Entre el corto plazo de la guerra en Ucrania y el medio plazo con el rearme, los europeos debaten sobre la preferencia europea en materia de compra de armamento. En Bruselas se habla de un nuevo gran préstamo. Antes de que Friedrich Merz llegara al poder en Berlín, varios dirigentes europeos defendían la emisión de eurobonos para financiar los esfuerzos de defensa del continente. El Partido Popular Europeo, primera fuerza política en las instituciones europeas, está a favor.
En un momento en el que Estados Unidos amenaza con desentenderse del Viejo Continente y los objetivos imperialistas de Putin son motivo de preocupación, la presión sobre los europeos para que refuercen su seguridad es grande. El jueves 20 de marzo, toda la atención se centró en la reunión de jefes de Estado y de Gobierno europeos, que una vez más debía abordar la cuestión de la defensa de los Veintisiete.
Todos reiteraron su intención de rearmarse y, con la excepción del húngaro Viktor Orban, de ampliar el apoyo militar a Ucrania. Las directrices marcadas en el Libro Blanco sobre defensa que publicará la Comisión Europea parecen señalar el camino hacia el rearme europeo. Un concepto que no es del gusto de Pedro Sánchez. Él cree que la UE es un proyecto político de poder blando, aunque reconoce la necesidad del poder duro europeo.
Aunque la línea adoptada por el Gobierno socialista español sigue siendo marginal en Europa, no deja de traicionar la vieja inconsciencia de las élites europeas, que tanto les ha costado; la de una Europa que soñaba con salir de la Historia, ganada a la paz perpetua de la que debía beneficiarse eternamente para convertirse en un continente museificado con playas llenas de turistas. Pero las realidades de la posada española ya no son pertinentes, como tampoco lo han sido nunca en Oriente. Hoy, Europa está despertando de su profundo letargo, redescubriendo que la paz es solo un momento entre dos guerras y que el «poder blando» a veces no es nada comparado con un cañón apuntado por un enemigo.
La actitud de la América de Trump es una llamada de atención para Estados e instituciones que nunca han querido tomar su seguridad en sus manos, con la notable excepción de Francia, heredera del legado del general De Gaulle, que ahora puede decir: «Os lo advertimos». Hace apenas quince años, ¿quién habría podido predecir que veríamos trincheras marcando las fangosas tierras del continente? Y, sin embargo, aquí estamos. Del mismo modo, ¿quién podía pensar que Estados Unidos llegaría a amenazar con abandonar a un país europeo atacado, aunque no fuera miembro de la OTAN o de la Unión? Tampoco muchos lo pensaban.
Estas crueles realidades forman ya parte del día a día de los líderes de la UE, que en las últimas semanas han intensificado el número de reuniones de urgencia, cumbres, cónclaves y formatos ad hoc para preparar las secuelas de la guerra de Ucrania y el rearme del continente. Sin embargo, esta pequeña frase de Pedro Sánchez ilustra las dificultades que tiene el viejo continente para pasar de las palabras a los hechos. Aunque los jefes de Estado y de Gobierno de la UE han aprobado el plan ‘Rearmar Europa’, cuya inversión en equipamiento militar se prevé en 800.000 millones de euros -una suma colosal-, aún no se han puesto de acuerdo sobre las modalidades de financiación.
Por el momento, se supone que la financiación es responsabilidad de los Estados miembros. El Sur preferiría recurrir a los eurobonos o al Mecanismo Europeo de Estabilidad, empezando por Francia, atrapada en su torpeza presupuestaria e incapaz de frenar su déficit. ¿Qué solución se elegirá? Friedrich Merz parece, inusualmente para un Canciller alemán, dispuesto a romper con la ortodoxia presupuestaria de Renania y el maltusianismo alemán que conocemos. ¿Tendrá el acierto de apoyar la posición francesa que, si bien no resuelve la urgencia inmediata, podría hacer más sostenible a largo plazo este proyecto de «rearme» europeo? Estas son las cuestiones que deberán decidirse rápidamente, porque el tiempo corre.
Macron y otros han conseguido hacer oír su voz sobre la compra de armas, logrando que Bruselas apruebe una preferencia europea. Se trata de una novedad que no estaba cantada hace apenas unos meses.
Se trata de una cuestión clave, dado que un país como Polonia, que aspira a convertirse en el primer ejército europeo en un futuro muy próximo, sigue dependiendo de Estados Unidos y Corea del Sur para el 87% de sus compras. Resulta claramente ilusorio, y desde luego contraproducente, prever un giro completo. En primer lugar, porque los países europeos no producen en cantidad suficiente los productos de bajo coste que necesita un ejército como el polaco. Pero será posible, como ha dicho Donald Tusk, aumentar la proporción de compras comunitarias.
El hecho es que, como han señalado algunos comentaristas, es posible que Estados Unidos tome un nuevo rumbo político en las próximas elecciones. Para obtener el apoyo casi unánime -excluyendo a Hungría- de los socios europeos, éstos también deben ser capaces de rearmarse “moralmente”, entendiendo que la defensa es una prioridad para cada Estado y que la defensa colectiva de Europa es una prioridad colectiva. “La mano que da está por encima de la mano que recibe”, decía Bonaparte. Situarnos en un estado de dependencia es una espada de Damocles, como Washington nos recuerda hoy a nuestra costa.
Esta dependencia estadounidense proviene del hecho de que muchos países pensaban que, comprando a Estados Unidos, compraban al mismo tiempo el paraguas militar y nuclear estadounidense. Para que los polacos, los bálticos y los finlandeses quieran comprar Europa, no basta con que teman a Estados Unidos: también necesitan saber que tendremos una solidaridad real y duradera.
No obstante, es notable que la Unión Europea no quiera una «paz» improvisada por Donald Trump y Vladimir Putin, y menos aún el resultado de una negociación de la que quedaría excluida. La Unión también se ha dado cuenta de que debe demostrarlo con hechos. Todo el mundo se ha dado cuenta también de que esta Europa de la defensa irá más allá del marco de la Unión Europea, que es buena firmando cheques, pero incapaz de adoptar una verdadera estrategia. Por ello, la reunión realmente importante tendrá lugar el jueves 27 de marzo en París, y reunirá a la futura «coalición de voluntarios», incluidos británicos y canadienses.