La segunda entrevista que Carolina González López (Caracas, 1980) dio en su vida fue el 28 de julio de este año y a la periodista que firma esta nota. Hasta ese momento, no había tenido ningún intercambio con la prensa y jamás había respondido preguntas sobre su propia trayectoria. En estos días, no solo evita encuentros con reporteros, sino que se niega a referirse a los asuntos de su padre, Edmundo González Urrutia, presidente electo de Venezuela y exiliado en Madrid.
Apenas ha transcurrido un mes y medio, muy poco tiempo para que una persona tímida y sencilla como ella desarrolle unas aptitudes que las vueltas de la vida le ha exigido de sopetón. Precisamente este jueves, González acudió junto a su progenitor a una reunión con el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, en el Palacio de la Moncloa. El encuentro se produjo a menos de 24 horas de que el Congreso aprobara reconocer a González Urrutia como presidente electo de Venezuela e instara al Gobierno español a hacerlo.
También esta semana, González se encargó de leer el mensaje de su padre a los venezolanos reunidos este martes en la Plaza de las Cortes, frente al Congreso, donde González Urrutia ratificó su compromiso con la causa de la libertad de Venezuela y con el liderazgo de María Corina Machado.
Respaldo a su padre en este rol histórico
“Más fuerte”, le gritaban los asistentes. La suave voz de González no llegaba a los de atrás y ella trastabilló un par de veces en su lectura. Quizá no tiene muchas tablas, pero lo que sí le sobra es determinación de apoyar a su padre en el rol histórico que le ha tocado.
Carolina González López es abogada, licenciada de la Universidad Católica Andrés Bello, Caracas. “Tengo una maestría en Derecho Financiero de la Universidad de Nueva York” y, desde hace una década, vive en Madrid, donde ejerce su profesión. Al preguntarle dónde cursó los estudios de primaria y secundaria, explica: “Para cualquier persona, la respuesta a esa pregunta sería corta, pero siendo hija de diplomático, crecí en diversas partes del mundo. Estudié en Argentina, en Inglaterra, en Argelia, y en varios colegios en Venezuela, porque volvíamos para luego volver a salir en las misiones de mi padre. En suma, estudié en español, inglés y francés”.
“¿Ya sabes lo que acaba de aceptar tu papá?”
—En abril de este año, mi marido estaba viviendo en Nueva York y yo estaba en Madrid -evoca Carolina, cuando se le pregunta cómo se enteró de que su padre había sido designado candidato de la oposición venezolana para las elecciones del 28 de julio-. En aquel momento, su trabajo estaba allá y, de hecho, yo lo había acompañado un tiempo. Pero en abril estábamos en continentes distintos. Él me envió un mensaje que decía: “¿Ya sabes lo que acaba de aceptar tu papá?”.
—No sé de qué me estás hablando -le dije. Inmediatamente, llamé a mi mamá y así fue como me enteré.
—Pero, cómo pasó esto -le pregunte a mi mamá-. En qué momento. Por qué me estoy enterando por Luis Enrique.
“Me explicaron que era una situación provisional, que mi papá sería el candidato [en sustitución de María Corina Machado, inhabilitada por el régimen de Maduro] hasta que la Plataforma Unitaria de la oposición eligiera un candidato definitivo para las elecciones en torno al cual todos estuvieran de acuerdo. Me dijeron que era el “candidato tapa”. “No te preocupes”, me insistió mi mamá, “tu padre será el candidato tapa por unos días, un par de semanas a lo más, hasta que ubiquen un abanderado de consenso; y luego, todo volverá a la normalidad”. Me quedé tranquila y mira adónde hemos llegado”.
Es “un designio del Señor”
La hija del presidente electo no parece encantada con los desafíos que ha debido enfrentar. Tampoco disgustada. Siempre se muestra modesta y un poco perpleja ante la sucesión de hechos, que no paran de dar virajes vertiginosos.
—Yo estoy convencida de que esto es un designio del Señor -confiesa al pedírsele sus conjeturas respecto de la selección de su padre ni más ni menos que para medirse con un dictador-. No encuentro más explicación, por más vueltas que le dé, para que, de pronto, mi papá haya sido candidato a la presidencia de Venezuela y, ahora, presidente electo de la república. Un hombre que jamás ha tenido más ambición que hacer su trabajo de la mejor manera y representar a Venezuela con excelencia. Y no porque mi papá no tenga las virtudes que debe ostentar un presidente, claro que las tiene, pero es que mi papá había estado conviviendo conmigo de enero a marzo de este año, conversábamos de todo… Mi papá es un hombre versado en muchos campos y muy suave y afectuoso, ha sido un gran padre… Desde luego que hablamos sobre Venezuela, cómo no, si es su gran preocupación, pero en ningún momento mencionó una posibilidad ni remota de que podríamos encontrarnos en la actual situación. A finales de marzo, mis padres se fueron a Caracas y a las dos semanas de haber llegado allí, nuestra vida cambió.
—En esos meses, entre enero y marzo, ¿qué hicieron en Madrid?
—Disfrutaron muchísimo, porque teníamos tiempo sin convivir. Se quedaron conmigo, en mi casa, con sus nietas. Paseamos, comimos rico, pasamos tiempo en familia, hablamos del futuro, pero no de este futuro. A partir de abril, hemos ido de sorpresa en sorpresa. Yo creo que mi papá es la persona ideal para llevar a cabo un gobierno de transición. Por eso, pese a la sorpresivo que ha sido todo, también lo encuentro muy lógico, porque mi papá es conciliador, paciente, no tiene posiciones tajantes sino que, por el contrario, confía en la negociación. Mi papá cree firmemente en la democracia y, sobre todo, cree que Venezuela no se merece lo que estamos viviendo.
Un hombre meditado y pausado
—Hay muchos episodios de nuestra vida familiar -sigue Carolina- que ilustran lo que trato de decir para esbozar una semblanza de mi papá. Pero el punto es que todos muestran a un hombre muy meditado y pausado, que encara los conflictos y los resuelve mediante la conciliación. Fue un padre exigente, que disciplinaba y que nos inculcó sus valores, pero nunca fue regañón o severo. Y es un abuelo extraordinario. Es verdad que carece de experiencia en política, pero no es menos cierto que su trayectoria como embajador en países que enfrentaban serias crisis, como El Salvador o Argelia, lo han dotado de perspectivas excepcionales para ejercer la Presidencia en las actuales circunstancias de Venezuela.
—Cuando sus padres se instalen en La Casona [residencia presidencial en Venezuela], ¿usted seguiría en España?
—Esa es una muy buena pregunta… para la que no tengo respuesta. Yo vivo esto día a día. Si mi papá me necesita allí, sería una decisión que deberé tomar con mi esposo y mis dos hijas.
En algún momento, Carolina González contará lo que han sido estos días en los que sus padres salieron de Venezuela, donde pesaba sobre el presidente electo una orden captura. Ella es su gran aliada y cotidiana interlocutora.
“Mi papá despierta siempre a las 5 y media de la mañana. Cuando estaba en Caracas, esa hora equivalía a mis once y media. Me quedaba cómodo, porque hablaba con él todos los días. El 28 de julio lo llamé. “Estoy tranquilo, sereno”, me dijo. “Muy contento. Lo vamos a lograr”. Yo hubiera dado lo que no tengo por haber estado en Caracas ese día, con mi mamá y hermana, para votar por mi papá, imagínate”.
Carolina González no pudo votar en Madrid. Fue una de los cinco millones de venezolanos en el extranjero, en edad de votar, a quienes la dictadura les confiscó ese derecho. Solo el 1%, unas 69.000 personas, pudieron expresarse. “Me lo negaron. Una oportunidad que nunca más se va a repetir. Votar por tu papá en una elección presidencial… Por eso, ese 28 de julio, cuando hablé en la plaza Colón, les pedí a los venezolanos que no habían ejercido el voto, y que podían hacerlo, que lo hicieran en nombre propio y en el de los millones que no pudimos hacerlo”.