Hay, al menos, un consenso en Venezuela: la única promesa que ha cumplido el dictador Nicolás Maduro es promover un baño de sangre en el país si perdía las elecciones del 28 de julio.
Las otras no, -la de garantizar alimentación a los pensionados con los 3,55 dólares que reciben al mes, tras una vida de cotizaciones; la de permitir la compra de gasolina en un país petrolero; la de que los niños reciban clases más de dos días a la semana, aun en escuelas que se caen a pedazos- esas no las honró. Pero la de convertir a Venezuela en campo del terror y marisma de sangre inocente, esa sí.
Violento hasta para Venezuela
Y lo ha hecho con tal saña que un asesor de María Corina Machado confesó que el equipo de la líder opositora, que preveía una respuesta violenta, con detenciones ilegales, asesinatos en las calles y torturas en los centros de detención, se ha sorprendido con el volumen y ferocidad de la reacción del régimen.
Incluso para Venezuela, incluso para el historial de Nicolás Maduro, investigado por la CPI (Corte Penal Internacional) por crímenes de lesa humanidad, ha sido desbordada la crueldad de las policías y las Fuerzas Armadas para reducir las protestas que estallaron en todo el país en cuanto el sucesor de Chávez se declaró ganador de las elecciones, a contravía de las actas electorales que desde esa misma noche empezaron a ser contabilizadas por los testigos de mesa de la oposición, organizada en un operativo para tal fin.
Más de 20 asesinados
Desde la madrugada del 29 de julio hasta el miércoles 7 de agosto, estaban confirmados 24 asesinatos durante la represión a las protestas. Y hasta las ocho de la mañana del sábado diez de agosto se han registrado, según la diligente ONG, Foro Penal, 1.303 arrestos verificados e identificados. De los cuales, reporta su página web, “116 son adolescentes (entre 14 y 17 años de edad); 14, indígenas; 16, personas con discapacidad; y 170 son mujeres”. La entidad con mayor número de víctimas de violaciones a los derechos humanos, después de Caracas, que registra 230, es el central estado Carabobo, con 198; y Anzoátegui, con 115. Llama la atención el hecho de que la provincia más poblada de Venezuela, el estado Zulia, aparece con 63 detenidos, poquedad atribuible al hecho de que su gobernador, Manuel Rosales, encabeza el partido UNT (Un Nuevo Tiempo), prominente integrante de la Unidad Democrática.
Con ser escandalosa, la suma del Foro Penal contrasta con la aportada por el propio Maduro, quien se jactó, el 3 de agosto, de tener «dos mil presos capturados; y de ahí van para Tocorón y Tocuyito, máximo castigo, justicia. Esta vez no va a haber perdón, esta vez lo que va a haber es Tocorón». La reiteración de las palabras Tocorón y Tocuyito son un eco de la frase “dos mil presos”, puesto que aluden a las temibles cárceles venezolanas, cuyas tenebrosas condiciones fueron agravadas por las autocracias chavistas.
Torturas confesas en televisión
Si esto fuera poco, los mismos portavoces del régimen divulgan en sus espacios televisivos, que se han reservado en el canal del Estado, donde solo los jerarcas del régimen tienen pantalla, que los detenidos son sometidos a torturas desde el momento de su secuestro. El vicepresidente del oficialista Psuv (Partido Socialista Unido de Venezuela), Diosdado Cabello, dijo en su programa de televisión, “Con el mazo dando”, el 1 de agosto, que el exdiputado del partido Voluntad Popular, Freddy Superlano, se encontraba “detenido y cantando más que Pavarotti en su última gira mundial […] Está detenido y hablando muy bien, es bilingüe”.
La sensación en Venezuela es de miedo y consternación, que las desiertas calles evidencian. Tras verse expuesto en su intento de adulteración de los resultados electorales, que según reveló el Centro Carter el jueves de esta semana, favorecieron con ventaja al diplomático opositor Edmundo González Urrutia, las fuerzas represivas de la dictadura se desperdigaron por el país, con énfasis en los sectores más humildes, a quienes someten a la llamada, por el propio Maduro, Operación Tun Tun, que consiste en la comparecencia abrupta de los cuerpos de seguridad en las casas de perseguidos (en estos días, sobre todo, testigos de mesa) y de sus familias, para sacarlos a rastras, sin orden de detención, saquear las viviendas y llevarse a los cautivos a destinos desconocidos, lo que sumirá a sus parientes en la angustia y el trabajo de peregrinar entre los distintos centros de detención en procura de información. Esto, en un país con un transporte colectivo casi inexistente y la gasolina racionada.
Cerco a la libertad de expresión
Mientras, expulsan del país a periodistas extranjeros, controlan y encarcelan a los locales (hay cuatro reporteros detenidos e imputados ya por “terrorismo”), además de intentar de desactivación de WhatsApp y la clausura de la red social X (antes Twitter), gran vector de información de Venezuela. Nunca antes se había sentido tanto miedo en Venezuela. Una paradoja, porque a la vez, nunca había sido tan acerado el coraje ni tan disciplinada la resistencia.