Escalada en Oriente Medio

Entre el trauma y la resiliencia: así viven el conflicto las españolas en Israel

"Soy pesimista. Aunque cambie el gobierno, seguiremos enfrentando enemigos que no abandonarán la idea de matarnos a todos", explica Noemí Melul a Artículo14

Dos mujeres judías se dan la mano
Marcha de buena voluntad organizada por la comunidad judía Efe

Pese al cataclismo que vive Israel, Yael Macías mantiene la serenidad. Esta joven madrileña (1993) se mudó a Tel Aviv hace trece años, y tras estudiar Administración de Empresas y un máster en comunicación corporativa, pasó a ser responsable de marketing de una Start-up del sector de la ciberseguridad. “Dentro de lo que cabe, miro al futuro con optimismo. Si algo quedó patente desde el 7 de octubre, es lo maravillosa que es la ciudadanía israelí. Cuando las cosas se ponen difíciles, nos cuidamos los unos a los otros”, cuenta a Artículo14.

“Falsa sensación de normalidad”

Tras el ataque de Hamás, el inicio de la guerra en Gaza, la guerra intermitente con Hizbulá en la frontera norte y el histórico ataque iraní del pasado fin de semana, Yael reconoce que “el país está en un agujero, pero la vida continua. Todos estamos muy afectados, pero hay que sacar el país adelante”. No obstante, reconoce que se vive una “falsa sensación de normalidad”, donde la gente debe seguir trabajando y llevando a los niños al colegio, conscientes de que el próximo estallido está al caer.

La joven madrileña cree que desde fuera es difícil captar la magnitud de lo que está ocurriendo. “Aquí ni hemos procesado lo que pasó el 7 de octubre y ya ha pasado medio año, somos incapaces de asumirlo. En el mundo se vieron las terribles imágenes del ataque de Hamás, pero la tragedia sigue ocurriendo día a día”.

Yael se refiere a los 133 israelíes que siguen secuestrados en Gaza, y cuya liberación (en vida) parece cada vez más lejana. La madrileña lamenta también las muertes de civiles gazatíes, pero aclara que “esta guerra no la empezó Israel. La mayor parte de las víctimas del ataque de Hamás también eran jóvenes civiles, que bailaban en una fiesta y no tenían relación con el conflicto”.

“Mi hogar está aquí”

Al conectar con España, siente que muchos “ni quieren comprender la realidad. Cuando Israel está de por medio, insisten en mencionar el contexto, o tienen opiniones muy férreas del conflicto árabe-israelí, mientras obvian mencionar otras tragedias”. Pese a las adversidades, no se plantea volver a Madrid: “Mi hogar está aquí, cuando las cosas se ponen difíciles es momento de quedarse. Debemos formar parte de la reconstrucción”.

Reconoce que en su caso la decisión es menos compleja, ya que vive sola y no debe consensuar la toma de decisiones.

Como mujer, siente que es “muy frustrante y doloroso” el silencio de las organizaciones feministas en todo el mundo ante las atrocidades sufridas por mujeres israelíes. “Las trataron como mujeres de segunda categoría, o como si no contasen, cuando los movimientos feministas han hecho mucho ruido por cuestiones que, pese a ser importantes, no fueron de la misma magnitud”.

Pese a la dificultad de recabar testimonios de supervivientes de violencia sexual cometida por gazatíes (el trauma bloquea a las víctimas), y la ardua tarea de los investigadores para encontrar pruebas incriminatorias en las zonas arrasadas, la israelí Amit Soussan fue la primera víctima en revelar al “New York Times” las violaciones y torturas que sufrió en Gaza.

“Ante decenas de mujeres violadas y asesinadas, las condenas mundiales fueron escasas, y si las hubo llegaron tarde y mal”, lamenta Yael. No obstante, agradece que en su entorno cercano “he sentido mucha cercanía y respeto”.

Noemí Melul (1992) nació en Castellón, en el seno de la única familia judía residente en la ciudad. En 2010 optó por mudarse a Israel, ya que su familia materna llevaba años asentada en el país. “Siempre sentí aquí una conexión diferente, que no debía dar explicaciones sobre mis raíces. Además, aquí apreciaban mi condición de española”, explica.

Salir de Tel Aviv

Está casada con su mujer Julia, de origen estadounidense, que actualmente está en proceso de quedarse embarazada. El 7 de octubre la pilló en Berlín jugando un torneo de Rugby. Cuando terminó la competición, encendió el teléfono y el chat familiar sacaba humo. Logró embarcarse en un vuelo de vuelta a Tel Aviv la madrugada del 8 de octubre, reunirse con Julia, y por insistencia de sus padres optó por volar a España, donde permanecieron hasta enero.

“Salimos de Israel con una maleta, pensando que volveríamos rápido”, recuerda. Por necesidad, Noemí y su mujer vivieron el ataque iraní del sábado pasado en relativa calma. “Me quemé mucho estando fuera, por la necesidad de compartir información constantemente. Ahora me cuesta, estoy saturada”, reconoce.

El sueño de ser madres

Quisieron regresar para empezar el embarazo, y por la añoranza de su hogar. “Lo peor durante un proceso de inseminación es el estrés, ya que las posibilidades de quedarte embarazada se reducen”, apunta. Por eso, ni miran las noticias, y solo están pendientes de las alertas que emite el departamento civil del Ejército. Siguiendo las instrucciones, preparó una mochila con comida y agua, por si debían pasar largos ratos en los refugios.

En constante alerta

“Cuando vine, mi intención era quedarme indefinidamente. Antes de la pandemia, Julia quería dejar Israel, pero nos enamoramos y se quedó por mí”, explica Noemí. No obstante, ahora cree que a menos que haya “un cambio radical, sobre todo en el Gobierno, nuestra salida se acerca. Dado el costoso proceso que afrontamos, no quiero que mis hijos crezcan con el trauma de vivir constantemente en alerta, que vivir bajo los misiles sea la normalidad”.

“Con todo lo ocurrido, la presencia de la extrema derecha en el Gobierno ha empeorado el panorama. La verdad que ahora soy pesimista. Y aunque cambie el gobierno, seguiremos enfrentando enemigos que no abandonarán la idea de matarnos a todos”, lamenta. Ante el trauma extendido entre israelíes y palestinos, “no creo que en nuestra generación llegue el momento de vivir en paz”, opina Noemí.

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