Uno de los territorios más leales a Donald Trump es en realidad una república independiente. Eso es al menos lo que reivindican, medio en broma, medio en serio, algunos de sus habitantes desde la década de 1980. Estamos en los Cayos de Florida, una tierra cercada por el mar en la que reinan el sol, los jubilados, los amantes de las Harley-Davidson y, sobre todo, Trump.
Un simple paseo por Cayo Hueso basta para hacerse una idea. En sus construcciones de madera pintada, convertidas muchas en tiendas de souvenirs para turistas, las camisetas, gorras y otra mercadotecnia con la imagen del expresidente y candidato son las más ofertadas y las más vendidas. A pocos metros de la casa en la que Ernest Hemingway solía emborracharse al atardecer, hoy convertida en museo, hay una de esas tiendas y la oferta es de lo más variada: desde las tazas con el ya clásico lema de Make America Great Again (MAGA) hasta pegatinas para el coche la imagen del expresidente con la oreja ensangrentada tras sobrevivir a un intento de asesinato en un mitin en Pensilvania.
Un bastión trumpista
Cayo Hueso es parte del Condado de Monroe, y como dice una de sus habitantes, Sherry Ann Barron, “Monroe es territorio Trump y se nota solo conduciendo por aquí y viendo todas las señales de amor hacia él que hay alrededor”.
Efectivamente, ningún pronóstico contempla otra posibilidad que la victoria de Trump aquí en la elección presidencial del próximo 5 de noviembre y el número de votantes registrados ha alcanzado máximos históricos, lo que augura una alta participación el día de la votación. Los Cayos son una de las razones por las que previsiblemente Florida volverá a caer del lado republicano.
Pero mucho antes de que Trump saltara a la fama, los lugareños aprobaron algo muy diferente: su secesión de Estados Unidos.
Corría el año 1982. Eran los años en los que Miami y el sur de Florida se habían convertido en el punto de entrada de la cocaína que los cárteles exportaban por toneladas desde Colombia y otros países latinoamericanos. La Patrulla Fronteriza estadounidense estableció exhaustivos controles a la salida de Cayo Hueso para terminar con el tráfico ilícito de sustancias y de personas, registrando cada vehículo que salía por la US-1, la panorámica carretera que conecta el punto más meridional del Estados Unidos continental con el resto del país.
La República de la Concha
La medida causó lógica molestia a los residentes que se sintieron tratados como extranjeros en su propio país. Así que, recogiendo el sentir general, el entonces alcalde Dennis Wardlow proclamó la independencia de una nueva nación: la República de la Concha. Wardlow decía que si el gobierno de Estados Unidos los iba a tratar como extranjeros, a los habitantes de Cayo Hueso les iría mejor como país independiente.
Nadie se tomó nunca en serio la iniciativa, ni siquiera el propio Wardlow, que buscaba con ella llamar la atención del Gobierno federal y de los medios nacionales sobre el problema que suponía para sus vecinos el cerco de la Patrulla Fronteriza.
Lo logró, vaya que lo logró. La recién creada Conch Republica trajo a reporteros de las principales cadenas nacionales y dio pie a toda una iconografía y un movimiento popular. Los Cayos se llenaron de banderas con la concha como símbolo de su “soberanía” y la ficticia república quedó desde entonces instalada en el imaginario popular local como símbolo de sus peculiares características.
Poblados en su mayoría por blancos y veteranos de Vietnam, los cayos se constituyeron así en sui géneris patria libertaria de una población no poco resentida. Desde entonces, cada vez que los Cayos tienen un desencuentro con el gobierno federal o el del estado de Florida, las banderas de la República de la Concha se recuperan como reivindicación.
Un negocio millonario
Como sucede con casi todo en Estados Unidos, la Conch Republic se convirtió también en un gran negocio. Hoy, la mayoría de hoteles y bares de la zona, además de servir cócteles y el típico pastel de limón, exhiben y venden toda clase de artículos relativos a la República de la Concha, cuya bandera luce orgullosa en las pegatinas adheridas a los maleteros de los coches.
En realidad, la “proclamación” de la república fue una suerte de manifestación del carácter local, celoso de su independencia frente a lo que considera intromisiones de un gobierno excesivo, precisamente una de las ideas más arraigadas entre los votantes de Trump en todo el país. Y pese a que los Cayos son quizá el territorio de Estados Unidos más amenazado por la subida de las aguas asociada al cambio climático (hay poblaciones del Condado de Monroe que las autoridades dan ya por perdidas y serán abandonadas), eso no merma la popularidad de un candidato que niega el calentamiento global. Lo manifiesta orgulloso Paul West, otro lugareño que tiene claro que votará por Trump. “Todos esos zurdos llorarán el 5 de noviembre”, pronostica, en referencia a los demócratas. Nadie sabe aún quién será el próximo presidente de Estados Unidos, pero la República de la Concha ya sale en rojo en el mapa de las apuestas electorales.