“Va a plantear la pregunta: ¿es Estados Unidos más fuerte que hace cuatro años? Y va a responder a la pregunta con un sí definitivo”, adelantó el asesor de seguridad de la Casa Blanca, Jake Sullivan, sobre el discurso de ayer de Joe Biden. Y así fue. El (todavía) presidente de EE UU compareció desde la sede del Departamento de Estado en Washington para hacer balance en clave de política exterior de sus cuatro años en la Casa Blanca. Para defender su legado ante el inminente regreso de un Donald Trump que promete deshacerlo.
“Ahora mismo, en mi opinión, gracias a nuestra Administración, Estados Unidos está ganando la competición mundial en comparación con hace cuatro años. Estados Unidos es más fuerte, nuestras alianzas son más fuertes, nuestros adversarios y competidores son más débiles”, subrayó Biden.
Era su último discurso sobre la acción exterior del Gobierno. En el primero, cuando llegó a la Casa Blanca, el demócrata se comprometió a recuperar el multilateralismo, reparar las relaciones bilaterales desgastadas por la era Trump y contener el empuje de China. Pero las guerras en Ucrania y Gaza desmontaron las previsiones.
“Ha habido algunos acontecimientos clave, obviamente, que han ocurrido en todo el mundo durante su mandato”, condensó el pasado viernes en rueda de prensa su portavoz, Karine Jean-Pierre. Se refería a la retirada militar de Afganistán, la invasión rusa de Ucrania o el salvaje atentado de Hamás del 7 de octubre que derivó en la guerra israelí en la Franja, ofensiva que se ha cobrado la vida de 46.000 personas en el enclave palestino, según el recuento de las autoridades sanitarias locales.
Biden, en cambio, quiso poner en valor sus conquistas, entre las que figuran el reingreso de Estados Unidos en el acuerdo climático de París, la ampliación de la OTAN, con las incorporaciones de Suecia y Finlandia, y el refuerzo de la posición militar de Washington en el Indo-Pacífico, con acuerdos de gran calado como el AUKUS o las nuevas asociaciones militares con Filipinas, Japón y Corea del Sur. Un país en llamas tras el autogolpe fallido del expresidente Yoon Suk-yeol, quien por cierto se atrevió a entonar la canción American Pie de Don McLean durante una cena de Estado en la Casa Blanca con Biden en abril de 2023.
“La OTAN es más capaz que nunca, y muchos más de nuestros aliados están pagando la parte que les corresponde. Antes de que yo asumiera el cargo, nueve aliados de la OTAN gastaban el 2% del PIB en defensa. Ahora, 23 gastan el 2%”, reivindicó Biden.
Ucrania, en el centro
El mandatario estadounidense hizo hincapié en su defensa de Ucrania, pidió a los aliados “no abandonar” su causa y envió un mensaje cristalino a Trump: “Ucrania sigue siendo un país libre e independiente con potencial para un futuro brillante. Hemos sentado las bases para que la próxima Administración pueda proteger el futuro brillante del pueblo ucraniano”.
Los últimos días de la era Biden están sirviendo para enviar más ayuda militar a Kyiv, ayudas que les dan a los de Volodimir Zelenski un colchón de aproximadamente un año para aguantar la guerra de desgaste con Rusia, según fuentes diplomáticas europeas. Desde 2021, y a pesar de las dudas iniciales desde el comienzo de la invasión, la Administración Biden ha aprobado ayudas a Ucrania por valor de 183.000 millones de dólares.
En su discurso, Biden recordó además cómo el jefe del Kremlin “fracasó” en la denominada “operación militar especial” en Ucrania: “Cuando Putin invadió Ucrania, pensó que conquistaría Kyiv en cuestión de días. La verdad es que, desde que empezó esa guerra, yo soy el único que se ha plantado en el centro de Kyiv, no él”, dijo en alusión a su visita a la capital de Ucrania en 2023. Visita que le convirtió en el primer presidente de Estados Unidos en acudir a una zona de conflicto en la que no participaban sus tropas.
“Cuando Putin lanzó su invasión yo tenía dos trabajos: uno era unir al mundo y defender a Ucrania. El otro era evitar la guerra entre dos potencias nucleares. Hicimos ambas cosas”, presumió.
La tregua en Gaza: el gran reto
El papel de EE UU en la guerra israelí en Gaza será la mancha principal en el historial de Biden. El presidente estadounidense, sionista confeso, no supo lidiar con el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, que manejó a su antojo los tiempos de la guerra sin perder el respaldo de Washington.
Biden confía, sin embargo, en alcanzar un acuerdo de alto el fuego en la Franja entre Israel y Hamás antes del regreso de Trump. El objetivo pasa por detener las hostilidades y facilitar el regreso de los rehenes. “Estamos a punto de que una propuesta que expuse en detalle hace meses finalmente llegue a buen término. Estamos presionando fuerte para cerrar el pacto”, trasladó ayer.
“Estamos cerca de un acuerdo y se puede lograr esta semana. No estoy haciendo una promesa o una predicción, pero está ahí para tomarlo y vamos a trabajar para que suceda”, avanzó Sullivan, el mismo que presumió de que la situación en Oriente Próximo estaba “más tranquila que en las últimas dos décadas” ocho días antes del ataque terrorista de Hamás del 7 de octubre.
Afganistán, primer traspié
Sobre la retirada de Afganistán de agosto de 2021, lejos de hacer autocrítica, Biden defendió su decisión. “Poner fin a la guerra fue lo correcto y creo que la historia lo reflejará”, insistió el demócrata, que se denominó a sí mismo como “el primer presidente en décadas que entrega una guerra en Afganistán a un sucesor”.
“Y creo que de cara al futuro, la principal amenaza de Al Qaeda ya no emanaría de Afganistán, sino de otros lugares. Y por ello no necesitamos estacionar un número considerable de fuerzas estadounidenses en Afganistán”, remarcó.
Final anticipado
Unas horas antes de la despedida de Biden, el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, reconocía desde la Comisión de Asuntos Exteriores y la Subcomisión de Defensa del Parlamento Europeo que “Trump ha tenido razón muchas veces”, en alusión a las presiones del republicano a los socios de la Alianza Atlántica para elevar el gasto militar al 2%.
“Estoy de acuerdo, y puede que tenga razón muchas veces en el futuro, y tenemos que dialogar con él”, apuntó el ex primer ministro de Países Bajos, que se mostró “absolutamente convencido de que Estados Unidos se mantendrá dentro de la OTAN”.
En paralelo, desde Nuuk, la capital de Groenlandia, el presidente autonómico de la isla, Múte B. Egede, se abría a estrechar la colaboración con Estados Unidos tras las declaraciones expansionistas de Trump: “Tenemos que negociar con Estados Unidos. Hemos iniciado un diálogo y empezado a explorar las posibilidades para cooperar con Trump”. Dos demostraciones de que la era Biden llegó a su final antes de tiempo.
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