Donald Trump despertó el día después del intento de asesinato dejando claro que “solo Dios impidió que sucediera lo impensable”. Estados Unidos vive un momento oscuro, de conmoción. El expresidente asumió el papel de líder espiritual haciendo un llamamiento a sus fieles para que no tuvieran miedo, se mantuvieran firmes en su fe, determinados ante la adversidad y desafiantes frente al mal, para que así no pueda triunfar.
Trump es conocido por ser un político pragmático. Pero esta reacción al violento ataque en Butler no es casual. Responde a la infusión en su campaña de una creciente imagen religiosa que le permite cimentar su figura entre los electores evangelistas y otros conservadores cristianos. Se lee en los eslóganes de los simpatizantes en sus camisetas. “Si Jesús es mi salvador”, dicen, “Trump es mi presidente”.
No es solo que compartan su fe. Trump proyecta en sus mítines que tienen los mismos valores en cuestiones como la familia, el aborto o los derechos de la comunidad LGTBQ+, en particular los transgénero. Si hasta ahora le veían como el presidente de las segundas oportunidades -por eso pasan por alto los procesos penales- y ejemplo de patriotismo, ahora le ven además como el superviviente de un intento de magnicidio orquestada desde el lado oscuro del poder.
Hay que remontarse cinco décadas para encontrar un episodio similar de caos en plena carrera presidencial. George Wallace aspiraba a llegar a la Casa Blanca en la campaña de 1972. El entonces gobernador de Alabama se encontraba en un centro comercial en los suburbios de Washington cuando un joven de Milwaukee le disparó. Sobrevivió al ataque, pero desde entonces sufrió una parálisis parcial.
Como en el caso de Donald Trump, el atacante actuó solo. El registro del Congreso de los EE. UU. cifra en una quincena los asaltos sufridos por presidentes, presidentes electos y candidatos. Cinco fallecieron por las heridas. La violencia por armas de fuego es una lacra que arrasa con la vida de cerca de 20.000 estadounidenses cada año. En los últimos cinco se registraron medio millar de tiroteos con múltiples víctimas.
Ocho de cada diez evangelistas cristianos apoyaron a Trump en las pasadas elecciones presidenciales, de acuerdo con Pew Research Center. Es una proporción muy similar a la que le propeló a la presidencia en 2016 y ese apoyo permanecía duradero en las últimas primarias republicanas, incluso frente a otros candidatos conservadores que le plantaron cara a comienzos de año, como el gobernador Ron DeSantis, o de que se cuestionara su verdadera fe por hacerse fotos mostrando la Biblia.
Para el electorado evangelista y cristiano conservador, la cuestión no es tanto de dónde viene Trump si no hacia dónde trata de dirigir al país. No es, por tanto, solo una cuestión religiosa. Sus simpatizantes también se movilizan detrás de él por su firmeza frente la migración irregular y el crimen, cuestiones de política exterior como la guerra en Gaza o Ucrania y el impacto en sus bolsillos por la inflación.
Reince Priebus, presidente del comité anfitrión de la convención republicana, no solo mantiene que la cita que arranca este lunes en Milwaukee sigue adelante como estaba programada, augura incluso que será “épica”. “La actitud inquebrantable -de Trump- dará más energía a la multitud”, añade. Es más, desde las filas conservadoras dan por hecho que este incidente solidifica el apoyo hacia el expresidente y le allana aún más el camino hacia la Casa Blanca porque moviliza aún más a la base.
Las fotos y vídeos en las que se muestra a un Donald Trump alzando el puño mientras emerge entre los agentes que le protegen es muy potente frente a la de un Joe Biden físicamente torpe. Se le escucha decir con rabia “luchar, luchar, luchar”. Es un eslogan en sí mismo de campaña. Los demócratas, por su parte, silenciaron sus ataques contra el republicano mientras los conservadores culpan al partido de la oposición por la retórica de las últimas semanas.
“Ha habido todo un asalto contra Donald Trump durante años y se ha ido acumulando”, advierte Steve Scalise, el líder de la mayoría republicana en la Cámara de Representantes. El speaker Mike Johnson pidió a los líderes de los dos partidos que se rebaje el tono del enfrentamiento político “para poder preservar una sociedad libre”. El llamamiento a la unidad y la condena de la violencia llegó de políticos de los partidos. “No podemos avanzar así”, remachó.
Políticos y legisladores tratan ahora de dar sentido a lo sucedido en Butler más allá de verlo como una oportunidad política o estratégica. Trump ya encabezaba las encuestas generales a nivel nacional antes del atentado y ampliaba su ventaja en los doce estados decisivos. Las proyecciones son ahora de una victoria con un margen aún más amplio porque un evento así moviliza al electorado. Lo que está por ver es cómo afecta a los demócratas en noviembre, que ya afrontaba una situación incierta por las dudas hacia la capacidad de Biden.
No es solo que los republicanos den por hecho que Trump llegará a la Casa Blanca, es que además creen que ampliarán el control en la Cámara de Representantes y que recuperarán el Senado, considerado hace un mes una empresa complicada por la división del electorado en dos bloques muy bien definidos. Al control de la trifecta del Gobierno federal con las dos cámaras en el Capitolio se le suma la mayoría conservadora en el Tribunal Supremo, lo que dará a Trump el poder absoluto como presidente.