Testigo directo

Por qué los franceses abrazan a los extremos

En la capital del Pas-de-Calais, "la gente se siente abandonada por las políticas económicas de los gobiernos anteriores" y temen que inmigrantes les quiten el empleo

Francia
La sede de RN al conocer los resultados de la segunda vuelta Efe

Este domingo caía sobre Arras una llovizna veraniega mientras soplaba un vendaval más bien otoñal. A pesar de que estamos en julio, hoy sería día de libro, manta y siesta, si no fuera por la crucial y decisiva segunda vuelta de las elecciones legislativas francesas.

Arrás es la capital del Pas-de-Calais, una de las regiones más al norte del país. Denominadas ‘los Altos de Francia’, estas zonas lindan con Bélgica y con el Canal de la Mancha, y siguen recuperándose de un pasado complicado. Históricamente, la región fue un importante centro industrial, especialmente en la minería del carbón y la industria textil, lo que dejó un legado de desafíos económicos y sociales. Aunque se han hecho esfuerzos significativos para diversificar la economía y mejorar la infraestructura, la región todavía enfrenta tasas de desempleo relativamente altas y una necesidad constante de revitalización económica.

A diferencia del resto del Hexágono, en esta zona del norte, la extrema izquierda no ha ganado en ninguna circunscripción. La mayoría de los votantes han optado por el partido de Le Pen, salvo en dos circunscripciones, entre ellas Arrás.

Ahí es donde entró Marine Le Pen, asentándose en 2017 en la ciudad de Hénin-Beaumont. Aprovechó el descontento generalizado para vender su solución política nacionalista y de ultraderecha, con promesas populistas con las que obtuvo 12 escaños en la primera ronda electoral. Esta victoria no es aislada, ya que su partido, el Rassemblement National (RN), tiene bien consolidada su presencia en la región, especialmente en municipios clave como Hénin-Beaumont, donde Steeve Briois ha sido alcalde desde 2014.

Le Pen

Henin Beaumont La líder ultra Marine Le Pen abraza a una simpatizante tras votar en Henin Beaumont, al norte de Francia

Es más, durante la primera vuelta, en Henin Beaumont, Le Pen ganó con tanta holgura que no necesitó una segunda vuelta.

“Yo la conozco personalmente y me parece una mujer práctica, se le nota la fuerza. Irradia carisma y cariño por su gente. Me la encuentro a veces en el mercadillo de Hénin-Beaumont comprando tomates como cualquier otra ciudadana y siempre tiene una palabra amable para nosotros”, afirma una votante del RN llamada Françoise, al salir del colegio electoral de la plaza central de Arrás. Se trata del ‘bureau número 1’, uno de los colegios electorales donde los habitantes de esta ciudad, capital del Pas-de-Calais, acuden a votar a pesar del mal tiempo.

Sirviéndose de ayudantes voluntarios y de funcionarios, las escuelas y gimnasios de Arrás se han convertido hoy en centros de votación. Los empleados de la alcaldía, realizando esta tarea por tercera vez en menos de un mes, instalaron las mesas y las cabinas durante la mañana. “Yo es que soy funcionaria y es mi trabajo venir, pero los supervisores que están detrás de las mesas son voluntarios”, explica Marie, que trabaja en la alcaldía. “Vienen a ayudar por amor a la democracia, y nunca faltan personas. Nadie tiene que obligarles”. Para este segundo turno, más de tres millones de procuraciones se han registrado en Francia, y se espera la participación de 49 millones de electores.

Todos se movilizan

En efecto, este segundo turno de las elecciones legislativas anticipadas muestra una alta participación. A mediodía, la tasa de participación en el Norte es del 24,03 %, comparado con el 13,63 % en 2022 a la misma hora. Y en el Pas-de-Calais, la participación alcanza el 27,06 %, frente al 18,95 % en 2022 y 2017.

En Arras y sus alrededores, “la gente está involucrada en la política y no son ignorantes. Prestan atención a sus políticos, se aprenden los programas”, indica Julien, de 38 años, dependiente de una tienda de deportes. Y, según las encuestas, la mayoría ha preferido el programa de Le Pen, cimentado sobre la reducción de la inmigración, la promoción de la seguridad nacional, la protección del empleo y las empresas locales, la soberanía nacional frente a la Unión Europea y un fuerte enfoque en la justicia y el orden público.

Patrick, de 62 años, es uno de ellos: “Votar por cualquiera que no sea Jordan [Bardella] es una insensatez”, afirma. “No me considero de derechas, pero actualmente el RN es el único partido que tiene una plataforma sólida y trabajada, con años de antigüedad. La coalición de la izquierda es demasiado nueva para que nos la podamos tomar en serio, y Macron ya ha demostrado que sus promesas electorales se las lleva el viento”, argumenta.

Otro motivo es la seguridad económica que, según una votante llamada Michelle, “pende de un hilo”. Esta profesora de 45 años ha acudido a votar rodeada de sus cuatro hijos, que corretean a su alrededor por la hermosa Place des Héros. “Aquí hay muchísimo desempleo. La gente se siente abandonada por las políticas económicas de los gobiernos anteriores y además sabemos que en cuanto lleguen los inmigrantes se quedarán con los pocos trabajos que quedan”.

Un temor muy común que sin embargo muchos consideran xenofobia. “Hay que decirlo claro, es racismo”, critica una joven llamada Lou. Ella vive en Barlin, donde la primera ronda electoral fue suficiente para elegir a su representante: el candidato Thierry Frappé, del Rassemblement National, que se llevó un 60 % del voto. “La gente de por aquí no quiere ver negros ni musulmanes, sobre todo porque de momento apenas los hay. Como no conocen a personas diferentes o de razas distintas, les tienen miedo”, critica.

Lou ha venido a Arras a acompañar a su amiga Isabella, que sí que vota y que es nativa de la ciudad aunque sus padres son italianos. “Yo lo veo en mis propios círculos. Muchísimos jóvenes están votando al RN, porque han aprendido el racismo y la xenofobia de sus padres y de sus abuelos. Los míos son extranjeros, así que la xenofobia no tiene influencia sobre mí ni sobre mi voto”, afirma. Ambas, de 22 y 23 años respectivamente, dieron su voto al partido de Macron, pero tienen pocas esperanzas de que gane.

Votar en blanco

Una visita breve a los colegios electorales de Arrás confirma lo que ya auguraban las encuestas: la mayoría admite haber votado por Le Pen, algunos con más orgullo que otros. Pocos se han decantado por el Nuevo Frente Popular, la alianza de la izquierda que se formó especialmente para estas elecciones. Y aunque muchos votan por Ensemble, la coalición de Macron, lo hacen un poco desganados y más por estrategia que por convencimiento.

Pero la sorpresa ha sido la cantidad de votos en blanco, sobre todo entre los jóvenes. Alex, que trabaja como guía tras el mostrador del Beffroi de Arras, un campanario del siglo XVI reconocido por la UNESCO, confirma que su papeleta se quedó vacía. “He votado en blanco en ambas rondas”, dice, agregando que no habría sabido por quién votar si le hubiesen obligado a elegir un partido.

También Christine, de 64 años, se ha negado a concederle el voto a ninguno de los partidos. “Acudiré al colegio electoral y confirmaré mi inscripción en la lista. Pero cuando me toque votar en la cabina, voy a coger las papeletas de Le Pen y de Macron, las voy a rasgar en dos y las meteré en el sobre. Así contaré como inscrita y votante, pero mi voto será nulo”, decidió.

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