En una reunión celebrada en Washington el 26 de julio, la vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, pidió al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, que contribuya a alcanzar un acuerdo de alto el fuego en la Franja de Gaza. Prometió no permanecer «callada» ante el sufrimiento de los civiles. Para ella, es hora de poner fin a la «devastadora» guerra. También pidió la creación de un Estado palestino, a lo que se opone el actual Primer Ministro israelí.
Casi un año después del ataque del 7 de octubre, Israel ha decidido claramente intensificar su respuesta militar en el sur de Líbano, una zona que se ha convertido rápidamente en la línea de frente de Hezbolá, la milicia chií que apoya a su aliado Hamás contra Israel. El lunes por la mañana, el Estado hebreo llevó a cabo decenas de ataques contra la proiraní Hizbulá en el sur y el este de Líbano, tras lanzar una advertencia a la población y prometer nuevos ataques a gran escala en la llanura de la Bekaa a primera hora de la tarde. El resultado: 274 muertos y más de 700 heridos, entre ellos niños, mujeres y socorristas. Casi 5.000 personas habían resultado heridas en menos de una semana en ataques israelíes, incluidas explosiones de equipos de transmisión pertenecientes al proiraní Hezbolá. El primer ministro libanés, Najib Mikati, denunció un plan de destrucción israelí, una guerra de exterminio en todos los sentidos.
El Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, expresó su preocupación por el hecho de que Líbano se esté convirtiendo en «otra Gaza» como consecuencia de la escalada de violencia entre Israel y Hezbolá en Líbano, y afirmó que esta espiral debe detenerse. La Unión Europea se hizo eco de la postura del Secretario General de la ONU, mientras Irán advertía a Israel de las peligrosas consecuencias de sus ataques en Líbano.
Por otra parte, no hubo condena alguna por parte de la administración Biden tras la explosión de miles de bípers orquestada por Israel en Líbano, dirigida principalmente contra miembros de Hezbolá. El miércoles se produjo una segunda oleada de explosiones en Beirut, al parecer dirigidas contra walkie-talkies. Estas operaciones amenazan con crear un conflicto mayor entre el movimiento chií y el Estado judío, con el riesgo de arrastrar a Estados Unidos a la guerra. El gobierno estadounidense afirma que no había sido informado de este ataque sin precedentes.
Ante esta espiral de violencia, Estados Unidos, principal aliado de Israel, «instó» a sus ciudadanos a abandonar Líbano. Egipto dijo temer una «guerra total» en Oriente Próximo, advirtiendo de que la escalada entre Israel y Hezbolá podría socavar los esfuerzos por un alto el fuego en la asediada y devastada Franja de Gaza. En cuanto a Rusia, el Kremlin se declaró extremadamente preocupado por la situación.
En contraste con su postura del pasado mes de julio, la candidata presidencial estadounidense ha guardado un silencio ensordecedor. La guerra en Gaza -y sin duda en Líbano- y el voto estadounidense son un quebradero de cabeza para Kamala Harris. Entre el voto judío, por un lado, y el árabe y musulmán, por otro, la guerra de Gaza es un acto de equilibrismo electoral para la candidata demócrata, pero también para el expresidente Trump.
¿Cómo analizar el silencio de Harris en torno al debate sobre Gaza y ahora sobre Líbano? Varias hipótesis son posibles. Una es que la carrera a la par entre Harris y Trump llevó a la candidata demócrata a evocar la situación en Gaza y las muertes en Líbano de forma aséptica. El objetivo es evitar perder a uno u otro -o a ambos- de su electorado, especialmente entre los jóvenes.
Las reacciones viscerales y las protestas de activistas, víctimas y simpatizantes presionan para que se reconozca ampliamente su situación y exigen un diálogo más integrador. Nos obligan a enfrentarnos a las realidades que han quedado relegadas a la periferia y exigen una conversación más honesta, una audaz afirmación de su derecho a forjar su futuro.
Este lunes por la tarde, sin embargo, la candidata presidencial estadounidense tiene previsto hablar de los esfuerzos para garantizar un alto el fuego en Gaza, así como de un acuerdo sobre los rehenes, durante su reunión con el Presidente de Emiratos Árabes Unidos, Mohammed Ben Zayed, según un funcionario de la Casa Blanca. Se trata de la primera de una serie de reuniones con líderes extranjeros previstas durante la semana de la Asamblea General de las Naciones Unidas, en un momento en que la administración demócrata es objeto de críticas por su gestión de los conflictos en Oriente Medio.