Muere el Papa

El Papa Francisco y las mujeres: un pontificado entre la compasión y los límites

Durante su pontificado, denunció con contundencia la violencia de género, calificándola como una "hierba venenosa que aflige nuestra sociedad y que debe ser eliminada de raíz"

Muere el Papa
El papa Francisco saluda a Blessing Okoedion, víctima del tráfico de personas, durante un encuentro pre-sinodal con varios jóvenes en el Pontificio Colegio Internacional Maria Mater Ecclesiae en Roma
EFE/ Fabio Frustaci

​El fallecimiento del Papa Francisco marca el fin de un pontificado que, durante más de una década, abordó con sensibilidad cuestiones relacionadas con las mujeres. Desde su llegada al Vaticano en 2013, sorprendió con un discurso interpretado por muchos como progresista, que se distinguió especialmente por poner sobre la mesa temas que tradicionalmente la Iglesia Católica prefería mantener en segundo plano.

A pesar de sus claras condenas doctrinales sobre el aborto o la prostitución, Francisco fue un líder dispuesto al diálogo, que ante todo mostraba comprensión.

Mujeres en la Iglesia: avances y límites

​A pesar de no llegar a abrir la puerta al diaconado femenino, el Papa Francisco promovió una mayor participación de las mujeres en la Iglesia. En 2016, permitió que las mujeres participaran en el Sínodo de los Obispos con derecho a voto, lo que marcó un hito en la historia eclesiástica. Además, nombró a mujeres en altos cargos vaticanos, como Sor Raffaella Petrini como secretaria general de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano y a la hermana Nathalie Becquart como subsecretaria del Sínodo de los Obispos, siendo esta última la primera mujer con derecho a voto en dicho organismo.

En relación con el papel de las mujeres en la Iglesia, Francisco expresó:​ “No se trata solo de dar más funciones a la mujer, sino de comprender mejor su vocación y misión” dentro de la Iglesia, así como de reconocer “su dignidad y papel fundamental en la comunidad cristiana”.
Francisco hizo un esfuerzo por avanzar hacia una mayor inclusión de las mujeres en la vida eclesial, aunque sin modificar la doctrina tradicional sobre el sacerdocio femenino.​

Monjas asisten a una misa en honor al Papa Francisco este lunes, en la Catedral de Buenos Aires

“La hierba venenosa que aflige nuestra sociedad”

Durante su pontificado, denunció con contundencia la violencia de género, calificándola como una “hierba venenosa que aflige nuestra sociedad y que debe ser eliminada de raíz”.

“Las mujeres son fuentes de vida” Así lo ha expresado en diversas ocasiones. Sin embargo, como él mismo ha denunciado , “son continuamente maltratadas, golpeadas, violadas, inducidas a la prostitución y suprimidas de la vida que llevan”. Ha alzado la voz contra todo tipo de violencia ejercida sobre las mujeres, señalando que no se puede construir una sociedad justa sin erradicar estas injusticias, afirmando que “toda violencia ejercida sobre la mujer es una profanación de Dios, nacido de la mujer”. Por eso, el Papa insiste en que “del cuerpo de la mujer ha salido la salvación para la humanidad: por cómo tratamos el cuerpo de la mujer entendemos nuestro nivel de humanidad“.

“Quien aborta, mata”

Su postura en defensa de la vida desde la concepción fue firme, considerando el aborto como un homicidio: “El aborto es un asesinato. Aborto… sin medias tintas: quien aborta, mata”. Además, comparó el acto de abortar con “contratar a un sicario para resolver un problema”.​

A pesar de ello, Francisco también mostró una actitud de misericordia hacia las mujeres que han pasado por esta experiencia, “hay que dar consuelo, no castigar nada”. Reconociendo el sufrimiento y las presiones que muchas enfrentan, en 2015 afirmó: “He conocido a tantas mujeres que llevan en el corazón la cicatriz de esta decisión angustiante y dolorosa”.

A nun prays near the Apostolic Palace. EFE

En este sentido, durante el Año de la Misericordia en 2015, concedió a todos los sacerdotes la facultad de absolver el pecado del aborto a quienes se arrepientan con corazón contrito. Esta medida, que inicialmente era temporal, fue extendida de manera indefinida en la Carta Apostólica Misericordia et misera en 2016, permitiendo que ningún obstáculo “se interponga entre la petición de reconciliación y el perdón de Dios”.

Inclusión transexual en la vida sacramental

También adoptó una postura pastoral de acogida hacia las personas transexuales, promoviendo su inclusión en la vida sacramental de la Iglesia. En noviembre de 2023, el Dicasterio para la Doctrina de la Fe, con la aprobación del Papa, emitió un documento que aborda la participación de personas transexuales en los sacramentos.​

Según este documento, las personas transexuales, incluso aquellas que han pasado por tratamientos hormonales o cirugías de reasignación de sexo, pueden recibir el bautismo “si no existen situaciones en las que exista riesgo de generar escándalo público o desorientación entre los fieles”. Esta disposición se aplica a adultos, niños y adolescentes, siempre que estén bien preparados. ​

En cuanto a la participación como padrinos o madrinas en el bautismo, el documento señala que, en determinadas condiciones, se puede admitir a personas transexuales. Sin embargo, se enfatiza que esta tarea no constituye un derecho, y la prudencia pastoral insiste en que no se permita si existe riesgo de escándalo o desorientación en la comunidad eclesial. ​

Diego Neria Lejárraga, el primer transexual de la historia en ser recibido por un Papa. EFE

Prostitución, “un vicio repugnante”

Para él, la prostitución forma parte de la esclavitud moderna y consumirla es un delito de ‘lesa humanidad’. En el prefacio del libro Mujeres crucificadas, publicado en 2019, recordó una de sus visitas a una casa de acogida para mujeres rescatadas de las redes de trata. Allí, cara a cara con el dolor de quienes habían sido explotadas, algunas con bebés en brazos, confesó: “sentí un fuerte deseo, casi la necesidad de pedir perdón por las verdaderas torturas que tuvieron que soportar a causa de los clientes, muchos de los cuales se definen cristianos”.

El Papa denunció públicamente que “una persona no puede ser nunca puesta en venta” y calificó la prostitución como “un acto criminal, un vicio repugnante que confunde hacer el amor con desahogar los propios instintos torturando a una mujer indefensa”. No se olvidó de reconocer con admiración la labor de quienes trabajan para liberar a estas mujeres, arriesgando incluso su vida frente a las mafias. Su llamado fue claro: “liberar a estas pobres esclavas es un gesto de misericordia y un deber para todos los hombres de buena voluntad”.

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