Las últimas cifras de Eurostat indican que, en 2023, el 12,5% de las mujeres jóvenes en la Unión Europea no estaban ni empleadas ni en educación o formación (‘nini’), comparado con el 10,1% de los hombres jóvenes. Sus datos destacan una mayor prevalencia de ‘ninis’ entre las mujeres en comparación con sus homólogos masculinos.
Las cifras varían entre los diferentes países europeos. En Países Bajos, las tasas de ninis fueron las más reducidas tanto para hombres como para mujeres, con 4% y 5,6% respectivamente. En contraste, Rumanía presentó la tasa más alta para las mujeres, con un 24,8%, mientras que Grecia tuvo la tasa más alta para los hombres, con un 14,8%.
Otros países como Estonia y Bélgica mostraron una menor tasa de ‘nini’ para las mujeres en comparación con los hombres (8,9% versus 10,2%, en Estonia y, 9,5% frente a 9,8% en Bélgica). Y en Portugal, España, Finlandia y Suecia, las tasas de ‘ninis’ fueron prácticamente iguales para ambos géneros.
En el caso específico de España, las cifras indican que aproximadamente el 14% de los jóvenes eran ‘ninis’ en 2023, con una ligera diferencia entre géneros: 14,2% de mujeres y 13,8% de hombres. Esto subraya una vez más la necesidad de políticas focalizadas que aborden tanto la oferta como la demanda de empleo juvenil, así como mejoras en la accesibilidad y calidad de la educación y formación profesional.
El paro juvenil en España
En España, el paro es un problema persistente, reflejado en datos alarmantes que muestran una tasa del 28,36% al cierre de 2023, según el INE. Este porcentaje sitúa a España como líder del desempleo juvenil en la Unión Europea, una posición que ha mantenido la mayor parte del tiempo desde 1986.
En contraste, países como Alemania y Países Bajos presentan tasas significativamente menores, alrededor del 5,7% y el 8,2% respectivamente, según Eurostat. Este fenómeno no es aislado, ya que España también tiene una tasa de desempleo general elevada, casi el doble de la media de la UE con un 11,6%.
Uno de los factores principales detrás de esta epidemia sería la mala transición del sistema educativo al mercado laboral. A diferencia de países como Alemania y Suiza, donde el sistema dual permite a los jóvenes combinar estudios y trabajo, en España esta integración es limitada y reciente. Además, la sobrecualificación supone otro desafío importante: muchos jóvenes con formación universitaria terminan en empleos que no requieren su nivel educativo, lo que genera frustración y desajustes en el mercado laboral.
El sistema educativo español también enfrenta retos considerables. La alta tasa de abandono escolar temprano, la segunda más alta de la UE, es un indicador muy preocupante que no hace más que agravar la desigualdad y la pobreza. Y la falta de políticas activas de empleo eficaces también contribuye a la situación: la Garantía Juvenil, una iniciativa del SEPE, ha sido criticada por su falta de adaptación al mercado laboral y por no cumplir con su objetivo de garantizar empleo estable a los jóvenes.
Incluso con trabajo, mal
Para aquellos jóvenes que sí logran encontrar empleo, la precariedad laboral es una realidad común. Los bajos salarios, la alta temporalidad de los contratos y la falta de protección son características típicas de los empleos que consiguen. Por eso, incluso los jóvenes empleados enfrentan riesgos de pobreza y exclusión social debido a estas condiciones laborales precarias. Este escenario contribuye a la percepción de que el empleo juvenil es sinónimo de baja remuneración y condiciones laborales inferiores, una situación que ya está históricamente normalizada y aceptada.
La precariedad laboral también tiene un impacto directo en la capacidad de los jóvenes para emanciparse. En España, los jóvenes se independizan, en promedio, a los 30 años, con solo el 16,3% de los jóvenes de 16 a 29 años viviendo fuera del hogar familiar, según el Observatorio de la Emancipación. Los altos precios de la vivienda y una cultura familiar que favorece menos movilidad comparativamente con el norte de Europa son factores adicionales que retrasan la emancipación.
Peor entre las mujeres
¿Por qué motivos son las mujeres jóvenes las mayores víctimas del paro en España? En primer lugar, persisten la discriminación laboral y a la segregación ocupacional, que las concentra en sectores con menor estabilidad y remuneración. Sectores como el comercio minorista, la hostelería y los servicios, donde las mujeres tienen una presencia predominante, suelen ofrecer empleos más precarios y temporales, incrementando así su riesgo de desempleo.
Otro factor importante es la conciliación entre la vida laboral y personal. Las responsabilidades familiares y domésticas recaen desproporcionadamente sobre las mujeres, limitando sus oportunidades laborales. A menudo, las mujeres jóvenes deben hacer frente a expectativas sociales de cuidado que restringen su disponibilidad para ciertos tipos de trabajos o para jornadas laborales completas.
Esta situación se ve agravada por la falta de políticas efectivas de conciliación y de apoyo a la maternidad, como la insuficiencia de servicios de guardería asequibles y de horarios flexibles en el trabajo. Como resultado, muchas mujeres jóvenes optan por trabajos a tiempo parcial o renuncian a sus carreras profesionales para atender estas responsabilidades, lo que afecta negativamente sus oportunidades de empleo y desarrollo profesional.
Además, la educación y la formación también juegan un papel crucial en esta disparidad. Aunque las mujeres jóvenes en España tienden a alcanzar niveles educativos más altos que los hombres, a menudo enfrentan una desconexión entre su formación y las oportunidades laborales disponibles.
La sobrecualificación era uno de los problemas mencionados, y muchas mujeres jóvenes con títulos universitarios se ven forzadas a aceptar trabajos que no corresponden a su nivel educativo, con menores perspectivas de estabilidad y progreso. Esto no solo reduce su participación efectiva en el mercado laboral, sino que también disminuye su competitividad frente a los hombres en sectores más técnicos y mejor remunerados.
Y luego están siempre las políticas públicas y empresariales, que no han abordado bien estas desigualdades. Las medidas dirigidas a fomentar la igualdad de género en el empleo, aunque importantes, no han logrado eliminar las barreras estructurales que enfrentan las mujeres jóvenes.