“Como primeras damas, estamos en una posición única para mejorar la vida de las mujeres y las niñas de nuestros países… Juntas, sé que podemos superar los obstáculos que aún tenemos por delante, y garantizar que nuestras hijas y nietas, y nuestros hijos y nietos tengan las oportunidades que se merecen”. Son palabras de Michelle Obama, quien fuera primera dama de Estados Unidos de 2009 a 2017.
La aboga y escritora, mujer del presidente demócrata Barack Obama, entre otras muchas tareas, aprovechó sus años en la Casa Blanca para fomentar la vida sana y una dieta más saludable en su país. Su papel tan activo durante el mandato Obama le ha valido para que muchos en el Partido Demócrata la vean ahora como una candidata ideal a la presidencia del país. Pero ¿cómo se mide y valora el papel de una primera dama?
Un rol sin definir
En la mayoría de naciones, la labor de las esposas o parejas de los jefes de Estado y de Gobierno no está regida en una Constitución ni sujeta a leyes, por lo que es más bien una decisión personal de cada pareja cómo tomarse los años en los que su consorte está al frente del país. Hay quien aprovecha para destacar o hacer algo bueno por sus conciudadanos, mientras que otras pasan de puntillas por este cargo que no han elegido.
This #InternationalWomensDay, I’m celebrating the remarkable grassroots leaders from the @GirlsAlliance who are working to create a brighter future for girls around the world.
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— Michelle Obama (@MichelleObama) March 8, 2024
Según explica a Artículo14 Cora Neumann, fundadora de la Alianza Mundial de Primeras Damas (GFLA, por sus siglas en inglés), “el papel ofrece importantes oportunidades para inspirar y apoyar cambios positivos”.
Neuman indica que “gracias a su plataforma nacional y a su proximidad a los responsables de la toma de decisiones, las primeras damas pueden apoyar a la Administración en retos sociales complejos, como la salud y la capacitación económica de las mujeres, la educación y el cambio climático”.
En opinión de la fundadora de esta organización sin ánimo de lucro, que comenzó su actividad en 2009, las primeras damas “lideran llamando la atención sobre problemas acuciantes y motivando a otros para que actúen”. A lo largo de la historia, “han asumido distintos papeles, como el de promotoras, pidiendo que se actúe sobre cuestiones concretas, y el de convocadoras, reuniendo a la gente”.
Es más, cuando sus prioridades coinciden con las políticas de la Ejecutivo, “las primeras damas obtienen los mejores resultados”. En muchos países, asevera Neuman, “el Gabinete de la Primera Dama trabaja activamente para apoyar a los Ministerios de Sanidad y Educación”.
Un máximo de tres prioridades
Desde la GFLA, que ya han respaldado a más de 50 primeras parejas, se aconseja las aconseja “que definan un máximo de tres prioridades que abordar durante su mandato y el papel que desempeñarán en cada una de ellas”. Neuman confiesa que durante “el tiempo que llevamos trabajando con primeras damas, hemos identificado ocho funciones que suelen desempeñar: defensora, facilitadora, catalizadora, convocadora, coordinadora, modelo, reconocedora y supervisora”.
“Defensora, facilitadora, catalizadora, convocadora, coordinadora, modelo, reconocedora y supervisora”
En suma, un encaje de bolillos nada fácil para las parejas de los mandatarios. A menudo se llama a las primeras damas “ministras de último recurso” debido al elevado número de crisis que se les pide que aborden, manifiesta Neuman. Pero “deben mantener la concentración para ser eficaces y alinear cuidadosamente su agenda con la de la Administración, sin excederse”.
Reconocimiento formal
Una de las grandes asignaturas pendientes para las primeras damas es la formalización de su Gabinete. Algo “clave para garantizar la eficacia de la gobernanza, la rendición de cuentas, la memoria institucional y las transiciones políticas”, expone la fundadora de GFLA.
“El reconocimiento formal del Gabinete también es fundamental para que la primera dama pueda desempeñar con éxito sus funciones, entre ellas aprovechar su plataforma para influir en las decisiones políticas y apoyar la aplicación en sus funciones de defensora, catalizadora, convocadora y coordinadora. Sin un reconocimiento formal de su cargo, estos recursos resultan a menudo inaccesibles”, describe Neuman.
El caso de Namibia
Neuman recuerda cómo en GFLA trabajaron estrechamente con la entonces primera dama de Namibia, Penehupifo Pohamba, para lograr que se formalizara la oficina de la pareja presidencial. Elaboraron una estrategia para sentar las bases en el país africano, una democracia relativamente joven.
“Esta estrategia incluía 1) una campaña de concienciación dirigida a las partes interesadas del Gobierno para que comprendieran mejor el papel de la primera dama y las oportunidades asociadas a su plataforma, y 2) la creación de un caso y la consulta a los Ministerios de Salud y Bienestar Social, Género y Bienestar Infantil, Finanzas y la Oficina del presidente sobre sus prioridades y los recursos necesarios para aplicar su programa”.
Así, cuenta Neuman, este proceso “dio lugar a un presupuesto trienal para poner en práctica las prioridades de la primera dama”. Y es que el duro trabajo de Pohamba (2005-2015) creó un entorno propicio para que las futuras primeras damas de Namibia lograran repercusión durante su mandato. La primera dama anterior, Monica Geingos (2015-2024), atribuye a la labor de base de Pohamba en la formalización del papel de primera dama su capacidad para ponerse a trabajar inmediatamente nada más asumir el puesto.
Una cuestión personal
Neuman insiste en que es una oportunidad única para servir a un país y defender ciertas causas. Sin embargo, hace hincapié en que “la forma en que una primera dama percibe la plataforma y se siente respecto al papel siempre será personal”.
Si bien la fundadora de la GFLA reconoce que en muchos lugares el rol ha evolucionado, como en Estados Unidos. La pareja del actual presidente, la doctora Jill Biden “ha seguido trabajando como educadora en colegios comunitarios mientras es primera dama”.
¿Prisma machista?
En su opinión, “lo que puede influir en la actitud de una persona ante este papel es su experiencia relacional con el sexismo los prejuicios sexistas”.
Y es que el estatus de la primera dama varía mucho de un país a otro, y el potencial de la plataforma no se reconoce en todas partes. Debido a ello, “las primeras damas no siempre reciben apoyo y se les arroja al papel sin formación ni recursos suficientes para cumplir las expectativas del cargo”, lamenta Neuman.
Es más, la fundadora de GFLA asevera que existe “un doble rasero” en lo que respecta a las expectativas de la sociedad sobre las primeras damas frente a los primeros caballeros. “Los maridos de las mandatarias electas rara vez experimentan la misma presión social para asumir las responsabilidades de una primera dama”. Con todo, Neuman detalla que ya se han dado algunos ejemplos “inspiradores” de hombres que han cambiado esta narrativa: el exprimer caballero de Nueva Zelanda, Clarke Gayford, marido de la exprimera ministra Jacinda Ardern, y el segundo caballero de Estados Unidos, Dough Emhoff, marido de la vicepresidenta Kamala Harris.