A lo largo del siglo XIX, fue creciendo la concienciación de estar discriminadas por ser mujer. En 1848, en Seneca Falls, en la que se considera la primera convención feminista, la “Declaración de sentimientos” resumía los agravios: las mujeres no podían votar, las casadas no tenían derechos de propiedad, los maridos ejercían tal poder que podían encarcelarlas o golpearlas con impunidad.
Muchos empleos estaban cerrados a las mujeres y cuando trabajaban se les pagaba bastante menos que a un hombre. Ellas no podían ejercer la medicina ni la abogacía, pues tampoco podían ir a la universidad ya que no les aceptaban como estudiantes. En resumen, que a las mujeres se les había privado de su autoestima y no se les respetaba, haciéndoles depender totalmente de los hombres. (Sin entrar en la situación de las mujeres negras esclavas en los estados sureños).
Please join @MonumentalWomen on March 8th pic.twitter.com/d84N6Xe2KH
— Monumental Women (@MonumentalWomen) February 13, 2023
La degradación de la mitad de un país
La activista Elizabeth Stanton manifestó: “Dada la degradación de la condición de la mitad de la población del país, vistas las injustas leyes y ya que las mujeres se sienten oprimidas y fraudulentamente privadas de sus derechos sagrados, insistimos que se les otorguen todos los derechos y privilegios que les pertenecen como ciudadanas de estos Estados Unidos”.
La oposición a estas reivindicaciones fue enorme en todas las esferas políticas y económicas. Se trastocaba el orden social que limitaba la influencia de la mujer al hogar. Además, muchos creían firmemente que la mujer era biológica y mentalmente inferior.
El derecho al voto, la prioridad
Pero supieron organizarse. Stanton, Susan B Anthony, Lucy Stone y Sojourner Truth escribieron innumerables libros y panfletos. Viajaron por todo el país durante las siguientes décadas para concienciar y movilizar a la población. En 1890, consiguieron fusionar los movimientos feministas en la Asociación Norteamericana de Mujeres por el Sufragio (NWAS). Y concluyeron en que lo principal era conseguir el derecho a votar, ya que a través del voto se conseguirían las demás reformas.
Pero en la segunda mitad del siglo XIX, las mujeres apenas salían de casa. Estaba muy mal visto que una mujer (decente) fuera andando sola por la calle. Además, con los apretados corsés y los voluminosos vestidos de la época el movimiento resultaba agotador.
La bicicleta, la gran aliada
La alternativa era un carruaje tirado por un caballo. Algo caro de comprar y mantener, sobre todo en ciudad. Según ‘El libro de la Bicicleta’, en Estados Unidos en 1890, un caballo se vendía por 150 dólares (Unos 5.500 euros hoy). Además, había que mantenerlo (otros 150 dólares al año). Y siempre haría falta un hombre para colocar el atalaje y engancharlo al carro.
Por entonces, la bicicleta “de seguridad” se convirtió en una gran aliada del movimiento feminista sin querer. Al tosco velocípedo de madera de principios de siglo- propulsado con los pies y con ruedas de distinta altura- se le fueron añadiendo innovaciones como cuadros de acero, dos ruedas iguales de goma, un manillar para dirigirlo, y una transmisión de pedales con cadena. Muy parecido a lo que conocemos hoy. En pocos años pasó de ser un invento para locos entusiastas a convertirse en un medio de locomoción privada incluso más rápido que un caballo para largas distancias. Cientos de empresarios se lanzaron a fabricar bicicletas. Su precio bajó de los 150 dólares en 1893 a los 80 en 1897. Fabricaron tantas que ya en 1902 se conseguían por entre 3 y 5 dólares. La bicicleta se popularizó enormemente. Además, para dar salida a sus stocks y sobreproducción, los fabricantes se dieron cuenta de que si vendían a las mujeres, el mercado potencial se duplicaba.
Y vaya si lo aprovecharon. Mujeres de todas clases adoptaron la bicicleta como emblema. Jóvenes y mayores, ataviadas con ropajes más cómodos se echaron a las calles de las ciudades y a los caminos rurales.
Escrutinio público
Aunque tuvieron que hacer frente a intensos debates: ¿acaso deberían montar en bici?, en caso positivo, ¿con qué ropas? y ¿en qué compañía? ¿Debería la sociedad permitir a una mujer ir delante (conduciendo) en un tándem?
Al margen de estas disquisiciones, las mujeres salieron a ejercitarse al aire libre sin hombres y sin supervisión. Y para ello se liberaron de las voluminosas faldas y enaguas victorianas, sustituyéndolas por faldas-pantalón o pololos que se fueron estrechando y acortando con rapidez. También se quedaron en casa los sombreros. Pantorrillas y tobillos quedaron al descubierto. Y tras unos años dejaron de escandalizar y hasta se hicieron habituales.
Un soplo de libertad
Con esta libertad recién adquirida pronto empezaron a asistir a asambleas multitudinarias. Ahora
podían reclamar sus derechos, pues por primera vez en la historia se sentían fuertes y numerosas.
Las mujeres iban en bici a concentraciones y manifestaciones, conscientes de su creciente fuerza. Una mujer montando en bici se convirtió en símbolo de la mujer moderna independiente, cuestionando el statu quo. Se mezclaban con hombres, desafiando los roles tradicionales, permitiéndoles viajar con independencia. Porque las mujeres ya no dependían de los hombres para moverse.
La activista Susan B. Anthony, en una entrevista en 1896, proclamó que “ningún invento ha hecho más por el movimiento de la liberación de la mujer que la bicicleta. Les da sensación de libertad y autosuficiencia”.
Artículo 19
Finalmente, en agosto de 1920, se aprobó el artículo 19 de la Constitución americana. Y ese noviembre, ocho millones de mujeres ejercieron su derecho al voto. Pero a principios del siglo XX las bicicletas perdieron su auge. Al popularizarse tanto, dejaron de tener atractivo para ricos y famosos. Las mismas fábricas de bicicletas comenzaron a producir automóviles, utilizando la experiencia adquirida en producir en masa las ruedas, frenos y transmisiones. Con la incorporación del motor de arranque y el abaratamiento que supuso la producción en cadena del Model T de Ford, la bicicleta quedó arrinconada hasta su reciente resurgir como medio de transporte alternativo y para practicar deporte.
Para saber más
- VISITAR: Museo nacional de la bicicleta (Velorama) Nijmegen, Países Bajos. Extensa colección de 250 bicicletas desde sus comienzos hasta nuestros días que explican la evolución técnica.
- LEER: ‘El Libro de la bicicleta‘, Roderick Watson y Martin Gray 1980 H. Blume Ediciones. “Un canto a la bicicleta en todas sus formas y estilos… Su evolución técnica y social, la complejidad dramática del deporte y el resurgir actual de la bicicleta. Por encima de todo, este es un libro sobre la estética y la belleza técnica de una máquina que está entre las mas sencillas y perfectas (e inofensivas) inventadas”.
- VER: Wadja: 2012. Ganadora del festival de Venecia de ese año. Una niña saudí de 10 años ve una bici en su barrio en venta y quiere comprarla para ganar a un chico en una carrera. Su madre no se la compra porque su cultura prohíbe a las chicas montar en bici. Wadja decide conseguir el dinero por su cuenta. (La directora se resignó a filmar dentro de un furgoneta ya que no podía mezclarse con su propio equipo de hombres en la calle).