ZAKA es el acrónimo de Ziwi Korbanat Arson: Disaster Victim Identification Volunteer Emergency Community. La organización israelí encargada de recuperar los cuerpos de gente que ha muerto por causas no naturales como accidentes de tráfico, suicidios, ataques terroristas… Son voluntarios, la mayor parte policías auxiliares y médicos. Es el caso de Josh Wander, encargado de las emergencias médicas y que, durante más de tres días tras la masacre del 7 de octubre tuvo que, entre el resto de voluntarios, recopilar e identificar los cadáveres asesinados por Hamás.
“Incluso los voluntarios con más experiencia, 3,000 en el país, no estaban preparados para lo que vieron”, asegura. “Lo que vimos en el kibutz Kissufim fue inimaginable. Intentaré no entrar en demasiado detalle. Lo que se expone en cualquier museo del Holocausto es lo que vimos allí sin exagerar”.
El que el 7 de octubre fuera el día escogido por el grupo terrorista Hamás para asesinar y torturar a los judíos israelíes no fue aleatorio. Ese día se celebra el shabat, el séptimo día de la semana en el calendario hebreo. Y, además, según la tradición judía, éste comienza con la Génesis del mundo, el 7 de octubre. Eso significa para los más religiosos que ese día no pueden utilizar ni coches ni móviles. A Wander sí le llegaron las alertas al estar encargado de las emergencias médicas.
“A las 6.30 empezamos a oír las sirenas, lo que por desgracia no es inusual que ocurra en Israel”, comienza el relato. Todo se volvió más intenso y supieron que algo importante estaba sucediendo. En concreto, él recibió una llamada del Ejército porque es actualmente reservista.
“Había que conducir esquivando los cuerpos”
“La 232” es la carretera por la que se llega al sur de Israel, donde se encuentra Gaza y donde tuvo lugar la mayor parte de la masacre terrorista entre los kibutz de la zona y el festival Nova.
“Por la carretera había coches totalmente quemados y otros llenos de agujeros de balas. Había que conducir esquivando los cuerpos”, explica. Los primeros días eran de conflicto aún, con terroristas alrededor de la zona. Cuando iban a recuperar los cuerpos tenían que tener un perímetro de soldados para protegerles.
En un momento, uno de los soldados que les protegían murió.
Tres días sin descanso quedaron tatuados para siempre en los ojos de Wander. “Estas manos tuvieron bebés quemados vivos. También a soldados decapitados, y las cosas más abominables que te puedes imaginar”. Ante la pregunta de cuántos bebés, recuerda que “más de una docena”. “Estábamos sobrepasados. No fuimos preparados para ver lo que vimos. Trabajar durante horas analizando un bebé difícil de identificar porque está completamente quemado”.
“Los psicólogos tuvieron que ir a sus propios psicólogos para sobreponerse sólo por oír las historias”
“Cualquier miembro de ZAKA supo inmediatamente que hubo abusos sexuales. Normalmente cuando es una chica la que ha sido violada la Policía tiene un protocolo específico. En este caso queríamos recuperar los cuerpos lo antes posible por lo que ese protocolo no se pudo seguir”, informa.
Según su testimonio, lo que más vieron fue “mutilación de cuerpos, cuerpos quemados, y gente quemada dentro de sus casas vivas, con mucha frecuencia”. Para evitar que los voluntarios se derrumbaran y pudieran completar su trabajo hubo un flujo constante de psicólogos del Ejército que les hablaban cada día. A su vez, estos psicólogos tenían que ir a sus propios psicólogos para sobreponerse sólo por oír las historias que les contaban los “pacientes”. Los terapeutas necesitaban terapia.
Cada uno se enfrentó a ello psicológicamente de una manera. Durante las primeras semanas, los cuerpos llegaban en bolsas con una pegatina en la que se identificaba el cadáver. Algunos utilizaban el número por dos motivos: para distanciarse y porque temían conocer a una de las víctimas y no pudieran seguir con su trabajo.
“Para mí la experiencia fue distinta porque vengo de una familia de supervivientes del Holocausto”, revela. “Los números me traen a la memoria la época nazi. Para mí era importante saber el nombre. Todo el país sigue en postdrama”.
Tras su trabajo en el kibutz le llamaron de las Fuerzas de Defensa para coordinar el proceso de identificación. Pusieron los cuerpos en la base militar de Shura, construida inicialmente como morgue para los posibles cadáveres de los terremotos que se suceden cada siglo, y el último en 1927. Asegura que hubo que abrir un trailer porque no tenían dónde poner los cuerpos. “Tuvimos miles de cuerpos porque se incluyen los de los terroristas. Mi misión era identificar a todas estas víctimas”.
En Israel, el carnet de identidad es desde los 16 años, en el que se incluyen las huellas dactilares. Al hacer el servicio militar a los 18 se vuelven a recabar los datos, en los que se incluyen las huellas dactilares, escaneo de los dientes y muestra de ADN. Estas muestras sólo son accesibles para el Ejército, pero el primer ministro permitió el acceso a la base de datos para identificar a los muertos y para saber quiénes estaban secuestrados.
“El proceso inicial fue usar las huellas dactilares pero por desgracia había muchas de niños menores de 16 años, o que los cuerpos tan mutilados que era imposible ver huellas dactilares”. Un grupo de dentistas militares fue el encargado de escanear los dientes, y lo último que se usó fue el ADN.
A Wander, como a todos las personas dedicadas a investigar la violencia sexual en los ataques de Hamás, le cuesta afirmar que la tortura fue planificada antes del ataque. “Es imposible saberlo, pero me parece difícil creer que no fue así porque en todos los kibutz hubo tortura de manera sistemática. No fue un incidente aislado”.
Su preocupación se ubica más en parte de la reacción internacional. “Han llegado a decir que los bebés eran palestinos traídos aquí. Que fue un helicóptero israelí que disparó a los de la fiesta”, recuerda. “Hay quienes niegan que las imágenes de las que disponemos durante el Holocausto fueran reales. Pero aquí estamos hablando de algo que ha sucedido recientemente. Pruebas de vídeos que el propio Hamás, orgulloso de lo que ha hecho, ha proporcionado”.