El miércoles, Bruselas fue escenario de un acuerdo político sin precedentes entre la Unión Europea, el Reino Unido y España en relación con Gibraltar. La desaparición de la verja, la plena integración del Peñón en el espacio Schengen y la protección legal de los derechos de más de 15.000 trabajadores transfronterizos marcan un antes y un después en la historia de esta región fronteriza, durante décadas marcada por la desconfianza, el aislamiento y la precariedad estructural.
El acuerdo resuelve el último gran asunto pendiente del Brexit, evitando la necesidad de controles sobre personas y mercancías en la frontera entre Gibraltar y España, con el objetivo de apoyar la prosperidad en el campo de Gibraltar. El peñón no fue incluido en el Acuerdo de Comercio y Cooperación entre el Reino Unido y la UE negociado por el anterior gobierno tras el Brexit. En su lugar, se iniciaron en 2021 unas negociaciones que permanecieron sin resolución hasta la fecha histórica del miércoles 11 de junio.
Artículo 14 está en el Peñón tomando el pulso, desde la parte gibraltareña, a las percepciones que genera el nuevo acuerdo. Nos recibe una de las mujeres más influyentes de la política local, representante del Ejecutivo que lidera Fabian Picardo, quien ha estado al frente de las negociaciones hacia un entendimiento definitivo.
Gemma Arias‑Vásquez forma parte de una generación política que ha sabido abrirse paso en un contexto marcado por el legado colonial, las tensiones fronterizas y el impacto del Brexit. Nacida en Gibraltar, es abogada de formación y una de las pocas mujeres que ha ocupado carteras estratégicas en el Gobierno del Peñón.
Desde octubre de 2023, tras las elecciones generales, ejerce como ministra de Sanidad, Atención, Comercio, Urbanismo y Servicios Públicos, en representación del GSLP–Liberales. En noviembre de 2024 asumió también la presidencia del consejo directivo de la Gibraltar Health Authority, reforzando así su papel en la gestión del sistema sanitario público. Nos recibe en la sede del Gobierno gibraltareño, en uno de los pocos huecos que su agenda le permite. Antes de comenzar, nos advierte —con amabilidad, pero con franqueza— que como madre de dos niños pequeños no podrá dedicarle a la conversación tanto tiempo como desearía. Aun así, nos responde con una sonrisa serena y la paciencia de quien está acostumbrada a equilibrar responsabilidades públicas y vida familiar. En algo más de media hora debe acudir al acto oficial convocado en la plaza principal con motivo del cumpleaños del rey Carlos III, una cita institucional en la que participan el gobernador británico, miembros del gobierno, autoridades militares y buena parte de la sociedad civil de Gibraltar.
Más allá de los cargos que ostenta, Arias-Vásquez ha destacado por su defensa de una identidad gibraltareña que no reniega de sus vínculos históricos, pero tampoco acepta tutelas externas. En 2024 se convirtió en la primera ministra de su gobierno en intervenir ante el Comité de Descolonización de Naciones Unidas, un gesto que no pasó desapercibido ni en Londres ni en Madrid. Su intervención no fue una declaración de ruptura, sino una reivindicación de autonomía con tono sereno y mirada europea.
-¿Qué cambia realmente para la gente con este acuerdo? ¿Es solo una cuestión de movilidad, o estamos ante una transformación estructural?
-Aún no conocemos el texto definitivo del acuerdo, pero ya podemos decir que se trata de un acuerdo histórico. ¿Por qué? Porque nos ofrece una plataforma para pensar Gibraltar en clave de futuro, para la siguiente generación. Eso es, en esencia, lo que significa: un marco sobre el cual construir el mañana que queremos. Siempre he defendido que Gibraltar debe ser un lugar abierto al mundo, no encerrado en sí mismo. Y este acuerdo permite exactamente eso: proyectarnos hacia fuera. Estamos en 2025, y tenemos que pensar globalmente. Somos un territorio pequeño, sí, pero hemos conseguido mucho. Y ahora tenemos una base firme sobre la que avanzar.

Para mí, como ministra con varias carteras —Sanidad, Servicios Sociales, Comercio, entre otras— este acuerdo es central. Porque tanto el sistema sanitario como los servicios sociales emplean a muchas personas que viven al otro lado de la frontera. Gracias a este pacto, esas familias pueden seguir viviendo con estabilidad. Podemos ofrecer certezas. A veces, cuando hablamos de estampar un pasaporte, olvidamos que detrás hay un ser humano. Alguien que viene a trabajar para alimentar a su familia. Y de eso se trata también: de facilitar la vida a más de 15.000 personas que cada día cruzan a Gibraltar para ganarse el pan. Pero también hay muchos gibraltareños que salen a la región: a comprar, a ver a sus amigos, a pasar tiempo con su familia. Eso no se puede perder de vista. A menudo la política crea tensiones —entre Madrid y Londres, entre Madrid y Gibraltar—, pero aquí estamos hablando de personas, de relaciones reales, de vínculos afectivos y cotidianos. Esta zona vive de eso. Y yo he usado una palabra que creo que lo describe muy bien: simbiosis. Porque esa es la relación que tenemos. Una relación con sus más y sus menos, como cualquier familia, pero que funciona. Y que merece ser protegida.
-Durante años, la verja ha simbolizado la separación física y política. ¿Qué implica su eliminación desde una perspectiva histórica y de derechos?
-Somos una sociedad que, durante años, ha vivido con un nivel muy alto de seguridad precisamente por esa frontera. Eso va a seguir en cierto modo, porque, aunque no lo parezca, cuando uno cruza de Portugal a España, sabe que está cambiando de país. Por eso insisto en el valor simbólico: estamos alcanzando una fluidez en nuestras relaciones que nunca habíamos tenido. Y no lo veo como un problema, sino como una mejora necesaria. En cuanto a los controles, España tendrá presencia en lo que serán los nuevos puntos de entrada, pero no ya en la frontera como tal. La Policía, tanto la española como la gibraltareña y la británica, dejará de operar en la frontera física. Los controles pasarán a realizarse en un nuevo “facility” —como lo ha explicado nuestro ministro principal—, un centro de control equidistante entre Gibraltar y España. Ese “facility” gestionará las entradas conforme al sistema Schengen. Al entrar en Gibraltar, se estará entrando en territorio Schengen, por lo que a partir de ahí se podrá viajar libremente por toda Europa: a Polonia, a Helsinki, a donde se quiera. Y es lógico que ese control lo ejerza España, como estado miembro responsable de la frontera exterior. Todo está pactado con detalle. El modelo acordado funciona tanto para España como para Gibraltar. Se han establecido mecanismos que permiten a ambas poblaciones sentirse seguras, con controles ubicados en el lugar adecuado y realizados conforme a lo que exige el espacio Schengen. Gibraltar, a su vez, mantendrá su capacidad de gestionar las entradas propias. Y como decía, una vez dentro del Peñón, se podrá viajar sin restricciones por toda Europa. Esa es la dimensión real del acuerdo: facilitar la vida cotidiana sin renunciar a nuestras competencias.
-En 2024 usted fue la primera ministra gibraltareña en intervenir ante el Comité de Descolonización de la ONU. ¿Este acuerdo refuerza o tensiona la posición de Gibraltar como sujeto político diferenciado?
-Pienso que sí, ¿no? Yo dejé bastante clara mi posición en ese discurso. Aunque soy ministra en lo que todavía se considera una colonia británica, hay ciertas líneas rojas que todos entendemos, y que supongo que Reino Unido también traslada al Gobierno de Gibraltar. Pero la cuestión de la descolonización… sinceramente, en el año 2025, no debería ni existir ya ese concepto.
Se deberían respetar las ideas de una población. Sé que España no considera que Gibraltar sea una población en sí misma, o al menos una parte de España no lo ve así. Pero yo soy mujer gibraltareña. He nacido aquí, me he criado aquí, he mamado Gibraltar desde pequeña. Fui al colegio aquí, luego me marché a estudiar, viví y trabajé en Londres, también en Madrid, y volví corriendo a Gibraltar. Porque este es mi lugar. Aquí me siento cómoda. Y lo mismo le pasa a mucha gente. La mayoría de los que vivimos aquí nos sentimos profundamente gibraltareños. Entonces, cuando alguien dice que no existe una población gibraltareña, tú piensas: pero si yo lo soy. Yo me siento de aquí, de mi tierra. Es como si alguien te dijera que tú no eres español. Tú responderías: claro que lo soy. Yo, personalmente, no me siento ni inglesa ni española. Me siento gibraltareña. Ese sentimiento de pertenencia es real. Aunque entiendo que tú me digas que has perdido ese sentimiento nacional hace años, y que te ves más como un ciudadano del mundo, eso también lo comprendo. Las raíces culturales, familiares e históricas son importantes, sobre todo cuando hay resistencia a que te impongan una identidad. Y tanto España como el Reino Unido han cometido errores en ese sentido. Compartimos un pasado que merece ser revisado. Pero cuando alguien me dice que “el gibraltareño no existe”, yo no lo puedo aceptar. Porque sí existimos.
-¿Qué papel ha jugado el Reino Unido en el proceso negociador? ¿Ha habido cohesión o fricciones entre Londres y Gibraltar?
-Este acuerdo va a dar confianza a Europa para volver a confiar —valga la redundancia— en el Reino Unido, para volver a acercarse, incluso para volver a pertenecer al entorno europeo. No puede haber una aproximación del Reino Unido hacia Europa si hay un problema en una parte de Europa. Este acuerdo forma parte del “picture”, de la fotografía más amplia del acercamiento. Creo que es bueno para el Reino Unido, como también lo es para Europa. Al final, estamos hablando de un tratado entre el Reino Unido y la Unión Europea. Es una parte importante de esa relación.

Porque aquí se está hablando de tú a tú entre un socio estratégico de la Unión Europea, como es España, y un exsocio, que es el Reino Unido. Y en medio está Gibraltar. Desde Londres se está dialogando con la Unión Europea. No da un paso sin que haya un consenso. Y la Unión Europea ha estado de acuerdo con muchas de las ideas planteadas por España. Aunque se trata de un tratado entre el Reino Unido y la Unión Europea, también está basado en ideas de ambas partes que van a convivir con este acuerdo a diario.
-¿Este acuerdo compromete en algún punto la soberanía de Gibraltar?
-Escuché al ministro principal, Fabian Picardo, responder a una pregunta sobre si esto podía comprometer la soberanía de Gibraltar. Y él fue claro: absolutamente no. Esa es también nuestra postura. Desde nuestro Gobierno lo tenemos clarísimo: si este acuerdo tuviera alguna consecuencia sobre la soberanía, directamente no se hubiera tratado. Es un acuerdo que no puede perjudicar la posición de ninguna de las dos partes. Fabian Picardo siempre ha sido clarísimo en eso. Es una cuestión que tanto en Gibraltar como en España está bastante clara. El tratado es, en realidad, un acuerdo económico. Es un “trade deal”. No es un tratado basado en la soberanía. Y ambas partes lo han dejado muy claro: no modifica la posición de ninguna de las dos respecto a la soberanía.
-Más de 15.000 personas cruzan a diario la frontera desde La Línea para trabajar en Gibraltar. ¿Qué garantías ofrece el acuerdo para proteger sus derechos laborales y su seguridad jurídica?
-Les aporta certezas y confianza. Y quiénes son, para los gibraltareños nativos, ¿las personas que vienen de fuera? En el hospital, por ejemplo, hay mucha gente que viene de fuera. Como sabrás, hubo un día —creo que fue el año pasado— en que empezaron a estampar nuestros pasaportes en la frontera. Así que hicimos lo recíproco: comenzamos también nosotros a estampar los pasaportes españoles. Pero hay muchas personas que vienen desde lugares como el Puerto de Santa María, que está a una hora y media. Normalmente entran con su DNI. Entonces, cuando les dices que no pueden entrar con el DNI, que tienen que volver a casa a por el pasaporte, les estás pidiendo que hagan un viaje de tres horas. Se dice pronto, pero no es fácil.

Y esa gente viene a Gibraltar a trabajar: a cuidar enfermos en el hospital, a colaborar en servicios sociales, a servir en la hostelería. Son personas necesarias. Como te conté antes, son trabajadores que vienen a ganarse el pan, que tienen dependientes, que tienen familias. Y muchas veces, cuando hablamos de pasaportes, de sellos, de procedimientos, se nos olvida que detrás de cada documento hay una persona.
-Dentro de las personas que cruzan a diario para trabajar hay constancia de que, en algunos casos, ha habido contratos con peores condiciones a las mujeres, ¿esto se tiene en cuenta?
-Lo que sí estamos haciendo desde el Gobierno es trasladar a muchas empresas que los contratos de “cero horas” —que no garantizan una jornada mínima— deben ser revisados. Hay que seguir las normas para que las mujeres tengan las mismas condiciones que los hombres. Nos estamos comprometiendo a garantizar, al menos, un número mínimo de horas. Algo estable, que permita a las personas acceder a una hipoteca, planificar su vida, tener una base sobre la que construir.
-¿Y qué ventajas tiene trabajar en Gibraltar frente a hacerlo en España?
-Pues, para empezar, el salario. A veces hay que recordar que, en La Línea, nuestra ciudad vecina, y en la comarca encontrar trabajo no es fácil. Hay un nivel de desempleo muy alto al otro lado de la frontera. Mucho más que en Inglaterra. Por eso muchas personas vienen a trabajar a Gibraltar. No es que no quieran trabajar en España: es que no encuentran allí las oportunidades que sí encuentran aquí.
-Usted es una de las pocas mujeres que ha ocupado una cartera de peso en el Gobierno gibraltareño. ¿Qué obstáculos persisten hoy en día para que las mujeres accedan a puestos relevantes como el tuyo?
-Pues es algo que comento muy a menudo. Yo soy abogada de profesión, y nunca —nunca— me había sentido discriminada ni había vivido situaciones claras de sexismo o desigualdad. Hasta el día en que tuve hijos. Ese día todo cambió. Tengo dos niños pequeños, y a veces, teniendo una familia, con los niños esperándome fuera, puede ser muy difícil. Las horas de este trabajo son muy exigentes. Normalmente llego a casa a las siete, preparo la cena, los baño, los acuesto, leo con ellos, hacemos deberes… Y después me vuelvo a poner a trabajar por la noche.
A veces bajo con ellos al pueblo, y me para gente por la calle. Pero claro, los niños lo que quieren es su hamburguesa, su rato contigo. Tener una cartera con tanta responsabilidad y al mismo tiempo cuidar de una familia… es difícil. Muy difícil para una mujer. Creo que un poco más difícil que para un hombre. Porque cuando un niño se pone malo, suele ser la madre la que se queda. Y cuando hay que ajustar algo, la carga suele recaer en nosotras. No estoy diciendo nada nuevo. Esto es el pan de cada día para muchas mujeres trabajadoras. El mental load, esa carga mental constante, es muy real.
-¿Y en el entorno masculino? En reuniones, negociaciones, espacios tradicionalmente dominados por hombres —como las Fuerzas Armadas o ciertas estructuras políticas—, ¿cómo te desenvuelves?
-Yo me he criado y he trabajado toda mi vida en despachos de abogados, donde la mayoría de los jefes eran hombres. He tenido mucha suerte: nunca me he sentido discriminada.
-¿Pero reconoces que existe?
-Sí, claro. Existe. Existe el acoso, existe la violencia de género. Como en todas partes del mundo. Pero me gustaría pensar que aquí el nivel es un poco más bajo. Que hay menos casos. Esa es, al menos, mi percepción. No digo que no exista, pero quizás es menor que en otros países.