La venezolana Delsa Solórzano debe ser una de las personas con mayor energía del mundo. Vegetariana, abogada, dirigente política, activista de derechos humanos, ex diputada de la Asamblea Nacional (2016-2021) y del Parlamento Latinoamericano, en la actualidad preside el partido Encuentro Ciudadano, del que es fundadora.
En el ámbito de la reciente campaña electoral, concluida el 28 de julio con la victoria -no reconocida por el régimen de Nicolas Maduro– del candidato de la unidad opositora, el diplomático Edmundo González, Delsa Solórzano recorrió cuatro veces el país. Acompañó a María Corina Machado en sus todas sus giras y aún hizo recorridos por su cuenta.
¿Cómo fue su día del 28 de julio?
Mi día de las elecciones (domingo 28 de julio) comenzó el viernes 25. En todo ese tiempo debo haber dormido seis horas en total. El jueves 25 de julio, yo estaba en el acto de masas de Maracaibo (segunda ciudad del país) y los técnicos del Comando de Campaña me avisan de que el mecanismo para cargar a los testigos en la página web del CNE (Consejo Nacional Electoral) estaba desactivado. Yo me comunico por WhatsApp con el CNE y me dicen que están resolviendo el problema, pero esto ralentizó el proceso de acreditación de los testigos y requirió un trabajo enorme del equipo técnico (conformado por los once partidos Alianza Democrática).
El siguiente escollo se presentó el viernes 26, día de la instalación de las mesas de votación. Empezamos a recibir incidencias según las cuales el CNE les había avisado a los testigos y miembros de mesa que no les entregarían las actas finales cuando concluyera el proceso electoral. Esto es, que el ente comicial no les daría ninguna constatación del escrutinio. Frente a tan grave violación de la ley, intento comunicarme con el CNE. Nadie me contesta. Me presento en su sede y me dicen que nadie me atenderá porque no tengo “audiencia con ningún rector”. Les digo que eso es absurdo, puesto que yo encabezo la comisión de representantes de la oposición ante el CNE (compuesta también por Juan Carlos Caldera y Perkins Rocha); y mi deber es acudir a esta institución cada vez que se presente un problema. Fue inútil. Entonces me fui a hablar con los observadores internacionales de la ONU y del Centro Carter, quienes se comprometieron a garantizar que el acta sería entregada al final del proceso de votación y a que el oficialismo no seguiría poniendo obstáculos a la instalación de las mesas.
Todo lo que nosotros les advertimos a los observadores internacionales, ocurrió. Incluso, en una de las reuniones, yo les dije nosotros íbamos a ganar, que ellos lo sabían, y que en buena medida dependería de ellos que la voluntad de los ciudadanos venezolanos fuera respetada. Por eso insistíamos tanto en extremar la cobertura de los aspectos técnicos y en garantizar la entrega de las actas, porque con ellas en mano demostraríamos que ganamos.
El sábado fue un día tranquilo. Nos dedicamos a los asuntos logísticos de una elección. Vibrábamos con la convicción de que el día siguiente sería el de la Liberación. Desde la noche del sábado hubo gente, en distintos lugares del país, organizada en vigilia a las puertas de los centro de votación, ante la amenaza de que el régimen haría instalar las mesas a las dos de la madrugada. Ante esa posibilidad, muchos testigos pasaron la noche en la calle, lo que era una responsabilidad extra para nosotros.
El domingo salí de mi casa a las tres de la mañana. Era la primera vez que mi único hijo, Pedro, iba a votar. Antes de que amaneciera me fui para la oficina del partido. Dejé organizado todo allí y a las once de la mañana me fui para la ciudad de Los Teques (muy cercana a Caracas), donde voto desde hace muchos años. Recorrí varios centros y lo que encontré me pareció mágico. Era, claro, la consecuencia de la campaña, un entusiasmo enorme de todo el mundo. Hubo una característica durante la campaña, que me llamó poderosamente la atención: le había vuelto la sonrisa a los venezolanos. Y hacía años que yo no veía eso. Es verdad que los venezolanos somos alegres y nos burlamos de nuestra propia calamidad, pero esa esa alegría es algo que nunca olvidaré. La misma alegría reinaba el domingo por la mañana.
Sí, hubo problemas ese día. A las 8 de la mañana había denuncias de más mil centros que no se podían instalar, algo que afectaba a dos y medio millones de lectores. Me comunico con el CNE. Se niegan a atenderme. De nuevo, recurrro a los observadores internacionales. Les reporto las dificultades para instalar mesas y les digo que seguía recibiendo quejas de testigos de mesas a quienes el CNE les decía que no les entregarían las actas. Se comprometieron a hacer las mediaciones necesarias.
Seguí recorriendo centros de votación. Había gente vestida de rojo (el color del oficialismo) que me saludaba con afecto. Vi a los militares en los centros de votación observando lo que estaba pasando, dándose cuenta de que estábamos ganando. Era demasiado evidente. La gente salía de los centros diciendo que había votado por el cambio. Había un inocultable ambiente de fiesta.
Mientras yo votaba en Los Teques, Juan Carlos Caldera, dirigente opositor y mi compañero en la comisión ante el CNE, me llama y me dice que no lo dejaban entrar al CNE, pero que ha pasado un rector chavista que, al verlo parado en la puerta, le dice que es una barbaridad que lo tengan ahí y lo hace pasar. Al rato, me vuelve a llamar y me cuenta que nadie lo atendió y que lo estaban sacando del CNE a la fuerza. Me fui al Centro Carter y a la ONU a denunciar estos atropellos.
A las siete de la tarde, me comunico con el Centro Carter y me dicen que ellos han estado en varias mesas y que las actas han sido entregadas a los testigos con toda normalidad. Pero, entonces, la anomalía es que, en las mesas que ya estaban cerradas y cuyos resultados se estaban transmitiendo al CNE, se ha paralizado la transmisión.
¿Cómo es el proceso que establece la ley? Muy sencillo. Se imprime un acta, la que va en el sobre número uno, destinado al CNN; luego se transmite el resultado; y, por úlltimo, les entregan las copias a los testigos. Pero resulta que estos se dieron cuenta de que, después de que los representantes del CNE imprimieron su copia, no la transmitieron a la institución y empezaron a poner excusas para no darles su copia. Vuelvo a contactar a los observadores extranjeros. Y un rato después, los testigos avisan de que se había reiniciado la transmisión y que ya tenían sus actas. Todo esto está documentado, con las horas exactas en que iba ocurriendo, en las ruedas de prensa que fui dando a lo largo del día.
De manera que, cuando Elvis Amoroso, anuncia “el resultado”, ya nosotros teníamos las actas, enviadas por los testigos que teníamos en el 99% de los centros de votación. Insisto, actas impresas por el propio CNE y transmitidas con los mecanismos de siempre; y con su correspondiente QR para que el equipo técnico escaneara el código, cotejara el resultado que daba el acta con el contenido del QR… Ya teníamos el 30% de las actas, que arrojaban un trounfo de Edmundo González con el 70% de los votos. En fin, una tendencia irreversible, confirmada por los quick counts realizados en los centros predictores. Ya sabíamos que habíamos ganado.
Cuando el régimen da ganador a Maduro de manera fraudulenta fue muy impactante. Por un lado, sentíamos la felicidad de haber ganado con una ventaja abrumadora, adelantábamos la satisfacción de tener por fin paz en Venezuela. Todos sabíamos la verdad, porque los testigos del oficialista PSUV sabían el resultado; el Plan República sabía los resultados. Venezuela toda sabía los resultados… Y, por el otro lado, topar con tirano que nos dice: no, no te voy a reconocer los resultados. No te entrego el poder. Estábamos, pues, tristes en un momento de alegría, y con mucha arrechera.
El 1% de centros que dejamos sin cubrir fueron aquellos ubicados en lugares donde los electores pueden perder ciertas ventajas que han recibido del régimen (como las viviendas construidas por el chavismo, que se entregan a cambio de lealtad política, pero sin gozar de la propiedad). ¿Quién iba a admitir aque era testigo por la oposición en centros así? Podían matar a quien lo hiciera. Y, sin embargo, en esas mesas también ganamos.
En medio de una campaña absolutamente sui géneris, porque por primera vez no había una cuña de televisión, una valla publicitaria, un volante que repartir. Lo que había era un grupo de personas que recorrimos el país de punta a punta, enfrentando obstáculos, desde árboles atravesados en la vía, carreteras destrozadas para impedir que pasáramos, enfrentando alcabalas militar, puentes clausurados, aviones que nos prohibían abordar… Y, sin embargo, fuimos, pueblo con pueblo, con una candidata inhabilitada, promocionando la candidatura de Edmundo González Urrutia. Esta persistencia hazañosa implicó una organización ciudadana, que tuvo su espejo en la organización de las 700.000 personas que trabajaron el día de la elección.
Para nada. Lo que ha estado ocurriendo desde el 28 de julio en la noche ni nos soprende ni nos desmoraliza. Por supuesto, nos preocupan muchos las miles de violaciones a los derechos humanos, la crueldad conque el régimen ha persiguido a los venezolanos. Pero éramos conscientes de lo que estamos enfrentando. Nadie dijo que esto iba a ser tarea sencilla. Lo fundamental es que el gran paso, que era ganar la elección, ya lo dimos. Y vamos a cobrar.
Disculpe esta pregunta. Si cerraban los los hoteles donde se hospedaban los locales donde comían; si se llevaban presa a quienes les daban alojamiento y no les dejaban usar los aseos de carretera, ¿cómo iban al baño en esos largos recorridos?
No íbamos.
Pero…
Nada. No íbamos Los hombres lo tenían menos difícil, se internaban en el monte y se aliviaban. Pero las mujeres, nos aguantábamos.
Pero…
¿Y que nos grabara la policía política política?, y después nos exhibieran con la totona al aire, orinando en un monte
Pero…
Claro que son capaces. Uh, se cansan. Nada, no íbamos al baño.