El ataque ucraniano no fue demasiado exitoso: de los seis ATACAMS que Kiev lanzó en la región rusa de Briansk (situada al noreste) cinco fueron derribados y el último provocó un incendio en una instalación militar, sin que haya trascendido más información.
Sin embargo, el sólo hecho de que Ucrania haya utilizado estas armas más allá de sus fronteras podría marcar una nueva fase del conflicto, que ya ha tenido varios puntos de inflexión en lo que va de año.
Ofensiva en Kursk
El pasado 6 de agosto, Ucrania sorprendió con una ofensiva militar en la región rusa de Kursk que nadie esperaba. Era la primera vez que un país invadía Rusia desde la Operación Barbarroja, en plena Segunda Guerra Mundial.
En unas pocas semanas, y ante una actitud un tanto pasiva por parte del Kremlin, las tropas ucranianas avanzaron hasta conquistar unos 1.300 kilómetros cuadrados de territorio y capturar por el camino a cientos de prisioneros rusos –para intercambiarlos después por los soldados de Kiev–.
En ese momento, la Federación Rusa –que no trasvasó soldados desde otros frentes de combate para frenar el avance ucraniano– también amenazó con utilizar armamento nuclear. Pero eso nunca sucedió.
Cambios en la Casa Blanca
El uso de los ATACMS es un paso más en la misma dirección. Pero la Administración Biden se había resistido durante meses a dar el permiso necesario para que Ucrania usara sus armas de largo alcance en suelo ruso.
Cabe pensar, ahora, que las dudas sobre las futuras decisiones que tomará Donald Trump cuando ocupe la Casa Blanca –el próximo mes de enero– podrían haber propiciado este cambio de rumbo en el equipo de gobierno del presidente saliente.
Rusia, por su parte, reaccionó al anuncio de Biden acusándolo directamente de provocar una escalada del conflicto. Pero lo cierto es que el propio Kremlin lleva escalando esta guerra desde principios de 2024 –momento en el que intensificó su campaña de bombardeos contra las ciudades ucranianas y su infraestructura crítica–
Desenergizar ciudades
La cuestión de usar armas nucleares no parece muy realista, porque utilizarlas supondría el comienzo de una Tercera Guerra Mundial de la que ningún país saldría bien parado. Pero lo que sí cabe esperar son más ataques contra objetivos civiles en Ucrania.
Unas horas antes del anuncio de Biden, el pasado domingo, el Kremlin ya bombardeó varias ciudades de Ucrania alejadas de la línea del frente con 120 misiles y 90 drones suicidas Shahed de fabricación iraní. El ataque tumbó el 50 por cierto de la capacidad eléctrica del país.
Así que, en el caso de que se produzcan más ataques en venganza por los ATACMS, la población civil ucraniana –sometida desde hace casi tres años al sonido de las alarmas antiaéreas, a los cortes de luz y calefacción, y a la destrucción de sus hogares– no va a notar la diferencia.
Cuestiones tácticas
Sobre las consecuencias para la Federación Rusa, a efectos prácticos los ATACMS no van a cambiar por sí solos el curso de esta guerra. Aunque estos misiles balísticos tienen un alcance de 300 kilómetros, el Ejército ucraniano no puede posicionarlos en primera línea, porque podrían perder los sistemas de lanzamiento si Rusia los localiza y ataca.
Así que lo más probable es que los lance desde mucho más atrás, reduciendo así su capacidad de alcance. Sin embargo, se trata de un arma más para presionar al enemigo y forzarle a mover centros de mando militar, o a retrasar concentraciones de tropas cerca de las fronteras ucranianas.
Pisar el acelerador
Hasta el momento, Putin no ha hablado de la posibilidad de atacar objetivos estadounidenses a modo de respuesta. Y la amenaza de usar su arsenal nuclear no es nueva –la esgrime cada vez que Occidente da un paso más en apoyo a Kiev–. Pero lo que sí cabe esperar es que se aceleren las ofensivas en curso.
Ambos ejércitos van a seguir pisando el acelerador antes de que Trump tome posesión de su cargo. Ucrania, intentará conservar los territorios que ha ocupado en Kursk –para tener una moneda de cambio con la que recuperar sus propias ciudades–. Y Rusia se afanará en completar la conquista del Dombás –donde las batallas están siendo cada vez más sangrantes–.
La promesa del nuevo presidente electo de Estados Unidos es la de poner punto y final a esta guerra de un día para otro. Pero Ucrania no está dispuesta a regalar el 18 por ciento de su país –que es la parte que tiene ocupada Rusia en estos momentos–, y para el Kremlin capitular supondría un signo de debilidad que no quiere asumir.
La realidad de la guerra
De momento, y al cierre de esta crónica, las sirenas antiaéreas se han disparado en la ciudad de Kiev, donde los cortes de energía se han sucedido durante todo el día debido a los daños causados por los últimos bombardeos.
Una noche más, cientos de miles de familias saldrán de sus casas en mitad de la noche –y del frío– para refugiarse en las estaciones de metro o en los sótanos reconvertidos en refugios. No habrá nada diferente a antes de que Ucrania pudiera usar los ATACMS en suelo ruso.