Desde Beirut

María Cruz se queda en Beirut: “Desde lejos, las tragedias se viven de manera angustiosa”

Esta madrileña vive en el Líbano desde hace 60 años. Allí tiene toda su vida, ahora sobrevolada por drones israelíes que amenazan con atacar en cualquier momento

María Cruz llegó a Beirut en 1964. Apenas tenía 24 años, se acababa de casar con Antoine Kather, un libanés al que conoció en la Facultad de Filosofía y letras de su ciudad. Emprendieron su proyecto de vida en Beirut y dedicó su vida profesional a la docencia, a promover la lengua y la cultura hispana en el país árabe desde el Centro cultural de España, que después pasó a ser el Instituto Cervantes. Allí ostentó cargos de primer nivel. Durante sus 60 años en el Líbano han vivido una guerra civil y dos incursiones israelíes (1978 y 2006).  María Cruz cuenta cómo han cambiado las reglas de la guerra: “Antes no veíamos armas tan letales y sofisticadas”. Por eso reconoce que el ataque de los beepers y los Walkietalkies los tiene aún en estado de shock.

La madrileña vive con preocupación la incursión israelí al sur del país y los ataques en la capital, a apenas veinte minutos caminando de su casa. Reside con su marido en Hadath, un barrio cristiano cercano a Dahiyeh, zona controlada por Hizbulá. Allí es donde el Ejército israelí está dirigiendo sus ataques, a 2 kilómetros de la casa de María Cruz. “Van a por personas específicas, cargos de Hizbulá. Pero hunden el edificio entero y se llevan por delante la vida de 60 personas más”, lamenta. Cuenta cómo el viernes los ataques se intensificaron: “Fue un día tremendo. No te puedo contar cómo fueron los bombardeos en esta zona colindante al feudo se Hizbulá”. Ese día murió el líder de la milicia libanesa, Hasán Nasralá.

Pese a todo, María Cruz no se plantea dejar el Líbano: “No nos planteamos irnos por una razón elemental: nuestras dos hijas son médicos y están trabajando aquí, en dos hospitales. Preferimos estar cerca y estar todos juntos. Desde lejos las tragedias se viven de manera angustiosa”, alega de forma serena y tranquila. Considera “razonable” que el ministro José Manuel Albares haya recomendado al millar de españoles en el Líbano dejar el país, pero ella, entre risas, asume el riesgo que corre y prefiere no seguir la recomendación. Tiene vocación de servicio, como sus hijas Beatriz y Cristina que salieron horrorizadas del trabajo el día que el ejército Israelí atacó a Hizbulá haciendo saltar por los aires los beepers que llevaban para comunicarse: “Ellas tuvieron mucho agobio y vieron muchas tragedias el día que estallaron los beepers. Hubo 40 heridos graves. Llegaban al hospital niños sin manos, gente sin ojos”, narra María Cruz.

Su nieta estudia en la Universidad del Líbano y ahora las clases han quedado suspendidas. Aunque asegura que en la capital sigue habiendo vida normal: “La gente sigue trabajando, hay tráfico normal, los supermercados están abiertos”. De momento, se sienten seguros porque están en la zona cristiana que, aunque sea colindante a las áreas controladas por Hizbulá, está siendo ignorada por los ataques israelíes.

Eso sí, relata cómo drones armados sobrevuelan sus cabezas y cuenta, como si de una anécdota más se tratara, cómo confundió la otra noche una estrella con un satélite de vigilancia israelí: “Por supuesto no nos aventuraríamos a ir hacia la zona donde está Hizbulá”, reconoce María Cruz prudente.

Críticas a Netanyahu

Denuncia lo que está haciendo Netanyahu, el primer ministro israelí, en Oriente Medio: “No respetan ni normas, ni derechos civiles, ni decisiones del Consejo de Seguridad, ni de la ONU ¿Dónde están las sanciones? Israel no se les sanciona y está cometiendo genocidio”, lamenta. No entiende cómo Estados Unidos secunda las acciones del Ejército israelí: “Es inadmisible que Biden diga que esto es un acto de justicia”, sentencia.

Tampoco quiere que Hizbulá maneje los hilos en el Líbano: “La presencia violenta de Hizbolá no la podemos admitir. Nosotros reconocemos al ejército libanés y no admitimos que hagan la guerra por su cuenta”, asevera María Cruz que explica la debilidad del gobierno libanés que lleva en funciones dos años.

El discurso de esta española está lleno de entereza, coraje y serenidad. Ella es optimista y espera a que acabe pronto. Quizá sea porque ya ha vivido dos enfrentamientos bélicos allí: “Nos queda la esperanza de que pase como en 2006 cuando el Ejército de Israel invadió el Líbano y se tuvo que ir al mes, tras un fracaso importante”. En lo que respecta a su vida no se plantea otra cosa que regresar de vacaciones a España esta primavera como ha hecho en los últimos 60 años desde que decidió hacer del Líbano su hogar.