La campaña electoral de las elecciones estadounidenses, que a muchos se les ha antojado eterna, ha llegado por fin a su fin. Ha sido una larga demostración de golpes bajos y ataques, sobre todo por parte del bando republicano, que lidera Donald Trump. El mismo que, en comparación con sus discursos de 2016 y 2020, ha utilizado un lenguaje cada vez más violento y divisivo, sin preocuparse de la tensión que esto ha sembrado en todo el país. Y el mismo que, contra todo pronóstico, ha vencido por un amplio margen, demostrando que a los votantes americanos no les importa, y hasta les seduce, el lenguaje bélico, de odio y la retórica centrada en la violencia.
Esta retórica, que se remonta a su primera campaña, se ha intensificado, según analistas, a medida que sus discursos y publicaciones en redes sociales iban adoptando un tono más oscuro y amenazante. Trump se ha valido de palabras como “invasión” o “lucha” para describir temas de inmigración y políticas internas, estableciendo así un marco de enfrentamiento constante y de guerra contra sus oponentes políticos, lo cual genera muchísima preocupación entre los expertos en retórica política, y que ha convencido a una mayoría de los votantes americanos.
Javier Carbonell, analista y politólogo en el European Policy Center, explica a Artículo14 que esta estrategia no ha sido accidental: “El discurso de Trump es claramente populista y anti-establishment, con un tono que busca deslegitimar a sus adversarios y reforzar la idea de que representan un peligro para el país”. Según Carbonell, este tipo de discurso polarizante aumenta la tensión social, al retratar a los rivales como una amenaza existencial. Y es que en sus mítines, Trump no cesaba de repetir que Estados Unidos estaba siendo “ocupado” por inmigrantes ilegales y promete una “operación de deportación masiva” desde su primer día si es reelegido.
En uno de sus mítines recientes, Trump llegó a sugerir que figuras políticas como Liz Cheney, quien ha criticado duramente su enfoque y apoyado la investigación del Congreso sobre el ataque al Capitolio, deberían enfrentar “nueve cañones apuntando a su cara”. Politólogos y analistas de todo el mundo, que perciben este tipo de comentarios como una normalización de la violencia verbal en el discurso público, se asustan; la retórica de Trump se ha vuelto cada vez más explícita en el uso de incitaciones a la violencia, lo que, en palabras de Carbonell, “contribuye a desensibilizar al público hacia las expresiones amenazantes”.
Un enfoque peligroso
De acuerdo con un análisis realizado por la Universidad de California en Los Ángeles, el número de palabras relacionadas con violencia ha ido en aumento desde la primera campaña de Trump, alcanzando niveles alarmantes en sus discursos actuales. “Trump no solo recurre a palabras como ‘guerra’, ‘enemigo’ o ‘matar’, sino que también utiliza el pronombre ‘ellos’ para distanciarse y deshumanizar a sus oponentes”, indica el estudio.
Este enfoque bélico ya ha tenido consecuencias tangibles en la sociedad. En el período de campaña de Trump en 2016, se observó un aumento del 32 % en crímenes de odio contra la comunidad musulmana en Estados Unidos, lo cual los analistas atribuyen, en parte, al tono de sus discursos. Según el Brookings Institution, este tipo de retórica violenta ha incrementado también el apoyo a la violencia política en Europa —lo cual demuestra el poder de este tipo de mensajes hasta más allá de las fronteras estadounidenses.Se espera que su impacto sea aún peor en esta legislatura, ya que la gente está más radicalizada y más conectada a las redes sociales, donde se gesta muchísimo odio. Sobre todo tras la compra de la red social X, anteriormente Twitter, por Elon Musk, partidario de Trump.
Además, la retórica de Trump no solo afecta a sus seguidores. También tiene efectos en sus adversarios. Carbonell comenta que, cuando Trump utiliza palabras como “combatir” o “enemigo interno”, hace que los oyentes perciban a sus rivales como amenazas reales. “El problema fundamental con este tipo de retórica es que polariza a las audiencias y, en muchos casos, justifica la hostilidad hacia los grupos que él señala”, afirma Carbonell. Esto genera una espiral de radicalización en la que se multiplican tanto los ataques hacia sus opositores como las respuestas de estos grupos.
Igual que los dictadores
Un estudio reciente que analizó 99 de sus discursos entre 2015 y 2024 encontró que el vocabulario violento de Trump es más frecuente que el de otros líderes democráticos, y se sitúa apenas por debajo del nivel de las intervenciones de figuras como Fidel Castro.
En sus intervenciones, Trump ha destacado el problema de los “criminales” y “terroristas” que, según él, cruzan la frontera. En repetidas ocasiones, ha afirmado que la administración de Harris y Biden ha permitido la entrada de miles de inmigrantes ilegales sin vetar, lo que, en sus palabras, representa una “invasión” que él se compromete a frenar. Y en un mitin reciente en Nueva York, calificó a sus opositores como “el enemigo desde dentro”, un mensaje que subraya su enfoque en deslegitimar a quienes no comparten sus puntos de vista.
A través de plataformas como X y Truth Social, Trump también ha compartido gráficos y contenido que refuerzan esta narrativa, como una serie de imágenes en las que se compara a sus oponentes políticos con amenazas extranjeras y se los acusa de “radicales” y “peligrosos”. También ha recurrido a narrativas sensacionalistas y detalladas de crímenes violentos, que atribuye a inmigrantes; según analistas de la UCLA, en los últimos meses, su discurso se ha vuelto más gráfico y detallado en cuanto a los delitos que describe —lo que genera un impacto emocional en la audiencia. En una ocasión, relató en detalle el asesinato de dos adolescentes por miembros de la MS-13 en 2016, describiendo cómo fueron “cortadas en pedazos”. Con esto, y con su repetido uso del pronombre “ellos” para referirse a sus oponentes y sectores de la población que no respalda, crea una narrativa en la que él y sus seguidores se ven como los “verdaderos” estadounidenses en lucha constante contra un enemigo interno.