Defensa

El camino de Europa hacia una defensa independiente de EE UU: un reto creciente frente a la Rusia de Putin

El giro de Estados Unidos en política exterior ha servido como catalizador de la autosuficiencia europea, pero muchos países van retrasados

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, abandona Lancaster House tras una cumbre sobre Ucrania, en Londres, Gran Bretaña, el 2 de marzo de 2025. EFE/EPA/NEIL HALL/POOL

A medida que la agresión de Vladimir Putin sigue alterando el panorama de la seguridad europea, los líderes del Viejo Continente se enfrentan cada vez más a una verdad incómoda: ¿Puede Europa defenderse sin depender de Estados Unidos? La idea de una capacidad de Defensa europea robusta e independiente ha ganado adeptos entre las élites políticas, pero el camino para hacer realidad esta visión está plagado de inmensos desafíos.

El debate sobre la futura estrategia de defensa europea ha dado recientemente un giro radical tras las elecciones del domingo en Alemania. Friedrich Merz, el virtual canciller alemán, causó un gran revuelo al declarar que Europa debe dejar de depender de Estados Unidos en materia de seguridad. “Tenemos que independizarnos de Estados Unidos, paso a paso”, afirmó Merz poco después de la victoria de su partido en los comicios. El conservador advirtió que la OTAN podría dejar de ser un hecho, sugiriendo que Europa podría necesitar establecer una fuerza de defensa independiente mucho antes de lo previsto. Sus declaraciones fueron secundadas por otros que consideraban que el actual clima geopolítico -especialmente tras el cambio de postura de Estados Unidos en política exterior- era un catalizador de la autosuficiencia europea.

Nuevo eje Washington-Moscú

La preocupación de Merz se amplificó cuando, el 24 de febrero, Estados Unidos se alió con Rusia y Corea del Norte al votar en contra de una resolución de la ONU propuesta por aliados europeos que condenaba la invasión rusa de Ucrania. La resolución que Estados Unidos impulsó en el Consejo de Seguridad, con el respaldo de Moscú y Pekín, hacía hincapié en la necesidad de “poner fin rápidamente” a la guerra, pero se abstenía de reiterar su apoyo a la integridad territorial de Ucrania. Esta decisión pareció subrayar la realidad de que Europa ya no puede confiar en Estados Unidos para proteger sus intereses o asegurar sus valores en la escena mundial.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, habla con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen

Anders Fogh Rasmussen, ex secretario general de la OTAN, también se ha pronunciado sobre esta dinámica cambiante. En un artículo de opinión para The Economist, Rasmussen afirmaba que “la arquitectura de seguridad en la que Europa ha confiado durante generaciones ha desaparecido y no va a volver“. Esta cruda evaluación enmarca el problema en términos existenciales: Europa es vulnerable y, por primera vez en décadas, se enfrenta a la perspectiva de defenderse sin el reconfortante paraguas del poder militar estadounidense.

El abandono de Estados Unidos

Para muchos europeos, esta realidad es difícil de digerir. El continente se ha beneficiado durante décadas de la estructura de defensa de la OTAN, que, en gran medida bajo el liderazgo de Estados Unidos, garantizaba un entorno estable y relativamente pacífico. Pero a medida que evoluciona el panorama de la seguridad, Europa se enfrenta a una serie de retos críticos en su apuesta por la independencia militar.

Varias militares, en una imagen de archivo

Un momento clave en este ajuste de cuentas es el actual debate sobre Ucrania. Los líderes europeos están debatiendo la posibilidad de enviar una fuerza militar a Ucrania para hacer cumplir un posible acuerdo de paz. Encabezadas por Francia y Reino Unido, las conversaciones se han centrado en el envío de un despliegue modesto, posiblemente de decenas de miles de soldados, principalmente para proteger infraestructuras críticas como puertos, ciudades y centrales nucleares. Sin embargo, un despliegue de este tipo revelaría varias debilidades significativas en las actuales capacidades de defensa de Europa.

Además de Reino Unido y Francia, en las últimas horas Irlanda, Suiza y Turquía también están considerando la posibilidad de enviar sus tropas a Ucrania. Moscú se opone a la presencia de fuerzas de paz de la OTAN en Ucrania, pero Irlanda y Suiza no son miembros de la Alianza Atlántica. En el caso de Turquía, es uno de los miembros de la OTAN que mejores relaciones bilaterales mantiene con Putin.

Sin soldados suficientes

En primer lugar, la envergadura de la intervención militar necesaria para una misión de este tipo supondría un gran desgaste para las fuerzas europeas. Con unas 230 brigadas rusas y ucranianas implicadas en el conflicto, muchas de ellas insuficientemente reforzadas, incluso una pequeña fuerza europea contingente sería lamentablemente inadecuada. La realidad es que muchas naciones europeas carecen de los efectivos necesarios para desplegar una sola brigada de combate plenamente capacitada, por no hablar de una fuerza mayor, necesaria para una tarea tan compleja.

Militares

Una militar de Rumanía, país miembro de la OTAN, en su día nacional

En segundo lugar, cualquier despliegue militar europeo en Ucrania debilitaría inevitablemente las propias defensas europeas. Desde un punto de vista práctico, el envío de tropas a Ucrania retiraría recursos de los planes de defensa de la OTAN, incluyendo las fuerzas de reserva y las unidades de alta disponibilidad. Por ejemplo, un despliegue británico podría afectar directamente a los planes estratégicos de guerra de la OTAN, dejando lagunas que podrían ser aprovechadas por los adversarios. Además, cualquier fuerza europea en Ucrania dependería en gran medida del apoyo de Estados Unidos en lo relativo a logística, inteligencia y defensa aérea, así como de la garantía general del respaldo norteamericano en caso de un ataque ruso en suelo europeo.

Aumentar el gasto en Defensa

Esta dinámica pone de relieve los retos que plantea el deseo de autonomía militar de Europa. Según The Economist, para cumplir los planes bélicos de la OTAN sería necesario que Europa dedicara el 3% de su PIB a gastos de defensa, un aumento significativo respecto a los niveles actuales de la mayoría de los Estados miembros. El 25 de febrero, Reino Unido anunció su compromiso de alcanzar el 2,5% del PIB en 2027, pero incluso este ambicioso objetivo puede quedarse corto. El secretario general de la OTAN, Mark Rutte, ha sugerido un objetivo del 3,7%, pero en realidad, Europa puede necesitar gastar más del 4% de su PIB -probablemente mucho más- para satisfacer adecuadamente sus necesidades de defensa sin Estados Unidos.

OTAN

Miembro de las Fuerzas Armadas de Lituania con armas en la unidad de integración de fuerzas de la OTAN

La dependencia de Estados Unidos

Sin embargo, la financiación es sólo una parte del reto. Traducir el aumento del gasto en capacidades militares tangibles constituye una tarea aún más desalentadora. Europa necesitaría crear unas 50 nuevas brigadas -muchas de ellas fuertemente blindadas- para reemplazar a las 300.000 tropas estadounidenses de las que depende actualmente la OTAN en caso de conflicto. La escasez de efectivos en los ejércitos europeos constituye ya una preocupación importante, y las campañas de reclutamiento no han alcanzado sistemáticamente sus objetivos.

Putin

Muñecas tradicionales rusas de madera Matryoshka que representan al presidente ruso Vladimir Putin y al presidente estadounidense Donald Trump

Aunque el sueño de una Europa más autosuficiente no carece de mérito, la realidad es que construir una capacidad de defensa a la altura de las amenazas actuales -especialmente la inminente presencia de la Rusia de Putin- llevaría años, si no décadas. También exigiría un nivel de compromiso, tanto financiero como político, que muchas naciones europeas no estarían dispuestas a asumir.

Una Europa segura

La búsqueda de la independencia europea en defensa puede ser la dirección estratégica correcta a largo plazo, pero los obstáculos para conseguirla son inmensos. Todavía está por ver si el continente estará a la altura de las circunstancias, pero una cosa es cierta: el tiempo corre y Europa debe actuar con rapidez si quiere mantener su seguridad frente a las crecientes tensiones mundiales.