Reino Unido

El vestuario de Victoria Starmer pone en aprietos al primer ministro británico

Keir Starmer es investigado por el Parlamento británico por no declarar a tiempo una donación para costear la ropa de su mujer

Keir Starmer y su mujer, Victoria Starmer, entran en la residencia del número 10 de Downing Street en Londres después de las elecciones. EFE/EPA/TOLGA AKMEN

Las controvertidas donaciones a la clase política británica han generado incómodos esqueletos en el armario del primer ministro, Keir Starmer. Poco más de dos meses después de prometer, a su llegada a Downing Street, limpieza y transparencia, el mandatario hace frente a una embarazosa investigación parlamentaria por no haber declarado miles de libras en ropa y asesoramiento estilístico para su mujer, Victoria. Apodado por su propio partido ‘Señor Reglas’, quien fuera jefe de la Fiscalía antes de saltar a la política ha mostrado en el último lustro una particular disposición a aceptar regalos, más que la mayoría de diputados, según el ‘Financial Times’, hasta 76.000 libras (unos 90.000 euros) en entretenimiento, vestuario y otras dádivas, pero como residente del Número 10, las implicaciones de esta querencia alcanzan otra dimensión.

Si bien su fallo parece más técnico, que de conducta, se trata de un pecado evitable ante la anunciada renovación tras los caóticos últimos años de la administración conservadora, especialmente tras las críticas que el Laborismo, con Starmer a la cabeza, había vertido sobre Boris Johnson cuando era primer ministro, debido precisamente a su tendencia a aceptar ayuda ajena para aspectos de su vida personal, como la costosísima renovación de la decoración de su piso en la residencia oficial.

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El líder del Partido Laborista, Sir Keir Starmer, llega a su colegio electoral junto a Victoria Starmer

Un mes de plazo para el registro

El problema, en esta ocasión, es que Starmer no reveló en plazo a las autoridades parlamentarias las 5.000 libras (cerca de 6.000 euros) abonadas por un lord laborista, Waheed Alli, para cubrir el coste de servicios de asistencia de ropa, vestuario y arreglos de prendas de Victoria Starmer. Las normas de la Cámara de los Comunes estipulan que los diputados tienen un mes de máximo para actualizar su registro de intereses, es decir, desde iniciativas privadas hasta obsequios recibidos.

La partida fue abonada desde poco antes de las generales del 4 de julio, en las que el Laborismo volvió al poder 14 años después, hasta la actualidad, pero no se había informado al regulador de estándares parlamentarios hasta el martes de la semana pasada. Según reveló ‘The Sunday Times’, el primer ministro sí había dado cuenta, no obstante, de las 18.685 libras (más de 22.000 euros) que Alli, expresidente de la plataforma de moda online Asos, le había facilitado a él para vestuario de trabajo y varios pares de gafas.

Un sueldo de más de 197.000 euros

El contratiempo no tiene, por tanto, calado suficiente como para hacer descarrilar los primeros 100 días de gracia de Starmer en el Número 10, pero sí presenta un delicado dilema, no solo porque el ‘premier’ podría ser acusado de haber quebrado las reglas del Parlamento, sino porque si algo había censurado el líder laborista durante sus cuatro años como líder de la oposición era, precisamente, falta de limpieza en el proceder de la clase política.

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El nuevo primer ministro Keir Starmer y su esposa Victoria Starmer antes de entrar en la residencia oficial del “premier”

Como consecuencia, además de ser acusado de hipocresía y doble rasero, ha entregado en bandeja a las cabeceras conservadoras munición para poner en duda su cacareada honorabilidad. Desde que la polémica se hiciese pública, algunos medios han cuestionado por qué un político con un sueldo de 166.786 libras (más de 197.000 euros), que vive gratis en el Número 10 y cuenta con una propiedad en el norte de Londres, necesita donaciones para financiar el guardarropa de su mujer, una exabogada reconvertida en especialista de terapia ocupacional en la sanidad pública británica, cuyo salario anual supera, como mínimo, las 50.000 libras (unos 60.000 euros).

Ropa, joyas y maquillaje para Victoria Starmer

Se trata de un gol en propia puerta para Starmer, pese a no haber cometido necesariamente una irregularidad intencionada. Fue, de hecho, su propio equipo el que dio la alerta, al contactar directamente con las autoridades parlamentarias para informarlas de la partida del estilismo de su esposa, un movimiento precipitado por el disparado nivel de ofertas procedentes de numerosos diseñadores de, entre otras propuestas, ropa, joyas y maquillaje para Victoria Starmer. Ella misma las habría rechazado, pero los asesores del primer ministro consultaron igualmente al regulador del Parlamento si sería necesario informar formalmente, en caso de que ella aceptase. Al confirmárseles que así era, entendieron que la misma lógica aplicaría a las donaciones de Alli, que fueron entonces notificadas.

No estamos, por tanto, ante un ocultamiento consciente, pero las repercusiones suponen ya el escarnio público de una investigación en la Cámara de los Comunes por vulnerar las normas y, lo que es peor, un cuestionamiento políticamente incómodo sobre la conducta de Starmer. Desde su círculo, no obstante, insisten en que el mandatario no ha hecho nada ilegal y miembros del Gobierno han defendido incluso la necesidad de aceptar ofrendas para “presentar el mejor aspecto ante los británicos”, como justificó el ministro de Exteriores, David Lammy.

Partida para el vestuario

No en vano, a diferencia del presidente de Estados Unidos, que cuenta con una partida para vestuario (a diferencia de la primera dama, que no la tiene), los dirigentes británicos tienen que costearse su propia ropa, al igual que sus cónyuges. Cherie Blair, una de las esposas más reconocibles que pasó en los últimos años por el Número 10, se había quejado ya en privado de cómo acompañar a su marido, Tony Blair, en actos tanto en casa como en el extranjero le suponía decenas de miles de libras en vestuario, con el objetivo de proyectar una imagen positiva de Reino Unido. Su sucesora, Sarah, mujer de Gordon Brown, mientras, solía alquilar la ropa de diseño que vestía en las cumbres internacionales y en grandes ocasiones.