La Convención Nacional del Partido Demócrata echó en la noche del jueves el cierre en Chicago y dejó claro algo que las encuestas venían mostrando en las últimas semanas: los demócratas están de vuelta.
Kamala Harris cerró cuatro días de discursos, fiesta, reivindicación y críticas a Trump con el discurso en el que aceptó formalmente su nominación como candidata a la Casa Blanca. A poco más de tres meses de las elecciones, el evento marca la entrada en el tramo final de la carrera presidencial. Estas son las claves que deja.
Un partido demócrata reactivado y movilizado
Hace poco más de un mes los demócratas se mostraban alicaídos ante las negativas perspectivas del presidente Joe Biden y divididos sobre si debía retirar su candidatura a la reelección. La retirada de Biden y la irrupción de su vicepresidenta como candidata le dieron rápidamente un subidón de adrenalina y esperanza a su partido y un vuelco a la situación, un vuelco que ya reflejan las encuestas en las que ya ha enjugado la ventaja que Donald Trump le llevaba a Biden y en las que es ella ahora la que aparece por delante.
Uno tras otro, los oradores que han desfilado por la convención han espoleado el nuevo estado de ánimo y provocado el entusiasmo de las decenas de miles de demócratas presentes. Con los focos de la mayoría de los medios centrados en Chicago, Harris ha conseguido mantener la iniciativa de la campaña arrebatada a Trump y con su lema, “cuando luchamos, ganamos”, ha puesto a punto una maquinaria política que se apresta ahora con determinación y optimismo insospechados hace solo unas semanas a librar lo que el expresidente Obama llama “una batalla por el corazón de América”. Como dijo el candidato a vicepresidente Tim Walz, recordando sus épocas de entrenador escolar de fútbol americano: “Estamos un punto por debajo, pero queda partido, venimos remontando y vamos al ataque”. Así salen los demócratas de su Convención.
Una batalla de carácteres
En su discurso final, Harris volvió a presentar a Trump como un “millonario egoísta” que “quiere ser un autócrata” y opuso su personalidad y antecedentes a los suyos. Se trata de un nuevo paso en el creciente esfuerzo por plantear el pulso electoral como un duelo personal entre ambos y contrastar al magnate, convicto, machista y mentiroso que los demócratas ven en Trump con la mujer luchadora, hija de inmigrantes hecha a sí misma y fiscal justiciera que quieren vender en Harris.
En la candidatura de Harris parecen haber encontrado un filón en cuestionar la aptitud moral y legal de un candidato sobre el que pesa una condena en firme y varios procedimientos judiciales pendientes y cuyos excesos generan muchos reparos entre los votantes más moderados.
Antes que la propia candidata, otros oradores destacados, como los Obama o el expresidente Bill Clinton cargaron con dureza y mordacidad contra el expresidente. Clinton llegó incluso a atacarle por su edad, lo mismo que hacían los republicanos cuando Biden era su candidato. La reivindicación de Harris, que de repente parece ser más popular de lo inicialmente previsto, y la denuncia de Trump se confirman como parte fundamental de la estrategia.
El peso del poder afroamericano
La Convención ha vuelto a poner de manifiesto la importancia de la comunidad afroamericana y que, pese al desgaste sufrido durante el gobierno Biden, parece seguir siendo mayoritariamente leal a los demócratas. Solo un vistazo a las fotografías de los actos electorales sirve para percatarse de que en los actos de Harris siempre hay mucha más gente de color que en los de Trump y la Convención no ha sido una excepción. Allí han tenido un papel destacado figuras negras como Barack y Michelle Obama y la histórica periodista Oprah Winfrey, que apareció por sorpresa pare entusiasmo de los asistentes. Por supuesto, también la propia candidata Harris, que, aspira a convertirse en la primera mujer y la primera persona de color en alcanzar la presidencia de Estados Unidos.
Trump ha intentado arañar votos de los afroamericanos cuestionando la negritud de Harris, algo sorprendente si se tiene en cuenta que es hija de un inmigrante jamaiquino, y agitando el miedo a los inmigrantes ilegales que, según él, entran en masa en Estados Unidos y copan lo que llamó “empleos negros”, los ocupados por personas de ese color. Una de las frases más celebradas de Chicago la pronunció Michelle Obama: “¿Quién va a decirle que puede ser que el empleo que está buscando sea en realidad un empleo negro?”, se preguntó la ex primera dama, en referencia a la posibilidad de que sea Harris quien gane la presidencia y provocando las carcajadas de los asistentes.
El factor Walz
La elección de su compañero de ticket electoral ha sido hasta ahora una de las decisiones más inesperadas e impactantes de Harris. El gobernador de Minnesota, Tim Walz, era una figura popular en su estado, pero sin demasiado peso en la política nacional. Desde que Harris lo convirtió en su candidato a vicepresidente, se ha desvelado como un activo político sorprendente. Su lenguaje cercano, la naturalidad con la que ataca a Trump sin rodeos, y, sobre todo, su aspecto similar al del padre estadounidense medio le dan un aura de crédito que destacan los analistas y que podría ser un imán para los votantes blancos del medio oeste rural, un sector que se perfila como decisivo en el desenlace de la elección.
Sin embargo, solo el tiempo dirá a Harris si acertó al preferirlo antes que a candidatos como el gobernador de Pensilvania, Josh Shapiro. Pensilvania es un estado-péndulo clave y casi todas las encuestas indican que las opciones de Harris dependen en gran medida de que logre ganar allí. No pocos estrategas republicanos respiraron aliviados al descubrir que Harris no optaba por Shapiro, aunque quizá ahora que conocen mejor el tipo de político que es Walz hayan vuelto a preocuparse.
Una lucha apretada hasta el final
Pese a que la Convención ha puesto de manifiesto las esperanzas de victoria de los demócratas y el idilio que viven con la candidata que se las ha devuelto, la carrera presidencial está lejos de decantarse y Trump de darse por vencido. Los sondeos indican que la ventaja de Harris es mínima y la batalla se presenta muy abierta en estados-péndulo como Arizona, Nevada, Wisconsin o Pensilvania.
Con tres meses de encarnizada campaña por delante, todo indica que, como sucedió en 2016 o en 2004, serán unos pocos miles de votos en unos cuantos estados claves los que decidirán la elección. Se lo dijo claro Obama a sus compañeros demócratas: “No se engañen. Va a ser una lucha”.