Casa real británica

Camila se consolida como la roca de Carlos III

El rey retoma la agenda pública desde que se anunció su cáncer, junto a la esposa que se ha convertido en pieza clave de la Casa Windsor

Acto de Camila en abril
Su Majestad la reina Camilia realizó su primera visita a los Royal Lancers (Queen Elizabeth's Own) desde que fue nombrada su Coronel en Jefe The Royal Household

El guion trazado por la Familia Real británica para la reaparición de Carlos III en la vida pública contiene ingredientes más próximos a la esfera personal que al tradicional cálculo institucional bajo el que opera la Casa Windsor. Que la primera visita del rey sea a un centro de tratamiento contra el cáncer evidencia la influencia de esta enfermedad sobre un soberano obligado a afrontar su propia perdurabilidad, pero es la presencia de su esposa Camila la que revela la clave fundamental sobre la que la Corona británica descansa en la actualidad.

En un panorama familiar tumultuoso, la reina ha consolidado su imagen pública como la piedra elemental en la que se apoya el monarca. Frente al modus operandi de Isabel II y su marido, Felipe, que apenas se acompañaban en los sucesivos trances de salud sufridos durante años, Carlos y Camila aparecen como un tándem ante la adversidad: fue ella quien lo acompañó cuando ingresó para la operación de alargamiento de próstata a la que él se sometió en enero, también ella quien salió con él del hospital y, una vez más, ella quien ha asumido el peso de una Familia Real mermada por la enfermedad.

Camila y Carlos

Camila junto a Carlos III, que retoma el martes su agenda (The Royal Household)

En los menos de dos meses desde el anuncio del cáncer del rey, Camila ha protagonizado más de una docena de compromisos en sustitución de su marido, ejerciendo como cabeza visible de una institución de la que Isabel II decía que tenía que “ser vista para ser creída”.

De amante tóxica a esposa amantísima

Quien había estado considerada como la “mujer más odiada de Reino Unido” se ha convertido, a los 76 años, en pieza clave de la argamasa que sostiene a la monarquía más famosa del planeta. Su transformación de amante tóxica a esposa amantísima, de blanco del vilipendio de la prensa sensacionalista a gran roca del rey, culmina una trayectoria que ni ella misma podría haber imaginado cuando, hace más de medio siglo, conoció a quien hoy es su segundo marido.

Este mes, la pareja cumplió su 19 aniversario de boda. Al día siguiente de la efeméride, posaron para una imagen oficial que Buckingham difundió la semana pasada, con motivo del inminente primer año transcurrido desde la coronación. En la fotografía, Camila mira relajada a la cámara y agarra a Carlos del gancho, mientras este tiene sus ojos en ella, una complicidad raramente mostrada en retratos públicos, pero que los mandarines de palacio consideraron pertinente, dado el impacto personal de este su annus horribilis particular y el estatus adquirido por la reina.

La opinión más importante para Carlos

Desde su círculo más próximo siempre han aclarado que los títulos no son tan importantes para ella, si bien Camila ha demostrado una astuta determinación para aprovechar su oportunidad en una institución que, pese a haber estado encabezada durante 70 años por una mujer, sigue siendo intrínsecamente patriarcal.

Conocida como ‘Lady Boss’ (La Jefa), su opinión es la primera que Carlos consulta; su voz, la única que puede influir sobre un rey acostumbrado a que le digan lo que quiere escuchar y su reputación sugiere que como aliada es valiosa y como rival, fulminante.

La reina Camila

Su Majestad la reina Camilia realizó su primera visita a los Royal Lancers (Queen Elizabeth’s Own) desde que fue nombrada su Coronel en Jefe (The Royal Household)

Si uno de los problemas del primer matrimonio de él había sido el resentimiento de verse eclipsado por la popularidad de Diana, con Camila ese complejo ha desaparecido: ella lo apoya, le instila auto-confianza y lo deja brillar; camina a su lado, pero sin robarle protagonismo. Su evolución de villana a heroína, sin embargo, no ha sido fácil: la mujer que desde hace dos meses recaba el elogio popular por su conducta ante la enfermedad de su marido había padecido durante años un oprobio que, paradójicamente, supuso su mejor entrenamiento para el rol que hoy parece dominar con facilidad.

Ante el pecado de no ser Lady Di

Camila afrontó la humillación de los 90 y el desprecio de la mayoría de los británicos, muchos por el simple pecado de no ser Lady Di, con el mantra que más fielmente define a la Familia Real: “nunca quejarse, nunca explicar” (‘never complain, never explain’). La relativa aceptación de la que hoy disfruta es el resultado de un estoicismo de hierro, pero también de una astuta campaña de lavado de imagen que evitó la tentación de forzar el beneplácito entre la ciudadanía.

Su estrategia siempre había sido callar ante las críticas y esperar; cumplir con su parte del guion, comprometerse con causas que permitiesen mejorar la percepción sobre ella, como su apoyo a las víctimas de violencia doméstica, y confiar en que el tiempo se encargase del resto. Esta combinación de fuerza de voluntad, flema ante la adversidad y la paulatina normalización de su relación con Carlos permitió revertir las grietas generadas en la monarquía británica por su adulterio y hoy, medio siglo después de su primer encuentro y tras dos décadas de matrimonio, la pareja proyecta la serenidad propia de quien ha afrontado con éxito las crisis propias de la existencia humana.

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