Donald Trump anunció un impuesto del 20% sobre las importaciones europeas, marcando un nuevo capítulo en su política comercial proteccionista. Esta decisión, que sucede a sus anteriores medidas arancelarias, plantea una serie de interrogantes sobre el impacto económico global y las posibles respuestas de la Unión Europea. Estados Unidos y la Unión Europea mantienen la mayor relación comercial del mundo, con intercambios de bienes y servicios por valor de 1,5 billones de euros en 2023.
Aunque el objetivo declarado es reducir el déficit comercial estadounidense, llama la atención la falta de lógica económica de estas medidas, que corren el riesgo de exacerbar las tensiones comerciales y penalizar a los consumidores. Golpe duro. Donald Trump no se anduvo con rodeos cuando desveló aranceles de gran alcance, marcando un giro radical en la política comercial estadounidense. Al menos un 10% de aranceles para todos, y aumentos a la carta para los países más hostiles, como China, la Unión Europea y Taiwán. La ofensiva proteccionista de Washington, sin precedentes desde los años 30, incluye también aumentos para los países considerados especialmente hostiles al comercio. Porque en el mundo de Trump hay buenos y malos. Pekín, Bruselas y Hanói, culpables de prácticas comerciales depredadoras, entran en la segunda categoría.

Temor a una recesión
Se supone que estos nuevos impuestos aportarán mucho dinero al Gobierno federal, pero sobre todo están alimentando el temor a una recesión en los mercados. Los mercados de renta variable se desploman, a diferencia de activos más seguros como el oro, los bonos soberanos y el yen japonés. Ante esta escalada, Europa tendrá que mostrar estrategia y unidad para proteger sus intereses económicos y evitar al mismo tiempo una guerra comercial.
Sin embargo, parece que una vez más la Unión Europea tiene dificultades para encontrar una respuesta unánime a un aliado convertido en rival. Un rival que, desde la toma de posesión de su presidente el 20 de enero, se ha convertido en un rival sistémico de la Unión Europea, cuyo “sistema” es el mercado de libre comercio. Como China, un “rival sistémico” de la OTAN -¡y por tanto de Estados Unidos, o incluso de Estados Unidos y por tanto de la OTAN! – los europeos sufrirán las consecuencias de una absurda y costosa guerra económica en la que la primera víctima será el consumidor que votó a Trump.
Las posturas en la UE
Dentro de la Unión Europea, una de las primeras reacciones vino de Italia, cuya primera ministra, Giorgia Meloni, es bastante cercana a Donald Trump -fue la única dirigente europea invitada a su toma de posesión el 20 de enero-. Estos nuevos derechos de aduana estadounidenses impuestos a las importaciones procedentes de la UE son una mala medida que no conviene a ninguna de las partes y que podría perjudicar a Occidente a los ojos de otros actores mundiales, con China a la cabeza.

Los Veintisiete han presentado un frente unido, llegando incluso a plantear la posibilidad de medidas de represalia contra Estados Unidos. Están convencidos de que los desequilibrios comerciales no pueden corregirse imponiendo aranceles; los estadounidenses saldrán más débiles y pobres.
Llamamiento a la unidad
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, declaró que la Unión Europea estaba ultimando un primer “paquete” de aranceles de 26.000 millones de euros sobre productos estadounidenses para mediados de abril, en respuesta a los impuestos por Washington sobre el acero y el aluminio. Está previsto que los Estados miembros voten las contramedidas adoptadas sobre el acero y el aluminio estadounidenses el miércoles 9 de abril. Finlandia, por su parte, ha hecho un llamamiento a la unidad, afirmando que toda Europa debe unirse para hacer frente al obstáculo de los aranceles estadounidenses.

Algunos líderes europeos están presionando para que se tomen decisiones muy específicas que podrían tener un impacto en el presidente estadounidense, dirigidas a los estados republicanos y a los amigos de Donald Trump, las empresas tecnológicas. Otros, como el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, han optado por una respuesta inmediata, poniendo en marcha un plan de 14.100 millones de euros para limitar el impacto de los aranceles estadounidenses. También ha dicho que ha pedido a la Comisión Europea la creación de un fondo financiado con los ingresos procedentes de los derechos de aduana impuestos a las importaciones procedentes de Estados Unidos.
Una reunión crucial este lunes
La naturaleza de la respuesta a los aranceles estadounidenses estará en el orden del día de la reunión de ministros de Comercio de los Veintisiete que se celebrará el próximo lunes en Luxemburgo.
En caso de guerra comercial, Bruselas tiene menos objetivos que Washington, ya que las importaciones estadounidenses de bienes a la UE ascendieron a 347.000 millones de euros en 2024, frente a los 503.000 millones de euros de las exportaciones de la UE a Estados Unidos. La UE también puede ser reacia a apuntar a las exportaciones estadounidenses de petróleo y gas, que representan casi una cuarta parte de sus importaciones, y a las exportaciones farmacéuticas, que representan el 10%. Pero la UE podría encontrar su salvación en el sector tecnológico estadounidense, y cuenta con los medios para frenar las actividades de las principales empresas estadounidenses del sector, muchos de cuyos ejecutivos tuvieron un asiento de primera fila en la toma de posesión de Donald Trump.
Ayudas a las empresas
Por su parte, el Banco Central Europeo ha estimado que unos aranceles del 25% a las importaciones europeas reducirían el crecimiento económico de la zona en 0,3 puntos porcentuales en el primer año. Las contramedidas europeas elevarían esta cifra a medio punto porcentual. Sin embargo, tras la fachada de unidad entre los Estados miembros, persisten divisiones que debilitan a la Unión Europea. La Hungría de Viktor Orban ha culpado a la Comisión Europea de ser la principal responsable de los aranceles impuestos a la Unión Europea. Los Gobiernos de Lituania, España y Rumanía anunciaron inicialmente que proporcionarían a las empresas de los sectores más afectados apoyo económico para ayudarles a hacer frente a las consecuencias de los aranceles estadounidenses.

En respuesta a la salva arancelaria de Trump, la UE podría actuar sobre varios resortes. Cuando se le preguntó a al presidente republicano qué pasaría si los europeos respondieran a sus aranceles con contramedidas, el presidente estadounidense descartó de plano la posibilidad: “Siempre pueden intentarlo”, dijo, “pero al final es un juego perdido para ellos”. Al contrario. Europa tiene muchas cartas. Hay muchas posibilidades, cada una con mayores o menores riesgos.
Las posibilidades de la UE sobre la mesa
La UE podría, por ejemplo, utilizar sus normas agrícolas y medioambientales como armas para discriminar los productos estadounidenses. Podría adoptar nuevos derechos de importación. No hay nada más habitual frente a los aranceles aduaneros que desencadenar aranceles a la importación, a ser posible equivalentes, dirigidos a productos para los que la Unión Europea puede encontrar fácilmente alternativas con otros proveedores. Esta es la lógica de la respuesta de la UE a los aranceles estadounidenses sobre el acero y el aluminio, aunque pospuso su activación hasta mediados de abril. Europa podría aumentar el número de productos afectados y posiblemente elevar los aranceles a niveles prohibitivos, por ejemplo en una selección de productos sensibles. Otra posibilidad con un alto potencial de escalada sería que la UE impusiera un impuesto a cada contenedor de mercancías estadounidenses, una “tasa transatlántica sobre los contenedores” del mismo tipo que la que EE UU planea imponer a China.
Alternativamente, la UE podría adoptar derechos de exportación. Llevada al límite, la UE también podría plantearse gravar sus exportaciones de determinados productos. Canadá ha amenazado con hacerlo con el petróleo y la electricidad; en teoría, nada impide que la UE haga lo mismo con los productos farmacéuticos, por ejemplo, el 75% de los cuales Estados Unidos adquiere en Europa, o con los equipos industriales especializados.
El “bazuca” comercial
Por último, la UE puede activar el instrumento contra la coerción. Se trata de la “bazuca” del arsenal de posibles contramedidas: en vigor desde 2023, el instrumento anti-coerción permite a la Unión tomar medidas contundentes para combatir los intentos de terceros países de torcer el brazo a los europeos mediante medidas comerciales. Puede utilizarse si Estados Unidos recurre a los derechos de aduana para intentar obligar a la Unión Europea a tomar decisiones contrarias a sus intereses, como reducir su carga reglamentaria o modificar su régimen de IVA. También podría restringir las actividades de los bancos estadounidenses en la UE, impedir que las plataformas de streaming estadounidenses recauden ingresos en Europa o bloquear el acceso de las empresas estadounidenses a los concursos públicos. Adoptado como medida disuasoria tras la crisis entre China y Lituania por Taiwán, el instrumento aún no se ha activado.
La guerra está declarada. Sólo queda que los europeos se unan en las muchas batallas que les esperan.