Este lunes 20 de enero, el mundo se despertará con la incógnita de qué será de la política exterior del “imperial” Donald Trump. Cuando sea investido presidente de Estados Unidos, será en realidad el CEO de una especie de multinacional con filiales en todo el mundo.
En Europa, éstas son “Italia-Trump”, “Hungría-Trump” y quizás “Alemania-Trump” si las elecciones alemanas llevan al poder a la ultraderechista AFD. En otros lugares, Trump se embarca en alianzas geopolíticas que al principio parecían poco creíbles pero que al final están diseñadas para dar cada vez más riqueza a los amigos y adeptos a la causa trumpista, la “make America Great Again”. Sin embargo, los asuntos mundiales distan mucho de ser exclusivamente económicos o comerciales. Pero Donald Trump no lo entiende así.
Preocupación en Occidente por Trump
Dicho esto, en la mañana de este 20 de enero, el mundo no estará demasiado preocupado por el regreso de Trump, excepto en Occidente. En efecto, mientras que India, China y Turquía se muestran optimistas ante el nuevo mandato del presidente electo estadounidense, no se puede decir lo mismo de los países occidentales aliados de Estados Unidos. Desde India hasta China, pasando por Turquía y Brasil, el regreso de Trump se considera positivo para la paz mundial. Sin embargo, este sentimiento no es compartido por algunos de los aliados más cercanos de Washington: Canadá, Reino Unido, la UE y Corea del Sur.
Las preocupaciones occidentales se basan en la visión que Trump tiene del mundo y de cómo funciona. Su planteamiento para resolver los conflictos de Ucrania y Oriente Próximo -si lo consigue en 24 horas…- refleja su visión transaccional de las relaciones internacionales. En contra de lo que él cree, no todo se puede vender, ni siquiera Groenlandia o Canadá. La paz duradera no puede comprarse, ni imponerse por la fuerza.
Oportunismo y pragmatismo
Algunos países europeos y latinoamericanos seguirán a Trump en su visión de las relaciones internacionales, pero es dudoso que ellos mismos la compartan realmente. El oportunismo y el pragmatismo son sin duda las razones de su apoyo. También es indudable que ven en Trump una resistencia a una globalización que Occidente ya no gobierna ni decide. ¿Cuál de los europeos, canadienses o japoneses es capaz de enfrentarse hoy a China y sus aliados, o mañana a India y el sur global? Es una huida hacia delante por parte de sus seguidores.
Mientras tanto, tras la toma de posesión -a la que asistirán numerosos representantes de países no democráticos, así como de partidos europeos de extrema derecha, entre ellos Santiago Abascal – Irán, América Latina, China y las relaciones con Europa y la OTAN, así como otros conflictos y desafíos menores, serán los principales temas sobre la mesa de la nueva Administración del presidente de Estados Unidos.
Ante la invasión rusa
En el caso ruso-ucraniano, parece que Kiev ha perdido desgraciadamente la guerra, aunque habrá que considerar qué coste puede suponer este resultado para Europa y el mundo. El precio de una previsible política de apaciguamiento hacia Rusia para poner fin a la guerra, que Trump parece querer, podría tener consecuencias fatales para Europa, así como para los vecinos postsoviéticos de Rusia. Los Pactos de Múnich de 1938, para frenar los deseos expansionistas de Hitler, supusieron el inicio de una guerra interminable. Esperemos que la capitulación ante Rusia no sea el comienzo de una catástrofe mayor similar a la Segunda Guerra Mundial.
En cuanto a la crisis de Oriente Próximo, no cabe duda de que la llegada de Trump a la Casa Blanca está fortaleciendo a Israel. Trump y su recién nombrado secretario de Estado, Marco Rubio, son firmes partidarios del Estado de Israel. Abandonada ya la fórmula de los dos Estados para poner fin al conflicto, los palestinos son los grandes perdedores de esta guerra, que comenzó el 7 de octubre con el ataque de Hamás contra Israel. Se ha impuesto la realpolitik, lo que significa que se aceptan como tales los hechos conseguidos sobre el terreno por la fuerza militar y se descarta cualquier vía política que pudiera conducir a un acuerdo pacífico entre las partes.
La vulnerabilidad de Irán
Irán, por su parte, como un gran pulpo que mueve sus tentáculos por toda la región -Irak, Hamás, Hizbulá, Siria y Yemen- sigue mostrando su fuerza contra Israel, pero no cabe duda de que los últimos golpes de Israel, incluido el humillante asesinato del líder de Hamás Ismail Haniye en Teherán, demuestran la vulnerabilidad de sus Fuerzas de Seguridad y de su Ejército. Al parecer, Trump está trabajando para mantener una diplomacia paralela con Teherán que reduzca las tensiones en su país y en Oriente Medio para evitar un agravamiento del conflicto con los iraníes y un “desbordamiento” de la situación que podría tener consecuencias fatales para sus aliados regionales, incluidos los israelíes, pero también los saudíes.
En América Latina, los regímenes de Cuba, Nicaragua y Venezuela verán un mayor endurecimiento de la política estadounidense contra estas naciones, a pesar de que Trump se caracteriza en cambio por un absoluto desinterés en los asuntos latinoamericanos, y es partidario del no intervencionismo, tanto político como militar. Además, el bloque de izquierdas latinoamericano es más sólido y robusto que nunca, con tres de las principales potencias de la región, Brasil, Colombia y México, en sus manos.
La obsesión de Donald Trump
China, principal obsesión de Trump, también estará muy atenta a la política exterior estadounidense. La guerra económica continuará y se intensificará, pero el conflicto no debería degenerar en una ruptura total de sus relaciones políticas y comerciales. Para China, que exporta cuatro veces más de lo que importa de EE UU, este comercio es vital para su economía, mientras que EE UU tendría que buscar nuevos proveedores para muchos de los productos que importa del gigante asiático. Y esto no es tan fácil como parece.
En cuanto a Europa, está por ver cómo evolucionarán las relaciones con la Unión Europea en la era Trump, una organización internacional que Trump, al igual que las Naciones Unidas, desprecia abiertamente, como lo demostró durante su primer mandato. Del mismo modo, se teme que, si Trump cumple sus promesas de proteger sus fronteras con aranceles y emprender una política de proteccionismo estricto, el comercio internacional sea caótico. Sin embargo, a diferencia de su primer mandato, Trump cuenta con una amplia mayoría en ambas cámaras del legislativo estadounidense y no tendrá límites: podrá hacer literalmente lo que quiera. Podría ser un Trump razonable, -predicción algo dudosa dado que prácticamente no hay técnicos en su Gobierno- o, por el contrario, un presidente que genere un mundo en caos a base de decisiones poco fundamentadas y escaso rigor profesional, como la idea de subir los aranceles a China un 60%, que pagarían millones de estadounidenses de a pie y obligaría a los chinos a buscar nuevos mercados. Pero esto también afectaría a la UE.
La presión a la OTAN
Por último, la OTAN, parte fundamental de la arquitectura de seguridad y defensa no solo europea sino también occidental, es otra de las organizaciones internacionales seriamente cuestionadas por Trump y varios miembros de su equipo. Trump siempre ha exigido a los miembros de la OTAN que aumenten su gasto en defensa, incluida España, que tiene uno de los niveles más bajos de gasto militar en comparación con otros socios. No cabe duda de que Trump someterá a la Alianza Atlántica a una prueba existencial debido a las duras críticas que ha recibido en el pasado y a su fuerte retórica reciente contra ella. El futuro de la OTAN se debate entre su obsolescencia y una crisis existencial impulsada por la llegada de Trump al poder, que plantea más incertidumbres que certezas.
Un mundo incierto donde todo se traduce en términos empresariales, donde todo se decide o negocia por amenazas o talonarios de cheques, y donde el cambio climático y los derechos humanos importan poco, eso es lo que nos espera desde este lunes por la mañana. ¡Que tengan una buena semana!