Análisis
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El kit de supervivencia de la Unión Europea

Entre amenazas de desconexión estadounidense y tensiones con Donald Trump, Europa intensifica su independencia militar. Un plan de defensa sin precedentes que excluye a Estados Unidos y Reino Unido de los contratos de armamento, pero que también podría incluir a Canadá. Esta vez, es posible que la Unión Europea decida lanzar las grandes maniobras sin esperar a que Estados Unidos retome de repente la senda de las relaciones bilaterales trazada desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Motivada por su inquietud ante el espectacular acercamiento de Donald Trump entre Washington y Moscú, la UE ha anunciado el lanzamiento del proyecto «European Defense Readiness 2030» con la publicación de un Libro Blanco sobre defensa.

Esta iniciativa propone aumentar el gasto en defensa, simplificar la normativa y optimizar los programas industriales. Su objetivo es constituir una reserva de 800.000 millones de euros para impulsar la producción de armamento en Europa, lo que supondría un aumento del 1,5% del Producto Interior Bruto (PIB) dedicado a la defensa europea.

Al mismo tiempo, se concederán a los Estados miembros 150.000 millones de euros en préstamos para el nuevo programa de Acción de Seguridad para Europa (SAFE), con el fin de que inviertan en ámbitos clave de la defensa. Todos los fondos asignados se destinarán a la compra de armamento de fabricación europea, mientras que el 64% de las importaciones de armas de los Estados miembros europeos de la OTAN durante el periodo 2020-2024 procederán de Estados Unidos.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen (izq.), habla con el canciller alemán, Olaf Scholz (centro), y el presidente de Chipre, Nikos Christodoulides (der.), antes de posar para una foto familiar durante la cumbre de la ‘Coalición de la Voluntad’ en el Palacio del Elíseo en París, Francia, el 27 de marzo de 2025.

A la luz de la agitación geopolítica observada con el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca y el deterioro de las relaciones bilaterales entre las partes, la UE tiene todo el interés en reorientar su estrategia de defensa. En este sentido, cabe felicitarse por el significativo acercamiento entre Francia y el Reino Unido, las dos potencias nucleares europeas, cuya colaboración militar podría aportar resultados significativos en el proyecto de una defensa europea, como mínimo, mediante la concreción de una cúpula europea de protección contra cualquier agresión nuclear.

Sin embargo, sin ánimo de ser alarmista, hay que decir que sin EEUU, la UE se enfrenta a serios retos, no sólo financieros y logísticos, sino también territoriales y de comunicación con la opinión pública. En efecto, el territorio europeo se enfrenta a una amenaza permanente y cada vez más intensa en su flanco oriental: Kaliningrado y el corredor de Suwalki, así como Estonia, parte de cuya población es rusoparlante y prorrusa.

Suwałki es una franja fronteriza entre Lituania y Polonia de unos 70 kilómetros. Limita a un lado con Bielorrusia y al otro con el enclave de Kaliningrado, que bordea el mar Báltico y pasó a ser ruso al final de la Segunda Guerra Mundial. Este territorio se ha militarizado mucho en los últimos quince años. Por eso se dice que el corredor es el punto débil de la OTAN y la UE. En caso de ataque ruso, la toma de este corredor cortaría el enlace terrestre entre los Estados bálticos y el resto de los países de la OTAN. Pero muchos bálticos están convencidos de que, después de Ucrania, son los siguientes en la lista de Vladimir Putin. Todos los planes de defensa de la OTAN, los Estados bálticos y Lituania contemplan la defensa del corredor de Suwałki. Podemos compararlo aquí con Berlín Occidental o Corea del Sur. Son escenarios que nunca han ocurrido, pero para los que se ha ensayado y preparado constantemente.

Vladimir Putin (izq.) pasa junto a una guardia de honor antes de una reunión con el presidente bielorruso, Alexander Lukashenko (no en la foto), en el Kremlin en Moscú, Rusia, el 13 de marzo de 2025.

Mientras tanto, la UE pide a los ciudadanos que preparen un «kit de supervivencia» para 72 horas. Ante la amenaza de guerra en Europa, la Comisión Europea ha animado recientemente a todos los ciudadanos de la Unión Europea a preparar un «kit de supervivencia» que dure al menos 72 horas. La institución europea pretende sensibilizar a la opinión pública de toda Europa sobre la necesidad de invertir en la defensa de todo lo que la UE representa en términos de valores democráticos, pero también como potencia (geo)política. Los ciudadanos europeos deben estar preparados para una crisis, o incluso una guerra.

El llamamiento a preparar un kit de supervivencia no es una anécdota. Señala un cambio estratégico en Europa. Instrucciones austeras, jerga tecnocrática y, tras ellas, una preocupación palpable. La Unión Europea cambia de tono y pide a sus ciudadanos que se movilicen como nunca y preparen su supervivencia. En Bruselas, las palabras están bien elegidas, pero las señales ya no engañan a nadie. Aunque el objetivo oficial es la resiliencia colectiva, el subtexto transmite otra verdad: Europa se prepara para grandes convulsiones, ya sean de origen natural, sanitario o geopolítico. Detrás de las recomendaciones logísticas, se instala un estado de alerta latente. La supervivencia se convierte en doctrina: la Unión Europea refuerza sus comunicaciones de emergencia. Pero dentro de las instituciones europeas, se trata de un cambio de paradigma: basar parte de la resiliencia colectiva en la iniciativa individual. ¿El modelo? Finlandia, donde la cultura del búnker, las reservas familiares y la anticipación están firmemente arraigadas.

Hadja

Hadja Lahbib, la comisaria europea para Preparación. Gestión de Crisis, e Igualdad, durante la rueda de prensa este miércoles

Ya no se trata sólo de catástrofes naturales o accidentes industriales. La Comisión Europea ha aceptado que la guerra es un escenario probable. Los temores son múltiples: pandemia, apagón energético, ciberataque masivo, descarrilamiento geopolítico. Lejos de ser un eslogan, este plan incluye el establecimiento de un centro europeo de coordinación de crisis, la creación de un marco civil-militar y el desarrollo de reservas estratégicas europeas de materias primas, vacunas y equipos médicos. Se espera que esta estrategia produzca un informe completo de evaluación de riesgos para 2026. ¿Un kit de supervivencia para calmar o alarmar? Las ambigüedades de la educación de choque. Bajo la apariencia de la educación, el ejecutivo europeo está introduciendo una retórica de amenaza difusa, enmascarada por una estética benévola. Ya no se trata sólo de hacer frente a las crisis, sino de prepararse activamente para ellas, como si su aparición fuera inevitable. Ha nacido un nuevo contrato implícito entre las instituciones europeas y sus ciudadanos: a partir de ahora, todo el mundo debe estar preparado.

El llamamiento a preparar un kit de supervivencia no es una anécdota. Señala un cambio estratégico en la manera en que la Unión Europea ve sus responsabilidades hacia sus ciudadanos. Ya no se trata sólo de solidaridad institucional, sino de activación individual, movilización civil y gestión del riesgo como norma. Es un cambio de actitud que dice mucho del mundo hacia el que se dirige Europa. Y aunque la crisis no llegue mañana, ahora es el marco de referencia de todas las políticas públicas.

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