, las mujeres judías protagonizaron actos valientes cuándo sus líderes fallaron”, les recordaron.