Durante años, Fridolin Ambongo Besungu fue considerado un firme aliado del Papa Francisco. Como arzobispo de Kinshasa y actual presidente de la Conferencia Episcopal Africana, su cercanía al pontífice argentino parecía incuestionable. Incluso formaba parte del exclusivo Consejo de Cardenales, un órgano reducido de asesores personales del Sumo Pontífice, formado por solo nueve miembros de todo el mundo.
Sin embargo, en los últimos meses, el cardenal congoleño se ha convertido en uno de los mayores críticos de una de las decisiones más controvertidas del pontificado de Bergoglio: la bendición pastoral de parejas homosexuales.
El difunto Papa Francisco defendió estas bendiciones como un gesto pastoral no litúrgico, ajeno a toda equiparación con el matrimonio. Sin embargo, esa distinción no fue suficiente para frenar las tensiones internas. En particular, en África, donde la cuestión de la homosexualidad sigue siendo un tabú arraigado tanto cultural como legalmente.
La rebelión silenciosa del episcopado africano
El cardenal Ambongo ha canalizado el malestar de una parte considerable de la Iglesia africana. En una carta dirigida a los obispos del continente, el purpurado advirtió que la declaración papal sobre las bendiciones “se presta a numerosas interpretaciones y manipulaciones”. Frente a esa ambigüedad, instó a las conferencias episcopales africanas a expresar su rechazo de forma coordinada y a redactar una posición unificada.
Antes de su fallecimiento, el Papa Francisco insistió en la importancia de la diversidad pastoral y cultural de la Iglesia. Pero lo que en Europa o América puede recibirse como un avance en la inclusión, en África se percibe como una ruptura doctrinal. La mayoría de las Conferencias Episcopales africanas ya han hecho públicas sus objeciones. Todas consideran que se ha producido un cambio doctrinal inadmisible.
Entre la fidelidad y la disidencia
El Papa Francisco defendió reiteradamente que las bendiciones a personas en situación irregular no constituyen una validación moral de su situación. En esa línea se ha manifestado también el cardenal argentino Víctor Manuel ‘Tucho’ Fernández, prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe. “No será una bendición litúrgica ni ritualizada. No se aprueba la situación en la que viven esas personas”, explicó Fernández.

Pero las explicaciones no calmaron a los sectores críticos. Para Ambongo y buena parte de la Iglesia africana, el riesgo está en el símbolo. Permitir una bendición, aunque no sea litúrgica, implica —desde su punto de vista— enviar un mensaje equívoco a los fieles. Y ese mensaje choca de frente con las realidades sociales, políticas y culturales de África, donde la homosexualidad no solo es rechazada socialmente, sino incluso penalizada legalmente en varios países.
La estrategia del cardenal Ambongo frente al difunto Papa Francisco
El Papa Francisco abogó en vida, y en múltiples ocasiones, por una Iglesia sinodal, abierta al discernimiento colectivo. En este contexto, el cardenal Ambongo ha sabido utilizar las herramientas del propio pontificado para plantear su disidencia. En su carta, recordó que el documento final del último sínodo subrayaba “el papel determinante de las Conferencias Episcopales” y la necesidad de evitar “el riesgo de uniformidad y centralismo en el gobierno de la Iglesia”.

Con ese argumento, buscaba blindar su postura como una legítima defensa de la diversidad cultural y pastoral dentro de la Iglesia. Sin embargo ese principio de descentralización se ha terminado convirtiendo en la vía para que algunos cardenales impulsen posiciones abiertamente contrarias a las reformas de la Iglesia de Bergoglio. Ahora que ya no está el Papa Francisco, la posibilidad de una contrarrevolución es real.
Un papable con perfil propio
No es casual que el cardenal Fridolin Ambongo haya empezado a sonar con fuerza en los pasillos vaticanos como uno de los “papables” más mencionados en el futuro cónclave. Su perfil es ideal desde un punto de vista geopolítico: africano, francófono, con experiencia pastoral en un país complejo como la República Democrática del Congo, y con una fuerte formación teológica. Pero ahora también se ve como un contrapeso claro al legado del Papa Francisco.
Ahora que se abre la era post Bergoglio, su figura gana fuerza entre quienes desean un viraje más conservador. Especialmente, en cuestiones morales y litúrgicas. No se trata solo de su oposición al documento sobre bendiciones, sino de una visión de la Iglesia más estructurada, más disciplinada y menos proclive a la ambigüedad pastoral que ha caracterizado a muchos aspectos del actual pontificado.