Que nadie se sorprenda ahora. El propio Nicolás Maduro dijo poco antes de la elección que si perdía iba a ocurrir en Venezuela un baño de sangre. Y perdió.
Explico primero lo que pasó el pasado domingo. El candidato opositor Edmundo González sacó más del doble de votos que Maduro, ganando en todas las regiones y ciudades del país. Fue una victoria aplastante, transversal, que refleja el rechazo absoluto del pueblo al tirano que lo oprime. Cuando terminado el proceso de votación comenzaron a transmitir los resultados de cada mesa electoral al centro de totalización, se dieron cuenta de esta realidad y no les quedó otra que suspender la transmisión y totalización automática de los resultados, para sustituirlos por una cifra fake que no tiene ningún sustento técnico. Por eso se inventaron el supuesto hackeo de Macedonia del Norte (desmentido ya por ese país), para justificar así la interrupción del proceso de totalización. Fue un burdo fraude de servilleta.
La importancia de las actas
Sin embargo, los testigos del candidato opositor lograron colectar la gran mayoría de las actas con los resultados certificados en las mesas electorales. Cada acta, impresa por la propia máquina de votación y entregada a los testigos de los diferentes partidos, refleja los resultados obtenidos por cada uno de los candidatos en cada mesa electoral.
De esta forma, los candidatos pueden luego contrastar su acta con el resultado oficial publicado por el ente electoral. Solo que por primera vez en la historia se proclamó ganador a un candidato sin publicar los resultados desglosados por centro y por mesa. De hecho, el lapso establecido para la publicación de actas ya venció, aunque es previsible que intenten de forma tardía falsificarlas para desconocer las que ya son del dominio público, las cuales no han podido ser desmentidas por ninguno de los testigos ni de Maduro ni del resto de los candidatos.
Por esta razón el Centro Carter (observador invitado oficialmente por el ente electoral), emitió un informe denunciando la “ausencia total de transparencia del proceso”, calificándolo de ser una “elección no democrática”.
En palabras del periodista de CNN, Andrés Oppenheimer, es “la madre de todos los robos electorales de la historia”. Por su parte, el comando de campaña de Edmundo González publicó en la página web “resultadosconvzla.com” más del ochenta por ciento de las actas digitalizadas, las cuales totalizan un resultado de 67% para el candidato opositor y un 30% para Maduro. En dicho portal se puede consultar los resultados de todas las mesas en todos los centros, accediendo al acta oficial digitalizada. Por todo esto, ni Estados Unidos (y Canadá), ni Europa, pero tampoco los países de América Latina, reconocen los resultados oficiales emitidos por el CNE, al punto que ya han roto relaciones diplomáticas con Venezuela los siguientes países: Argentina, República Dominicana, Chile, Perú, Costa Rica, Uruguay y Panamá.
La represión más brutal
¿Cómo después de cometer un fraude así, se puede gobernar un país donde te rechaza más de dos tercios de la población y además no te reconocen los demás países? La respuesta la dio Maduro la semana pasada con su profecía autocumplida, con un baño de sangre. Su única legitimidad es la del fusil. Ya la cifra de muertos es de dos dígitos, además de los cientos de presos y desaparecidos contabilizados a partir de este lunes. Están reprimiendo de forma brutal las manifestaciones pacíficas y legítimas del pueblo más humilde, no solo con las fuerzas militares y policiales, sino también con grupos paramilitares de civiles armados que llaman “colectivos”. Y ya estarían torturando a varios para conseguir falsas confesiones que validen su narrativa. Además de órdenes de captura contra la alta dirigencia, incluida la líder María Corina Machado y el presidente electo Edmundo González.
Ante esta situación la comunidad internacional debe, no solo condenar el autogolpe de Maduro y la violación de los derechos humanos de la población, sino también exigir el respeto de la voluntad soberana expresada el pasado domingo para que se proclame a Edmundo González como ganador de la elección presidencial. De lo contrario, la diáspora venezolana y la pobreza interna crecerán exponencialmente, rompiendo ya todos los récords. Por eso es oportuno recordar hoy aquella respuesta de Lula: “Quien pierde las elecciones toma un baño de votos, no de sangre. Maduro tiene que aprender que cuando ganas te quedas y cuando pierdes te vas”. Habrá que enseñarle.
Ojalá el petróleo no sea suficiente incentivo para abandonar a los venezolanos a su suerte, como se hizo ya con Cuba y Nicaragua, regalándole definitivamente a Rusia otra colonia en Occidente.