Violencia obstétrica

La atroz atención británica de maternidad: hablan las madres con partos traumáticos

La primera investigación parlamentaria condena fallos sistémicos y la infantilización de las mujeres

Maternidad
Una enfermera en el hospital del NHS en Frimley, Reino Unido, con un recién nacido Efe

Cuando Bárbara acudió en marzo de 2021 a un hospital de Londres para dar a luz, lo último que imaginaba es que, tres años después, todavía estaría recibiendo terapia por el estrés post-traumático desencadenado por el trato deplorable sufrido en la planta de maternidad.

Admite que la impotencia y la rabia todavía la hacen llorar, pero su experiencia no constituye un caso aislado, sino una condenable pauta habitual en las unidades de maternidad de la sanidad británica, según han confirmado las conclusiones de la primera investigación parlamentaria sobre el trauma del parto, publicado esta semana en Reino Unido.

Crueldad y negligencia

A lo largo de 80 páginas, testimonios similares al de Bárbara reflejan una cultura atroz que infantiliza a las mujeres, en el mejor de los casos por negligencia y, en el peor, por una crueldad aparente, resultado, en muchas ocasiones, de un sistema sobrepasado, carente de los recursos necesarios y con una aproximación que semeja haberse quedado anclada en la época victoriana. El devastador informe denuncia lo que califica como “lotería del código postal”, la falta de homogeneidad en la calidad de la atención que supone que dos mujeres embarazadas experimenten un trato dramáticamente diferente, con desenlaces potencialmente letales, dependiendo del hospital que tengan asignado.

La síntesis más alarmante es la que concluye que una buena atención es la excepción, y no la norma. Las cifras del Servicio Nacional de Salud (NHS, en sus siglas en inglés) lo confirman: la mayor factura judicial del NHS por malas prácticas clínicas es por los daños causados en parto, una cifra que se ha duplicado en poco más de cinco años hasta superar los mil millones de libras en 2023. En los últimos datos contabilizados, de 2021-2022, el Gobierno británico estimó el coste anual de las consecuencias de casos de negligencia en plantas de maternidad en más de 8.000 millones de libras anuales (9.350 millones euros), casi tres veces más que la partida total de cada año para el departamento, que apenas supera los 3.000 millones.

Mortalidad en el parto

Los números, sin embargo, no alcanzan a explicar el impacto personal de un problema sistémico que el año pasado llevó al mayor nivel de muertes de madres en el parto, o por las consecuencias de este, en 20 años. De acuerdo con la Comisión de Calidad de la Atención (‘Care Quality Comission’, en inglés, el ente público que regula e inspecciona a los proveedores de sanidad y atención en Inglaterra), dos de cada cinco unidades de Maternidad ofrecen índices inferiores a lo exigido.

Con todo, la comisión parlamentaria que ha confirmado el sobrecogedor diagnóstico no fue promovida por el Ejecutivo, ni surgió siquiera de un clamor popular ante un rompecabezas que deja, cada año, a 20.000 mujeres con trastorno de estrés postraumático (TEPT), según la organización Asociación del Trauma de Parto (Birth Trauma Association, en inglés), y hasta 200.000 que se sienten traumatizadas con la experiencia y que desarrollan algunos de los síntomas propios del TEPT.

En boca de una diputada

La iniciativa no llegó hasta que una diputada, Theo Clarke, habló del tema por primera vez en los mil años del Parlamento británico, un sobrecogedor discurso sobre cómo pensó que iba a morir durante el nacimiento de su hija Arabella en agosto de 2022 que, además de valerle un premio, le granjeó una carta personalizada del primer ministro, Rishi Sunak, y llevó al Palacio de Westminster a ponerse manos a la obra.

Tras meses de testimonios de más de 1.300 padres y madres y un centenar de profesionales, el resultado retrata fallos evitables durante y tras el parto, soluciones para lidiar con el dolor denegadas sistemáticamente, pobre higiene, equipamiento anticuado, daños permanentes para madres y bebés, y lo que es más grave, evidencias de encubrimiento, de información fabricada y hasta de páginas que desaparecen del historial de las madres.

Maltrato a las madres

Esto último fue el caso de Dana, actualmente embarazada de su segundo hijo, cuando tuvo al primero, Sammo: “Me dijeron que habían usado fórceps, cuando, de hecho, no fue así; tuve un desgarro porque la obstetra tenía su mano dentro de mí, no porque se hubiera usado fórceps. Pero eso fue lo que me dijeron y lo que registraron en mi historial, aunque yo solo supe la verdad ocho meses después”. “Me sentí maltratada y sin apoyo ninguno como madre primeriza, y creo que esto pasa en todo el sistema, el bebé siempre está muy bien cuidado, pero cuando se trata de la madre, es como tener que sacarte los dientes cada vez que necesitas algo”, denuncia.

Aunque parte del problema es presupuestario y de recursos (el Real Colegio de Matronas dice que a Inglaterra le faltan al menos 2.500 de estas profesionales), la mayoría de los testimonios destacan una solución que no acarrea coste alguno: más compasión. Para Bárbara, cuyo bebé fue trasladado a otro hospital en cuanto nació por un problema finalmente resuelto, lo peor fue el trato, sola, tras una cesárea de urgencia: “Recuerdo llorar y la cero empatía. Nadie vino a explicarme nada de cómo estaba mi hija, la única información que recibía era de mi marido –que estaba con ella-. Por parte de médicos, o personal, nada; ni tampoco nada de apoyo psicológico, o emocional”.

Depresión, estrés y ansiedad

“Físicamente, curé fatal, a las ocho semanas me miraron la cicatriz y nada más, acabé con diástasis, que se podía haber prevenido; y psicológicamente, depresión post-parto, estrés postraumático y un trastorno de ansiedad generalizado terrible que no traté hasta un año más tarde, porque era insostenible”, explica.

También la prisa a la hora de dar el alta tiene consecuencias. Si no hay complicaciones, en Reino Unido no es extraordinario que ocurra en el mismo día, pero muchas madres denuncian haber vuelto a casa demasiado pronto, con serias consecuencias, como le ocurrió a Carla tras el nacimiento de su tercer hijo, por cesárea: “Yo no estaba lista para regresar. Estaba con mucho dolor, con mucha incertidumbre, así que, cuando me dijeron que me tenía que ir, llamé a mi madre para que me trajera las cosas, y me dijeron que me tenía que ir en ese momento, porque necesitaban la cama”.

“Me hicieron sentir que, de favor, me dejaban esperar por mi madre. Yo no estaba bien y la matrona no operó bien, yo no estaba lista para irme y esa noche y los días siguientes lo pasé muy mal. No me dieron nada para el dolor, me dijeron que me lo consiguiera yo. Les dije que los analgésicos habituales no me valían, que necesitaba algo más fuerte, y me dijeron que no tenían; les pedí una receta, y no me la dieron”, cuenta.

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