Muere el Papa

Claves del Papa Francisco: ¿por qué ha sido tan revolucionario?

La muerte del Papa Francisco abre una nueva etapa. El Colegio Cardenalicio está lleno de sus hombres, pero no hay garantías de continuidad

Papa Francisco - Internacional
El Papa Francisco ha muerto este lunes
EFE/EPA/FABIO FRUSTACI

La muerte del Papa Francisco a los 88 años marca el final de un ciclo que transformó profundamente el modo en que la Iglesia Católica se relaciona con el mundo. Desde su elección en 2013, Jorge Mario Bergoglio, el primer papa latinoamericano y jesuita, supuso una ruptura con el eurocentrismo eclesiástico.

Su pontificado ha sido un ejercicio de equilibrio entre el gesto simbólico y la voluntad de reforma, entre la misericordia pastoral y la complejidad política de gobernar una institución milenaria.

El Papa Francisco llegó al trono de San Pedro tras la histórica renuncia de Benedicto XVI, en un momento en el que el catolicismo parecía desconectado del pulso del siglo XXI. La imagen del pontífice argentino saludando desde el balcón vaticano con una sonrisa humilde inauguró una etapa marcada por el regreso a las periferias.

El Papa Francisco y su misión de cambio: los gestos como bandera

Desde su renuncia a los aposentos pontificios del Palacio Apostólico para alojarse en Santa Marta hasta la elección del nombre “Francisco“, en honor al santo de Asís, el Papa Francisco fue moldeando una figura distinta. Ccercana, austera, casi parroquial. Se alejó del boato vaticano para convertirse en una figura pop, sin dejar de ser un líder religioso de calado universal.

Uno de sus primeros actos fue lavar los pies a doce jóvenes presos en un centro de menores durante el Jueves Santo. Luego, visitó Lampedusa para denunciar la tragedia migratoria en el Mediterráneo. Con cada paso, el Papa Francisco alejaba la imagen fría e institucional de la Iglesia, acercándola a los márgenes.

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El Papa Francisco en un viaje a Bruselas
EFE/EPA/OLIVIER HOSLET

La historia del Papa Francisco está marcada por azares providenciales. Su familia debía viajar a Argentina en un barco que naufragó; devolvieron los billetes a última hora. Así sobrevivió su linaje y nació Jorge Mario Bergoglio en 1936. Estudió química, leyó a Borges, soñó con el fútbol y conoció el amor juvenil. Pero su vocación lo condujo al seminario y a la Compañía de Jesús, donde abrazó la Teología de la Liberación sin caer en el dogmatismo radical.

El Papa Francisco fue un jesuita de calle, con una visión política clara pero sin estridencias ideológicas. Se enfrentó a la dictadura de Videla desde la diplomacia, fue arzobispo de Buenos Aires y alcanzó el cardenalato de la mano de Juan Pablo II. En 2013, el Cónclave apostó por su figura como una promesa de renovación.

Las resistencias a la revolución dentro de la Iglesia

Su llegada no fue fácil. Al Papa Francisco lo rodearon bulos, resistencias y boicots desde los sectores más conservadores de la Iglesia. Se temía su afán reformista, su intención de descentralizar el poder vaticano y su agenda de limpieza financiera. Su renuncia a los privilegios tradicionales fue interpretada por algunos como un acto subversivo.

El Papa Francisco sufrió filtraciones, escándalos y traiciones internas. Vatileaks 2 y el caso Becciu fueron apenas dos capítulos de un pulso prolongado con la Curia romana, donde el pontífice intentó reordenar una maquinaria acostumbrada a las sombras. Su revolución simbólica fue inmediata; la estructural, más compleja.

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La silueta del Papa se perfila a contraluz frente a una ventana tras recibir en audiencia al presidente de Guinea Ecuatorial
EFE/Max Rossi

Si algo distinguió a Bergoglio fue su capacidad para interpretar el dolor del mundo. En la histórica bendición Urbi et Orbi de marzo de 2020, en plena pandemia, habló de “tinieblas que cubren las plazas”. Fue la imagen de un pastor global en tiempos de incertidumbre.

En sus encíclicas, como Laudato si’ o Fratelli tutti, el Papa Francisco abordó el cambio climático, el individualismo, la economía del descarte y la pérdida de vínculos comunitarios. Fue una voz que pidió un capitalismo con alma y una política basada en el bien común. Lo escucharon desde Obama hasta Pedro Sánchez, desde Lula da Silva hasta el gran imán de Al Azhar.

El Papa frente al mundo: política, diplomacia y religión

El Papa Francisco fue, también, un actor geopolítico. Mediador en el deshielo entre EE.UU. y Cuba, opositor a la guerra en Siria, crítico con la lógica armamentística en Palestina y Ucrania y promotor del diálogo interreligioso. Aunque sus silencios —como frente a Putin— le valieron reproches, su mirada apuntaba a una Iglesia menos occidental y más global.

No le tembló la voz al denunciar la cultura del descarte o el populismo. Se enfrentó a la ultraderecha estadounidense, representada por Steve Bannon, y apostó por la fraternidad universal. El Papa fue incómodo para quienes quisieron una Iglesia encerrada en sus muros.

La gran herida de la Iglesia siguió sangrando durante su pontificado. Los abusos a menores y el encubrimiento sistémico golpearon también al Papa Francisco. Su viaje a Chile en 2018 fue un desastre diplomático que evidenció las limitaciones de su gestión.

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El Papa durante una ceremonia de consistorio en la Basílica de San Pedro
EFE/EPA/FABIO FRUSTACI

Aun así, convocó una cumbre mundial contra la pederastia, pidió perdón públicamente a las víctimas, reformó protocolos y mostró cercanía humana. Pero el daño estaba hecho y la percepción de inacción quedó grabada en parte de la sociedad. Bergoglio lo supo. No bastaban las palabras.

A pesar de las contradicciones, el Papa Francisco devolvió al centro del mensaje cristiano la misericordia, el perdón, la pobreza y la compasión. Defendió los derechos de los inmigrantes, visitó a los pueblos indígenas, restableció puentes con teólogos proscritos y recortó el poder del Opus Dei.

No aprobó la ordenación de mujeres, ni cambió la doctrina sobre el aborto. Pero bendijo uniones homosexuales y permitió el bautismo de personas trans. Fue más reformista en gestos que en dogma, más pastoral que doctrinal, pero dejó una impronta clara: una Iglesia que sale, que escucha, que acoge.

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