La imagen del rostro aterrorizado de Shiri Bibas, sosteniendo en brazos a sus dos hijos pelirrojos Ariel (4 años) y Kfir (9 meses) tapados con una manta, es de los recuerdos más espeluznantes de la matanza de Hamás del 7 de octubre de 2023. Mientras las casas de Nir Oz ardían y los terroristas se ensañaban sin piedad contra civiles indefensos, la madre y sus dos pequeños fueron secuestrados por los islamistas y llevados a la vecina Franja de Gaza.
El padre Yarden, que apareció en vídeos con la cabeza ensangrentada, fue capturado por separado. En caso de seguir vivo, no sabe nada sobre el estado de su familia. En un clip propagandístico de Hamás, Yarden aparece demacrado suplicando a Netanyahu que le devuelvan a los suyos.
La liberación que no fue
Teóricamente, los Bibas debían ser liberados durante la corta tregua de noviembre. Entonces, se liberaron a unos 80 israelíes, mayormente ancianos, mujeres y niños. Pero el Gobierno de Israel consideró que Hamás violó los términos del alto al fuego y se reanudó la guerra. El 29 de noviembre, los islamistas notificaron que Shiri y los niños murieron en un bombardeo israelí, pero la Armada hebrea no lo confirmó y lo consideró un intento de propagar terror psicológico.
A los padres de Shiri, Yossi y Margit, se les dio por desaparecidos hasta el 21 de octubre, cuando las cenizas de sus cadáveres calcinados halladas en su hogar fueron identificadas. Ante la extrema violencia empleada por los comandos de Hamás contra sus víctimas, fue difícil identificar a los más de 1.200 cadáveres del Shabat negro, el peor pogromo contra el pueblo judío desde el Holocausto nazi. En Nir Oz, el kibutz más cercano a Gaza, la matanza se saldó con 40 asesinados y 71 secuestrados, el 25% de la población.
El rehén más pequeño
Kfir, que cumplió su primer aniversario en algún túnel gazatí, es el rehén más joven. Shiri pronto vivirá su segundo cumpleaños en cautiverio.
Ante el primer aniversario del peor día de la historia de Israel, que se conmemorará después del año nuevo judío, familiares de los Bibas suplican desesperadamente. “Es importante que sigáis compartiendo nuestra historia, nuestra familia todavía sigue en manos de los terroristas de Hamás”, pide Ofri Bibas, hermana de Yarden, durante una videoconferencia con periodistas.
Ofri resume su huracán emocional del último año en dos palabras: incertidumbre y desconfianza. “No saber dónde están, si siguen vivos, si les torturan, si comen o beben, si ven la luz solar, me persigue a diario. Cuando tomo café, me ducho, o veo que mi hijo aprende algo nuevo, pienso en ellos”, cuenta. Ofri, que como muchos familiares de rehenes no trabaja y dedica todo el día a la causa por su liberación, vive con ansiedad y le cuesta respirar. Cuando un coche circula cerca de casa, tiembla. “Temo que sean oficiales informando de su muerte. Vivo con una piedra atascada en el corazón”, reconoce.
Sin confianza en la seguridad
Tras el trauma del 7 de octubre, la confianza se desvaneció. “No me siento segura en casa, y desconfío de la capacidad de mi país de protegerme”, continúa. El hecho de convertirse en la familia más “famosa” de la tragedia colectiva les añade más presión. “Se comparten muchas fake news que trato de ignorar, pero afecta mucho a nuestras vidas”, protesta. Y continua: “Ha pasado mucho en nuestras vidas este año. Di a luz hace cuatro meses. Pero seguimos encallados en el 7 de octubre. Nada terminó. No podemos recuperarnos. Las mentes están paralizadas”.
Los Bibas ya no saben que más exigirle a su gobierno y al mundo. “Solo podemos seguir presionando para lograr un acuerdo que pare la guerra, aunque Hamás exija la retirada de Gaza. Se debe hacer lo imposible para devolverles. Mantengo la fe, pero empiezo a perder la esperanza”, termina Ofri. No obstante, aclara que no se rendirá, porque “ellos sufren en el infierno tratando de sobrevivir”.
“Un crimen contra toda mi familia”
Yifat Zailer, prima de Shiri, no puede contener las lágrimas escuchando a Ofri. “Aun me cuesta creer que sea verdad, aunque hablamos a diario. En este año no procesamos tanto dolor acumulado, y en este aniversario me tocará ir a rendir homenaje a mis tíos en las tumbas de su kibutz”, lamenta. La campaña para liberar a sus seres queridos, que incluye incontables conferencias y visitas a Nir Oz, les impide digerir tantas emociones acumuladas.
“Somos gente de paz. Pese a vivir nuestros peores momentos, sentimos compasión. Se cometió un crimen contra una familia inocente y se violaron todos sus derechos humanos. El padre, incomunicado, siente que perdió todo lo que quería en su vida”, prosigue. Y denuncia: “no se puede liberar Palestina creando tanto horror. Mi tía Margit, que sufría Parkinson, no pudo huir ni esconderse. Mi tío Yossi amaba a sus nietos, y jamás abandonó a su mujer”. Los teléfonos de sus tíos fueron hallados en Gaza, por lo que inicialmente se sospechó que fueron secuestrados. “Pero los quemaron en casa con ellos dentro”, cuenta.
Un fracaso personal
Al no lograr el objetivo de liberarlos, los Bibas lo sienten como un fracaso personal. “Aquí sigo, un año después, llorándole a una cámara. ¿Dónde están?”, se pregunta Yifat. Tomer Keshet, primo de Yarden, tiene la mirada perdida. “Nos reunimos con embajadores para que el mundo nos crea. Somos familiares de inocentes que deben ser rescatados”, afirma. Pese a las promesas escuchadas, los suyos siguen en Gaza. “Es difícil seguir, no hay más gente con quien hablar. Nos vimos con todos los ministros de Israel, viajamos a Qatar, Europa, Argentina o EE UU, el padre de Yarden fue a la ONU con Netanyahu, y recibimos a influencers y celebridades”, continúa.
“Cuando al mundo ya no le importen los rehenes, será el momento en que mueran”, pronostica Tomer. La inteligencia militar hebrea cree que parte de los 101 israelíes cautivos ya están muertos. El asesinato de los seis jóvenes abatidos por Hamás en un túnel de Rafah causó un terremoto en Israel en septiembre. Pero el clamor popular exigiendo a Netanyahu un acuerdo se diluyó tras la expansión del conflicto en el Líbano y el ataque de misiles de Irán a Israel, que podría desencadenar la guerra regional. “Nuestra causa quedó relegada. Espero que se logre un acuerdo combinado en todos los frentes que permita liberarles”, suplica el joven.
Para Ofri, seguir hablando de su familia desaparecida la mantiene viva. Yifat no decae para que sus hijos la puedan mirar y digan: “Hicieron lo imposible durante los momentos más duros para la familia”. Eso le da fuerzas para educar a sus hijos lejos del odio y el miedo. Tomer seguirá peleando, y agradece a “toda la gente de buen corazón que nos da fuerza y nos comprende. Debe hacerse lo correcto”.