La historia de Jenny es similar a la de miles de venezolanos. No es extraordinaria. Al igual que más de 550.000 compatriotas, se ha establecido en Estados Unidos. Mientras que su hija, lo ha hecho en España, como otros 480.000 venezolanos. Jenny, que abandonó su país en 2017, comparte con casi 8 millones de personas la salida forzada de su patria en busca de un futuro mejor, la batalla con la burocracia venezolana, la ruptura del núcleo familiar, los abrazos digitales y las videollamadas, conocer al dedillo los husos horarios y las Navidades y cumpleaños en la distancia.
Asimismo, como muchos de los ciudadanos de Venezuela, “se dejó” allí a algún ser querido, en este caso a Daniel, quien ya había echado raíces y creado a su propia familia en Maracaibo. El mundo de Jenny se amplió a un nuevo triángulo: España-Estados Unidos-Venezuela. Igualmente, este patrón familiar no es inédito.
Detención arbitraria en Venezuela
Desde el jueves pasado, Jenny conoció una nueva realidad que -desgraciadamente- también comparten más de 1.700 familias en Venezuela: la detención arbitraria de Daniel en plena calle. Y con ella llegó una nueva pesadilla en la que la incertidumbre y el desconocimiento se han apoderado de Jenny.
“Yo nunca había pasado por esto. No sé qué hay que hacer“, reconoce Jenny por videollamada. “Es el único hijo que me quedaba en Venezuela“, se culpa ahora. “Por más que he insistido no pude sacarle el pasaporte, no pude arreglar sus papeles”.
“No es un terrorista”
“Daniel es trabajador social, no es un terrorista”, asevera. “Él se involucra mucho en el barrio, en ayudar a la gente, si les falta una medicina, si les falta una silla de ruedas, pero no es un político, y mucho menos alguien con acceso a armas”.
Él estaba en las marchas convocadas por la oposición el 9 de enero en Maracaibo. “Es injusto que le acusen de terrorista. ¿Cómo le pueden condenar a 30 años?“, se rompe Jenny.
“Lo agarran unos hombres vestidos de negro. Supuestamente son efectivos de la Guardia Nacional y lo trasladan a un comando. Él lanzó su carné del hospital, se lo llevaron al trabajo y desde allí llamaron a su esposa. Durante horas estuvo desaparecido, no sabíamos nada de él. Ya era la madrugada, cuando comenzamos a recabar información”.
“No sabemos cómo está”
Sin embargo, hasta este miércoles, nadie ha podido hablar con él directamente. “No sabemos cómo está”.
Además, “lo más injusto de esto, es que yo mandé a un abogado para que lo representara. Pero lo han rechazado. Le han puesto un abogado de los suyos, los que no hacen nada. Lo peor es que lo enjuicien por unos cargos que él no cometió. Mi hijo estaba en la acera. No es terrorista. No llevaba nada encima. Tampoco ha podido instigar al odio“.
Otro temor que tiene Jenny, es que Daniel es de Maracaibo y seguramente le trasladen a Caracas, donde no conoce a nadie, y a donde se tendrán que desplazar para estar cerca por si necesita algo. “Esto quiere decir que su caso está en Caracas. Si se necesita una copia del expediente, hay que llevar los papeles a la capital. No entiendo por qué si le detuvieron en Maracaibo, él es de Maracaibo y su esposa también vive allí”. Debe ser, plantea Jenny, “una técnica para que la gente se canse, para que sucumbamos”.
“Tengo dudas de si podré enviar un abogado privado a Caracas y me lo rechacen como ya me han hecho en Maracaibo”, se pregunta rota Jenny.
Esta cadena de atropellos la define como “desesperante”. Algo que se suma al hecho de que “no sabes a ciencia cierta si tu familiar está bien. Si ha sido golpeado… No tenemos una idea exacta de cómo se encuentra allá adentro”. Esto es lo que “ahorita ha sido lo más terrible para mí: no poder hablar con él ni verle“.
Jenny lleva días sin dormir. También se acuerda de su nieto, que está muy ligado a Daniel. “Su niño son sus ojos. Está muy pegado a él”.
Sin bazo
Además, recuerda Jenny, a él le encanta ayudar, le gusta. “Yo también era trabajadora social en el mismo hospital”, se emociona, antes de reconocer que Daniel se ha criado precisamente en ese centro hospitalario en el que trabaja. “Cuando mi hijo tiene dos años, se enferma de una enfermad que se llama púrpura trombocitopénica. Desde los 2 años a los 7, mi hijo vivió en el hospital. Él era ya muy conocido en el hospital e incluso de pequeño decía que iba a ser médico”.
A los siete años le hacen una operación y le extirpan el bazo. “No tiene por qué ser un problema, él puede hacer vida normal, pero corre más riesgos y además, casi no tiene defensas”. Así, su madre advierte que es “delicado que él se enferme”. Le da pánico que se contagie de algo en la cárcel o alguien le golpee y se infecten las heridas.
Una experiencia traumática
“Nunca he sabido lo que es una situación en la cárcel. Es la primera vez que mi familia pasa por esto. Es muy incierto”, expresa. A Jenny le gustaría sacarle de prisión y llevarle con ella a Estados Unidos. “Necesito que lo liberen porque quiero sacarle de allá, sobre todo después de todo esto”. Y es que a su hijo “le están tratando como algo peor, como a un terrorista”, llora Jenny.
Hay otras madres de detenidos en Venezuela, pero eso no es un consuelo para Jenny. “Trato de estar más serena. Todos los días lloro desde el 9 de enero. Mi hijo es una persona normal, solamente estaba ahí”, insiste.
“Todos los días lloro desde el 9 de enero”
Pero la detención de Daniel logra infundir miedo. Son muchos los que se lo pensarán dos veces antes de salir a protestar, o incluso a la calle cuando haya ajetreo, pues te pueden acusar de terrorista y condenar a treinta años. “También hay gente que me apoya ahora, pero en silencio. No se atreven a denunciarlo. Es durísimo por lo que yo estoy pasando. No quiero que esto le pase a ninguna madre más, ni a una madre, ni a un esposo, ni a un hermano. Es una pesadilla. Nadie quiere tener a alguien detenido en Venezuela“.
Encerrado junto a otros once hombres en Venezuela
“Nunca he sabido lo que es una situación en la cárcel. Es la primera vez que mi familia pasa por esto. Es muy incierto”, expresa. A Jenny le gustaría sacarle de prisión y llevarle con ella a Estados Unidos. “Necesito que lo liberen porque quiero sacarle de allá, sobre todo después de todo esto, y traerle conmigo”.
Este mismo miércoles, Jenny se enteró de que Daniel está en una sala junto a otras once personas. Entre ellas hay dos señores mayores, uno de ellos enfermo de cáncer y otro con sonda vesical, con problemas de próstata. “Está muy delicado y en malas condiciones. Están todos juntos ahí, no me puedo imaginar lo mal que lo están pasando”, asevera Jenny, que no duda también en denunciar, que por desgracia, no está sola en esta pesadilla.