La esposa del derrocado dictador sirio Bachar al Asad, Asma al Asad, fue diagnosticada el pasado mes de mayo de leucemia mieloide aguda, un cáncer agresivo que afecta a la médula ósea y la sangre. Cinco años después de recuperarse de un cáncer de mama, las probabilidades de sobrevivir de la ex primera dama de Siria son ahora del 50%, según The Telegraph. El rotativo británico informa que Asma al Asad se encuentra aislada para evitar infecciones. En los últimos meses ha contado con el acompañamiento de su padre, Fawaz Akhras, primero en los Emiratos Árabes Unidos y después en Rusia.
Estaba recibiendo tratamiento médico en Moscú cuando cayó el régimen familiar de los Asad a manos de los rebeldes islamistas de Hayat Tahrir al Sham. Y en Moscú volvió a reunirse con su marido y sus tres hijos, Hafez, Zein y Karim, que recibieron asilo diplomático en Rusia el pasado 8 de diciembre, día de la toma de Damasco por parte de las milicias insurgentes.
Cómplice
Asma al Asad no es inocente. Había estado acumulado entre el 20 y el 50 % de cada dólar procedente de la ayuda de la ONU, según Charles Lister, investigador especializado en Siria del Middle East Institute. Durante el régimen de Bachar al Asad, la primera dama esquilmó a sus rivales comerciales. Eliminó a la competencia a base de «amenazas, exilio y muerte», en palabras de Lister, para convertirse en la empresaria más influyente del país, con un pie en la banca, en las telecomunicaciones o en el sector inmobiliario, utilizando sociedades pantalla y paraísos fiscales para evadir las sanciones internacionales.
Siempre estuvo del lado de su marido. Nunca aceptó ningún salvoconducto para abandonar Siria, a pesar de la brutal represión a las protestas prodemocráticas, del uso de armas químicas contra su propia población o de los más de trece años de guerra civil. Un conflicto cerrado en falso con la supervivencia del régimen gracias a la asistencia de Irán, Hizbulá y la Rusia de Vladimir Putin.
Persona non grata
Nada suscitó la ruptura del matrimonio. Por eso, Asma al Asad es considerada persona non grata en Reino Unido, su país de origen. De hecho, sigue siendo objeto de sanciones por parte de las autoridades británicas.
“He estado aquí [en Siria] desde el principio y nunca he pensado en estar en ningún otro sitio“, declaró en 2016 la entonces primera dama en una entrevista con el canal de televisión ruso Rossiya 24.
Pero el exilio parece haber agrietado su relación con Bachar al Asad. Varios medios de comunicación árabes, turcos e israelíes difundieron la pasada semana que Asma al Asad había pedido el divorcio para poder regresar a Londres. Un extremo rápidamente desmentido en rueda de prensa por el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov. Las especulaciones no se han detenido ahí, sin embargo.
Asma Fawaz Akhras nació hace 49 años en Londres, en el seno de una familia suní originaria de Homs. De padre cardiólogo y madre diplomática, creció en el barrio londinense de Acton. Fue en Londres donde conoció a Bachar, por aquel entonces estudiante de oftalmología.
Licenciada en informática y literatura francesa por el King’s College, Asma se desempeñó en la banca de inversión en JP Morgan, una prometedora carrera profesional que abandonó en el año 2000 para trasladarse a Siria de la mano de Bachar, inesperado heredero del régimen, con quien se casó meses antes de que asumiera la presidencia de Siria tras la muerte de su padre, Hafez al Asad.