El doble drama de las mujeres migrantes de la ruta canaria

En sus países, su libertad está condicionada por una autoridad masculina y cuando pueden escapar, a menudo son víctimas de redes de tráfico de personas

Si las historias de los miles de emigrantes africanos que llegan arriesgando sus vidas casi a diario a las costas de Canarias están marcadas por el drama, las de las mujeres encierran situaciones trágicas vinculadas a la violencia o las violaciones de derechos humanos. El futuro de las que logran sobrevivir a travesías de más de 1.000 kilómetros por aguas atlánticas -sus dramas comienzan mucho antes en ocasiones— se juega en parte mañana. El Gobierno se reunirá en Tenerife este miércoles con las comunidades en una Sectorial de Infancia convocada para abordar la reforma de la ley de extranjería que traerá consigo un reparto de los menores no acompañados por las 17 autonomías.

En el aire está aún si el Partido Popular -12 de las comunidades autónomas están en manos de la formación dirigida por Alberto Núñez Feijóo— apoyará el texto que el Ejecutivo central pondrá mañana sobre la mesa. Desde hace varios días Vox amenaza con romper varios de los ejecutivos regionales en que la formación de Santiago Abascal gobierna con el PP si acaban apoyando al Gobierno central. Entretanto, la situación en Canarias es, desde hace semanas, crítica: Más de 19.000 personas han llegado en lo que va de año por vía marítimo al archipiélago, un 167% más que el año pasado en el mismo período, según datos del Ministerio del Interior. Y al menos 6.000 personas -de las cuales 3.500 menores de edad— aguardan su futuro bajo tutela del Ejecutivo autonómico.

Una minoría invisibilizada

Menores y mayores de edad, las mujeres migrantes son minoría, en torno al 6% de quienes llegan en cayuco o patera a suelo español desde las costas del Sáhara Occidental, Mauritania o Senegal, respecto a los hombres que se embarcan en travesías de a menudo más de 1.500 kilómetros por aguas atlánticas. Un dato que no ayuda a conocer sus historias: sus motivaciones van mucho más allá de las razones económicas.

Lo cierto, con todo, es que la mayoría de las mujeres que se lo plantean en algún momento de sus vidas no pueden emigrar por distintas razones, empezando porque la migración está peor vista en sus países de origen. El machismo las condena al hogar o a los matrimonios forzosos. En sus países, su libertad está condicionada por una autoridad masculina.

Imagen de unas pateras en Canarias.

Cuando pueden escapar del machismo imperante y la violencia, a menudo estas mujeres africanas son víctimas de redes de tráfico de personas, que son las que se encargan de embarcarlas rumbo a Canarias. Matrimonios forzosos, violencia sexual, mutilación genital o violencia de género son algunas de las situaciones que viven estas mujeres en sus países.

El maltrato sufrido se prolonga en los Estados de tránsito, Marruecos y el Sáhara Occidental, Senegal o Mauritania, donde son frecuentemente víctimas de abusos y violencia por parte de la población local o las fuerzas de seguridad. Y no excepcionalmente las violaciones de derechos humanos, discriminación y acoso, continúan en nuestro país. No en vano, más del 30% de las mujeres que fallecen víctimas de la violencia de género en España son migrantes. No debe olvidarse que una parte de ellas morirá en la ruta, en ocasiones sacrificando sus vidas para que los menores que las acompañan sean quienes puedan llegar a suelo europeo.

Por nacionalidades, malienses, senegalesas y guineanas constituyen la mayoría de las mujeres que se lanzan a aguas atlánticas. También proceden de Sudán, Costa de Marfil, Camerún, Gambia, Guinea Conakry, Comores, Gambia, Mali, República Democrática del Congo, Senegal, Palestina, Túnez, Marruecos, Argelia o Yemen.

Son mujeres muy jóvenes, que llegan a menudo embarazadas en cayuco o patera. En algunos casos se embarcan también niñas. A la pobreza y la falta de futuro comunes a los países del África occidental y saheliana, se unen otras razones como la violencia generada por los distintos grupos armados -mayoritariamente yihadistas— que operan por la región. La situación de la seguridad es especialmente compleja en Mali en los últimos meses, lo que explica que se trate del grupo mayoritario en el momento actual.

Mauritania, con sus más de 750 kilómetros de costa, se ha convertido desde comienzos de año en el principal punto de partida de migrantes -llegando a alcanzar picos de más del 80%– en la ruta atlántica hacia Canarias. El resultado de los últimos comicios presidenciales -celebradas el pasado 29 de junio—, con la reelección de Mohamed Ould Ghazouani, ha desatado violentos disturbios en la capital, Nuakchot, en los últimos días, lo que anticipa un repunte en la partida de población mauritana hacia territorio español en las próximas fechas.

Aunque con resultados más que discretos, desde comienzos de año el Gobierno central viene reforzando las gestiones con las autoridades mauritanas con vistas a aumentar los controles y rebajar el número de salidas desde el país africano.

El último balance anual de la ONG Caminando Fronteras arrojaba el rotundo dato de que el pasado año fue el más mortífero desde que la organización recopila registros: 6.618 fallecidos. Entre esas personas había 363 mujeres y 384 niños y niñas.

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