Las mujeres jugaron un papel “activo e importante” en el asalto al Capitolio de Washington perpetrado por una turba de seguidores de Donald Trump el 6 de enero de 2021. A pocos días de que se cumplan cuatro años de los altercados y de que el republicano regrese de nuevo a la Casa Blanca como presidente, Artículo 14 analiza el rol femenino en un episodio que mostró las grietas de la democracia en Estados Unidos.
El 6 de enero de 2021, una turbamulta de admiradores de Trump convencidos de las teorías conspiratorias de QAnon y de que los demócratas habían “robado” las elecciones en las que Trump perdió la presidencia frente a Joe Biden asaltó la sede del Congreso estadounidense, reunido ese día para certificar la victoria electoral del candidato demócrata y su inminente toma de posesión como nuevo presidente.
El episodio se saldó con al menos siete muertos, decenas de detenidos y mostró cómo el discurso de la extrema derecha y el discurso del presidente saliente habían socavado la normalidad y credibilidad de las instituciones democráticas. La fecha pasó a la historia como hito de la división y la radicalización instaladas en la política estadounidense.
Impulsoras “subestimadas” de la ultraderecha
Aunque las imágenes y estudios posteriores han mostrado el mayor protagonismo masculino en el asalto al Capitolio y los movimientos de ultraderecha en Estados Unidos, el paso del tiempo ha ido arrojando luz sobre cuál jugaron ellas. “Las mujeres han jugado y siguen jugando un papel activo e importante en los grupos extremistas de ultraderecha estadounidenses”, concluyó un informe del Programa de Extremismo de la Universidad George Washington que analizó el rol femenino en los incidentes del 6 de enero de 2021.
“Como rara vez se sitúan en la primera línea de las actividades de los grupos extremistas de ultraderecha, la aportación de las mujeres a menudo se subestima. Sin embargo, su participación en funciones de apoyo y en la propaganda de ultraderecha ha sido una contribución importante a las actividades y capacidades de los grupos extremistas”, concluyeron Hilary Matfess y Devorah Margolin, autoras del informe.
Siete condenadas
No en vano, 102 mujeres fueron detenidas por delitos cometidos en el marco del asalto al Capitolio y representan el 13% de las acusaciones presentadas por el Departamento de Justicia por lo ocurrido aquel día. El perfil es el de una mujer de 44 años, una edad promedio mayor que la de los detenidos hombres, y de muy diversas procedencias, ya que ellas llegaron a Washington desde 28 estados diferentes.
Solo en el primer año transcurrido desde el asalto a la sede del Congreso, 41 mujeres recibieron sentencias condenatorias, pero solo siete fueron condenadas a pena de cárcel. En la mayoría de los casos que los afectan a ellas, incluyen apariciones en las redes sociales, lo que refleja que la difusión de la propaganda y las teorías conspiratorias populares entre las bases trumpistas son una de las tareas a las que con más frecuencia se dedican ellas.
En los foros en los que se comunican y conversan muchos grupos extremistas abundan los mensajes que abogan por mantener a las mujeres lejos de la “primera línea”, por lo que en muchos las mujeres asumen labores de apoyo, comunicación, logística, etc.
Ashli Babbitt
1985-2021 pic.twitter.com/CjSeMS0ahp— Greg Kelly (@gregkellyusa) January 6, 2022
Sin embargo, también hubo mujeres en el epicentro del asalto al Congreso. Y lo pagaron muy caro. Ashli Babbitt, de 35 años, murió tras recibir un disparo en la cabeza de la policía mientras participaba en la avanzadilla que intentaba entrar violentamente en las dependencias del legislativo.
Babbitt había servido durante 14 años en la Fuerza Aérea y de vuelta a la vida civil en el distrito humilde de San Diego en el que creció trataba sin mucho éxito de sacar adelante un pequeño negocio de suministros para piscinas. Se presentaba en las redes sociales como ferviente trumpista y se sumó entusiasta al ataque al Capitolio, que veía como un intento de rescatar a su país de los tramposos demócratas.
También murió Rosanne Boyland, una seguidora de Trump de 34 años de Georgia. Boyland pereció aplastada entre los trumpistas que empujaban para romper el cordón policial que protegía el edificio del Congreso y los agentes que lo formaban.
Ataviada con unas gafas con los colores de la bandera y otra parafernalia del movimiento Make America Great Again, Boyland era, según la describió su familia, una mujer “apasionada en sus creencias”. Los vídeos publicados de la fatídica jornada la mostraron inerte y pisoteada por la turba de la que formaba parte. Su cuñado responsabilizó directamente a Trump de su muerte.