Hay animales políticos que vibran en los procesos electorales, que enardecen a las masas. Hay líderes que trazan caminos que otros tan siquiera se atreven a mirar, capaces de proponer un rumbo al pueblo sin titubear. María Corina Machado es de esa pasta. Es la cabeza visible de la oposición en Venezuela, la mujer que sacude desde dentro los cimientos del régimen de Nicolás Maduro, como quedó demostrado en las marchas multitudinarias del pasado jueves, víspera de la ceremonia de investidura del líder chavista.
Edmundo González Urrutia (Victoria, 1949), en cambio, encarna un tipo de figura muy diferente: la del diplomático discreto, la del maestro en relaciones internacionales con experiencia en embajadas, ministerios de exteriores y en cumbres de países. La del tipo acostumbrado a trabajar en ambientes sosegados y no ante la muchedumbre.
Pero tuvo que cambiar de piel pasados los 70 años. Después de una vida dedicada a la diplomacia y también al análisis como profesor y como escritor, optó por salir en defensa de Machado, a quien los tribunales de Venezuela inhabilitaron para presentarse a un cargo público por haber apoyado las sanciones económicas de Estados Unidos a Maduro y por haber respaldado a Juan Guaidó, otro ilustre opositor del régimen chavista.
Inhabilitada Machado a finales de enero de 2024, la líder opositora ungió a Corina Yoris como la candidata destinada a derrotar a Maduro en las urnas. Pero un nuevo contratiempo obligó a buscar otra alternativa, debido en este caso la imposibilidad de los partidos políticos Plataforma Unitaria y Un Nuevo Tiempo de acceder al sistema automatizado del Consejo Nacional Electoral para la inscripción de la candidatura de Yoris –una “maniobra” de parte del Gobierno para impedirla, denunció entonces Machado–.
De esas maniobras de bloqueo del régimen de Maduro surge la figura de Edmundo González Urrutia, un hombre sin ninguna experiencia electoral a quien los opositores lograron finalmente inscribir como presidente de la Mesa de Unidad Democrática.
Un perfecto desconocido
Era González un perfecto desconocido para el gran público, puesto que sus antiguas responsabilidades como embajador de Venezuela en Argelia (1991-1993) y en Argentina (1998-2002) durante los gobiernos de Rafael Caldera y Hugo Chávez no le concedieron una gran proyección pública.
En su trayectoria, también destaca su papel como mediador para la incorporación de Venezuela en el Mercosur, el bloque económico que actualmente integran Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Bolivia. Venezuela formaba parte desde 2012, pero fue expulsada en 2016 por incumplir mínimos democráticos y de derechos humanos.
Presidente electo
Sin embargo, el diplomático de 75 años arrasó el 28 de julio, según las actas electorales recopiladas por la oposición y validadas por el prestigioso Centro Carter y las Naciones Unidas, entre otros observadores internacionales. Derrotó a Maduro con el 67% de los votos frente al 30% del líder chavista, según el recuento de la plataforma opositora.
Más de 7.400.000 venezolanos escogieron su papeleta, por lo que se vería obligado a abandonar el país en septiembre, entre “presiones, coacciones y amenazas” de un régimen que demostró no estar dispuesto a encajar la derrota.
Pareciera que Edmundo, el padre, el abuelo, el esposo, una vez en Madrid, se libraría de ir a la cárcel en Venezuela y podría cuidar de su vida y la de los suyos, que estaba en peligro evidente. Nada más lejos de la realidad. El líder opositor pronto verbalizó su intención de regresar a su país el viernes 10 de enero para asumir la presidencia.
Realizó una exitosa gira diplomática por América, recabó el respaldo de los mandatarios regionales, incluidos los de los estadounidenses Joe Biden y Donald Trump, que pasaron a considerarle “presidente electo”, y elevó la presión a niveles insospechados sobre el chavismo, que no tuvo más remedio que blindar las fronteras del país.
Pero no pudo cumplir su promesa. Entrada la tarde del viernes, González Urrutia se dirigió a los venezolanos a través de un mensaje televisado desde República Dominicana, después de que Machado confirmara la noticia de que no ingresaría al país. “Nos veremos todos muy pronto en Caracas, en libertad”, prometió, insuflando de esperanza a la oposición.