Las elecciones en Estados Unidos acaparan toda la atención global, por un buen motivo: el próximo inquilino de la Casa Blanca definirá el rol de Washington en el escenario internacional y su implicación en conflictos clave. Por eso, la elección entre Donald Trump y Kamala Harris representa un posible giro radical en política exterior y, para los aliados de EE. UU. en Europa y otros lugares, las diferencias entre ambos candidatos podrían traducirse en un cambio profundo de alianzas y compromisos. Paul Beck, profesor emérito de Ciencias Políticas en la Universidad de Ohio State, y Mitchell Brown, profesora de la Universidad de Auburn, ofrecen a Artículo14 un análisis claro de lo que está en juego.
Y es que Trump y Harris representan polos opuestos en cuanto a su visión de política exterior. Trump ha mostrado una tendencia aislacionista, y en palabras de Beck, “no cree realmente en las alianzas que Estados Unidos ha establecido en el pasado”. Según él, Trump no estaría interesado en apoyar a Ucrania, ni tampoco en involucrarse en el conflicto de Oriente Medio, salvo de forma “transaccional, país por país”. Esta postura, opuesta a la de Harris, se traduce en una menor inclinación por la diplomacia y el multilateralismo.
Por otro lado, Harris representa una continuidad de la administración de Joe Biden, con un enfoque más internacionalista. Según Beck, Harris “sería más una internacionalista, muy al estilo de Joe Biden y de los demócratas”, favoreciendo el fortalecimiento de la OTAN y las relaciones cercanas con la Unión Europea. Su enfoque supone un compromiso con la defensa y la colaboración internacional, especialmente en temas como el conflicto en Ucrania y la defensa de Taiwán frente a la creciente presión de China. Para los aliados europeos, una victoria de Harris podría traer estabilidad y seguridad en el compromiso de EE. UU. con la defensa colectiva y el respaldo a Ucrania en su lucha contra Rusia.
Gestionar las dos guerras
Respecto a Ucrania, ambos expertos coinciden en que una presidencia de Trump traería cambios muy profundos. Mitchell Brown destaca que “Trump ha indicado que no apoyará” a Ucrania, lo cual podría poner en aprietos a los aliados europeos, que actualmente sostienen a Kiev con ayuda militar y económica. Sin el liderazgo de Estados Unidos, advierte Beck, “los países europeos no estarían inclinados a dar un paso al frente”, una situación que podría socavar la unidad y la fuerza de la respuesta occidental ante Rusia. Esto deja una pregunta abierta: ¿podría Europa mantener una postura firme sin el respaldo sólido de Washington?
Puede que no, porque las repercusiones en la OTAN serían duras si Trump vuelve a la Casa Blanca. Beck advierte que el expresidente “trataría de empujar a los países de la OTAN a cumplir con sus obligaciones de gasto en defensa”, pero señala que Trump presenta esta política de forma poco clara. “Lo describe de una manera que no es realmente muy honesta”, comenta Beck, aludiendo a la confusión que crea al insinuar que estos fondos deberían ‘beneficiar’ a EE. UU., cuando realmente se trata de que cada país incremente su propio gasto en defensa. Esta postura podría generar tensiones en la OTAN y dar lugar a divisiones en una alianza que tradicionalmente ha contado con un firme liderazgo estadounidense.
También en el caso de Israel y Palestina hay diferencias profundas entre ambos candidatos. Beck explica que, mientras la administración Biden ha intentado presionar a Israel “tras bastidores” para reducir las ofensivas en Gaza y Líbano, Trump tendría una actitud mucho más permisiva, permitiendo que Netanyahu “haga lo que quiera, que Estados Unidos lo apoyaría”. Para Palestina y la estabilidad en la región, una presidencia de Trump podría traer una menor disposición a promover la moderación y un alto el fuego, lo que aumentaría las tensiones y reduciría las oportunidades de diálogo y resolución pacífica.
Velar por los derechos humanos
Luego está un tema clave donde también hay diferencias evidentes, el del liderazgo humanitario. Brown considera que “una presidencia de Harris probablemente mostraría un compromiso un poco mayor con la ayuda humanitaria en varios lugares” en comparación con Trump, quien ha preferido destinar los recursos a temas nacionales en lugar de comprometerse con ayuda internacional. Beck coincide y señala que la política de Trump es de recelo hacia los gastos en el extranjero, viéndolos como “gastos innecesarios”. Harris, en cambio, sería más propensa a participar en esfuerzos humanitarios y a contribuir en iniciativas globales en organizaciones como la ONU.
En cuanto a la postura sobre los derechos humanos, Brown sugiere que Harris apoyaría políticas que amplíen el acceso a la salud, reconociendo este derecho como parte de los derechos humanos básicos. Trump, por su parte, busca una desregulación del sistema de salud, limitando los alcances de las políticas de derechos humanos en temas de salud e inmigración. En política interna y externa, Harris mantendría un enfoque de respeto y protección de los derechos humanos, mientras que Trump podría seguir una línea de endurecimiento en temas migratorios y en restricciones de acceso a servicios de salud.
Para Europa, donde la posibilidad de una victoria de Trump causa inquietud, el impacto de estas elecciones va a ser profundo. Según Brown, “el gran comodín en todo esto es la relación de Trump con los intereses rusos y cómo se desarrolla eso”. Trump ha mantenido una postura más amistosa hacia Rusia que la mayoría de los presidentes recientes, mientras que es claro en cuanto a su intención de aplicar tarifas más severas a China y reducir la influencia de Pekín. La dinámica con Rusia podría complicarse, especialmente si Washington adopta una postura menos crítica frente a Moscú, lo cual podría causar roces con los aliados europeos y desestabilizar la ya tensa relación entre Europa y Rusia.