Probablemente, Aharon Haliva seguiría en el cargo si hubiese escuchado a las “observadoras”. El ya exjefe de la inteligencia de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) renunció este lunes como consecuencia de los graves fallos que facilitaron el asalto de Hamás el pasado 7 de octubre, hace ya 200 días.
El general Haliva, que anunció por carta al comandante en jefe de tsahal su voluntad de renunciar, es el oficial de más alto rango que dimite, tras asumir los errores que derivaron en la peor matanza vivida en los 76 años de historia del estado judío. Su renuncia pone presión sobre otros dirigentes, incluido el primer ministro Benjamin Netanyahu, al que parte del país acusa de ser el máximo responsable del desastre.
“Ellas eran los ojos en la frontera, y no las escucharon”, tituló la BBC en un reportaje especial sobre los errores de la inteligencia hebrea. Y prosiguió en la entradilla: “Una unidad de jóvenes soldadas alertó sobre un gran ataque. Fueron las primeras víctimas de Hamás”. Las observadoras de las FDI, apostadas en lo alto de torres de control a lo largo de la fortificada frontera con la Franja de Gaza, llevaban meses alertando de movimientos extraños.
Advertencias ninguneadas
En la investigación publicada por la cadena británica, reclutas que sirvieron en el pasado y otras en activo expresaron su profunda frustración, dado que sus recurrentes advertencias fueron ninguneadas. Tal era su grado de convencimiento de que el grupo islamista acabaría lanzando un ataque, que en un grupo de WhatsApp comentaban con ironía quienes estarían de servicio cuando ocurra la invasión del grupo islamista.
“Nuestra misión es proteger a los civiles, tenemos un trabajo difícil. Durante el servicio, estamos sentadas, y está prohibido despistarse o desviar la mirada. Debes estar completamente concentrada”, explicó la recluta Noa, que usó un nombre ficticio. En su base de Nahal Oz, ubicada junto al kibutz más cercano al vallado fronterizo con Gaza, las jóvenes soldadas -su servicio militar obligatorio de dos años empieza a los 18-, crearon su propia familia. En los ratos libres, aprendían bailes, cocinaban o miraban la tele juntas.
Presumían de “saberlo todo”
A finales de septiembre, las FDI publicaron un informe en que, basándose en los reportes de las observadoras y las unidades de élite de la inteligencia, presumían de “saberlo todo del enemigo”. Tras la matanza, se acusó al establishment militar hebreo de haber confiado excesivamente en la robustez del muro divisorio con Gaza -también construido bajo tierra-, y en la superioridad tecnológica. Por ello, paulatinamente se fueron retirando unidades de combatientes sobre el terreno.
Antes de la última guerra de 2014, cada comunidad civil fronteriza estaba protegida por al menos una veintena de soldados. El 7 de octubre, apenas quedaban suficientes armas para que las unidades civiles de emergencia pudieran confrontar a los terroristas, que masacraron con inexplicable facilidad a unas 1.200 personas y secuestraron a 240 en un solo día.
Noa y sus compañeras tenían claro que “aquella burbuja iba a estallar, tarde o temprano”. No obstante, eran conscientes que lo único que estaba en sus manos era traspasar reportes a la cadena de mando. “Nosotras nos limitamos a ser los ojos”, consideró. Veían diariamente entrenamientos de efectivos de Hamás, que ensayaban ejercicios simulando la penetración a Israel. No lo escondían en absoluto: los clips estaban publicados en redes sociales. “Disponían de un modelo de tanque, y practicaban cómo asaltarlo. También simularon cómo matar y secuestrar soldados”, explica Noa.
“Entrenamiento militar masivo”
Eden Hadar se liberó del servicio militar en agosto. Hacía tiempo, llevaba observando entrenamientos físicos de Hamás frente a su puesto de observación, pero unos meses antes del 7 de octubre, avistó un “entrenamiento militar masivo”. Gal, otra recluta que habló bajo anonimato, vio desde la cámara de un zeppelín como construían en el corazón de Gaza una réplica del vallado fronterizo, con simulaciones de las armas automáticas israelíes que coronan el trazado. También explicó como los efectivos de Hamás colocaban y hacían estallar artefactos explosivos cerca del límite con Israel para testear su efectividad durante el ataque sorpresa. Estas bombas fueron claves para destrozar las vallas y el hormigón armado, por donde penetraron las células islamistas.
Roni Lishpitz, que estaba de servicio durante el “Sabbat negro”, contó que la señal más preocupante que vio los meses previos fueron los continuos rodeos de jeeps de Hamás, que se detenían frente a las torres de observación. “Los veía hablar, señalando las cámaras apostadas en la frontera e incluso tomando fotografías”, asegura. Otras compañeras comentaron que las semanas previas a la invasión se incrementaron los arrestos de sospechosos cerca de la valla divisoria.
“¿Por qué nadie nos escucha?”
Ilana, madre de Shajaf Nisini, observadora abatida durante el ataque islamista, mostró a la BBC un mensaje que recibió de su hija en julio, donde explicó que las FDI neutralizaron un intento de infiltración. “Fue un incidente de una dimensión inédita”, escribió. En otro mensaje protestó: “¿Por qué estamos aquí, si nadie nos escucha?”. La madre comentó que, en los últimos meses, Shajaf tenía claro que estallaría una guerra, pero “creíamos que estaba exagerando”.
Las observadoras de Nahal Oz, cuyo centro de control fue arrasado, operan temporalmente desde Re’im, algo más lejos de la frontera. “Somos los ojos de los soldados sobre el terreno. Recordaremos para siempre a las observadoras que pagaron con sus vidas por defender el país, y deseamos el pronto retorno de los rehenes. Las observadoras siempre seremos las primeras en alertar”, comentó una teniente bajo anonimato. Según publicó “Yediot Aharonot”, un 30% de las soldadas reclutadas recientemente rechazan servir como observadoras.